De alguna forma, ya sea conscientemente o no, siempre recordamos a quienes se nos han adelantado en el camino; una frase, un objeto, un aroma. ¿Qué es lo que desencadena esta memoria que súbitamente nos golpea de forma incontrolada brindándonos accesos de nostalgia?
Lo curioso es que en estas últimas semanas he tenido demasiado presente a este llamado espectro de la muerte rondando en las cercanías de mi mente y mis sentidos; tampoco es para causar alarma, a fin de cuentas, gracias a la tradición mexicana que también imbuye parte de mi cultura, sucede que tengo un grado de aceptación y, a su vez, de familiaridad e inclusive quizá amistad con esta mal entendida y temida fuerza de la naturaleza.
Dicen los estudiosos del tema que es increíble como culturas tan diversas y a veces separadas por no solamente la distancia física, sino también temporal, hayan considerado dentro de su cosmogonía una explicación tan similar a un mismo proceso llamado muerte.
En lo personal disfruto más la explicación mitológica, ya que desde mi personal punto de vista las verdades más profundas, así como también conceptos a veces tan difícil de dar sentido como lo es la vida, la muerte y el amor, son más humanas y más deliciosas, cuando se relatan por medio de un cuento, una historia.
Es a partir de ahí cuando yo rescato algo que leí en otro momento haciendo referencia al tema que estamos tratado.
«Los Dioses envidian a los humanos porque ellos tienen el regalo de la muerte; desearían ser humanos también para poder dormir y finalmente descansar…».
Luego de recordar esto y después de haber tenido a esa misteriosa dama rondando tan de cerca de mí es que me pregunto: ¿por qué las personas temen tanto a una situación que ha ocurrido desde que la raza humana tiene memoria?
No hablo acerca de un asunto de religiones o creencias, me refiero más a un proceso y periodo de aceptación de lo inevitable. Porque siendo honestos: ¿quién quiere morir y dejar todo lo que conoce y sabe de lado?
Quizá en ese sentido sea más bien una reacción a la incertidumbre y no tanto a la muerte como tal; al final, para bien o para mal ya sabemos qué es lo que hay en este lado del camino; conocemos el hambre, la miseria, el sufrimiento, también el cariño, la bondad y el amor. Pero lo conocemos porque lo hemos experimentado, es el punto, nos aferramos a lo que conocemos porque no sabemos si existe algo mejor, o probablemente también temamos a algo que podría ser mucho peor.
Concluyendo, creo yo no deberíamos temer a algo que irremediablemente sucederá; que en realidad es parte de la vida y, en opinión personal, algo que también es necesario. Porque reflexionemos: ¿sería verdaderamente bueno que pudiéramos vivir eternamente? O, como todo: ¿habría quienes quisieran aun con todos los avances y demás técnicas cesar su existencia?
¿A ti, qué te gustaría...?