El conflicto en Siria cambia de dirección una y otra vez: lo que comenzó como una herencia de las denominadas Primaveras árabes, se transformó en un invierno islamista, y posteriormente tomó forma de división de facto de los territorios sirios hacia una realidad más de agrupaciones nacionales (chiitas, sunitas, kurdos, etc.), para finalmente convertirse en el campo de práctica militar entre las dos principales fuerzas hegemónicas; Rusia y Estados Unidos, con asistencia de sus aliados.
Sin duda, poco tiene que ver hoy la situación de Siria con la eufemística guerra contra el terrorismo, ni tampoco parece estar relacionada con el apoyo hacia grupos opositores al régimen de los Assad, sino que por el contrario, lo que se vive en la actualidad en este país asiático evidencia que se trata de una lucha por demostrar qué potencia tiene el «botón más grande» sin temor de utilizarlo de ser necesario.
Lo anterior explica como la operación realizada por el bloque occidental contra objetivos sirios el pasado 14 de abril en castigo por el uso de armamento químico contra población civil en la zona de Duma una semana antes se trataría de una demostración de «virilidad» por parte del Gobierno estadounidense contra Rusia e indirectamente contra el propio Gobierno en Siria y además contra el régimen de Irán que tiene presencia militar y paramilitar en la zona.
Con esto, el presidente Donald Trump estaría dando a entender que a diferencia de su antecesor, él sí actuaría por el prestigio de los Estados Unidos, algo que meses atrás no se consideraba, ya que los movimientos del presidente estadounidense parecían estar enfocados más en la región asiática cercana a China y no tanto en Medio Oriente, donde su presencia se concentraba en blindar países aliados, pareciendo que una presencia directa se extendiera en un país como Siria no estaría contemplado sino que por el contrario señalaría una eventual salida de militares estadounidenses y reubicación en otras regiones de contención.
Existía descuido e indiferencia en las políticas relacionadas con el Medio Oriente por parte del Gobierno de Washington, algo que, al parecer, dio un giro que podría estar relacionado con la contratación del nuevo consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, catalogado como un halcón político dispuesto a recomendar medidas poco convencionales como bombardear países que eventualmente se puedan transformar en un peligro para los intereses del gobierno estadounidense o realizar una propuesta de división entre las regiones sunitas de Irak y Siria, aprovechando la división de facto que ha vivido la zona por la guerra, para crear una especie de Sunistán que serviría como zona tapón para evitar la expansión del poder ruso – iraní. También habría propuesto una región kurda independiente, lo que podría explicar la posición beligerante turca contra esa población en los últimos meses.
Por otra parte, desde la visión siria, el argumento utilizado por el gobierno de Al Assad es el de estar luchando contra grupos terroristas asociados con el Estado Islámico o Al Qaeda, lo cual se pone en duda, ya que los primeros han perdido fuerza en el Levante, y se han alineado principalmente dentro de aldeas poco determinantes en Siria e Irak, pero principalmente se han movilizado hacia Libia aprovechando el vacío de poder para ganar reconocimiento político y reestructurar su proyecto. Mientras que el apoyo de Al Qaeda al movimiento Jabha Fateh Al Sham (anteriormente Frente Al Nusra), es casi simbólico y la fuerza que posee no da para generar mayor caos que alguna seguidilla de atentados, como ocurre en otros países, su concentración también se ha movilizado hacia África, donde estos grupos tienen apoyo, aprovechándose de los vacíos legales que dejan gobiernos corruptos de esa región, aunque también hay un importante grupo de Al Qaeda en el Yemen donde controlan la extracción y comercio en el mercado negro de petróleo yemenita aprovechando los enfrentamientos que hay entre los grupos hutíes apoyados por Irán y las fuerzas pro gubernamentales apoyados por importantes miembros de la Liga Árabe.
La lucha directa del régimen de Assad es contra los grupos opositores que se han concentrado en algunas ciudades contra las que se han dado la mayoría de los golpes militares, incluyendo Guta Oriental, donde además de grupos insurgentes, hay milicias islamistas anti gubernamentales, y fuerzas insurgentes que recibieron en algún momento apoyo militar y logístico por parte de Occidente. El Gobierno sirio los combate y sale fortalecido ante la indiferencia de la Comunidad Internacional que lleva varios años ignorando voluntariamente el sufrimiento que millones de personas están viviendo en el país, ante una de las mayores catástrofes de la historia ocurridas después de la II Guerra Mundial.
Es en el aspecto anterior Assad ha encontrado un cheque en blanco para hacer uso de armas químicas, como una forma de «limpiar» de manera generalizada focos de tensión y así no tener que gastar muchos recursos para lograr sus objetivos. Se ha dado cuenta que no recibirá nada más allá que una palmada en la espalda o un «castigo simbólico». Casi medio millón de muertos y millones de refugiados no se compensan con golpes en objetivos militares específicos, la comunidad internacional al mismo tiempo realiza este tipo de acciones como una forma de calmar las críticas ante su silencio criminal, mientras por el otro lado, el gobierno sirio recibe apoyo alcahueta a través de Rusia, quienes también ven en el tema un asunto de posicionamiento estratégico.
Luego del bombardeo contra objetivos sirios, queda la duda el nivel hasta el cual pueda escalar una tensión entre estadounidenses y rusos. El «polémico saludo» que se dieron la embajadora Nikki Haley de Estados Unidos con su par de Rusia, Vasily Nebenzia en Naciones Unidas el pasado 10 de abril, dejaba la duda si se trataba de un aspecto ya conversado previamente; lo que podríamos llamar un «compadre hablado», mientras otros señalan que este movimiento del presidente Trump tendría como finalidad desviar la atención de las crisis que a lo interno vive su gestión en el país, siendo el presidente que gobierna desde Twitter, lo que parece ayudarle con esta movida militar.
Rusia por su parte amenazó con una respuesta, la cual podría quedarse solo en el aspecto diplomático y hacer toda una gestión desde los principales foros internacionales, no hay intenciones de golpear militarmente ningún objetivo occidental directamente, porque no está preparado para una escalada mayor de forma convencional, sin embargo, podría sumarse a golpes fuertes contra zonas sirias donde aún sobreviven importantes bastiones opositores o a través del blindaje al gobierno de Bashar Al Assad, lo que sí parece claro es que en estos momentos ningún grupo hegemónico lanzará una guerra total por Siria, todos los movimientos son calculados y hasta avisados, los muertos los pone este devastado país, la lucha que se da evidentemente demuestra que no es por hacer valer los derechos humanos de nadie, y no queda claro cuál será el próximo cambio que sufra el conflicto para seguir justificando de forma miserable los miles de muertos que va cobrando la peor tragedia hasta este momento en pleno siglo XXI.