El tacto es el primer sentido que el feto desarrolla, y con ello el niño conoce el mundo que le rodea. Todo niño necesita contacto físico y la falta de él puede derivar en graves enfermedades psicológicas y físicas. De hecho, la historia nos enseña trágicos casos de niños en orfanatos o instituciones similares que, faltos de afecto, fallecieron.
Si nos fijamos en la infancia de muchos criminales vemos que no tuvieron ninguna muestra de cariño de parte de sus padres o incluso que el único contacto fueron castigos tales de crear una herida emocional dentro del «yo» escondida en una mina.
El tacto es una cuestión cultural, hay países que se catalogan como de «alto contacto», como los países mediterráneos, América Latina, Oriente Medio; mientras que Francia, India y China se encontrarían entre los países de «mediano contacto», ya que los de «bajo contacto» son Japón, Estados Unidos, Reino Unido y Australia.
El sociólogo Harper, en una sala de café, contó los contactos que se producían según la cultura/nacionalidad en cuestión, comprobando que en una interacción de una hora hubo 180 contactos entre puertorriqueños, 110 entre franceses, 2 entre estadounidenses, y ninguna entre ingleses.
Hay compañeros profesores italianos y españoles que trabajan en países de bajo contacto que me contaron como dar una palmadita en la espalda a un alumno puede ser considerado acoso.
En ámbito médico, Corey y Callanhan, Marie Postma-Nilsenová y Kiek Tates u Older notaron que acompañar al compromiso verbal con un toque ligero en el codo del paciente aumentaba la adhesión al tratamiento. El hecho que el paciente tomara su medicamento hacía que su malestar disminuyera y, en consecuencia, incrementaba la impresión de competencia de su medico, y este último, al ver la mejora en el paciente, se sentía mas profesional.
Y todo con un toque ligero en el codo.
Otra investigación muy interesante se produjo en una cabina telefónica, donde un investigador del experimento dejaba adrede unas monedas y al salir de ella esperaba que otra persona entrara y la encontrara.
Una vez que la persona acababa su llamada y salía de la cabina telefónica, el investigador le preguntaba verbalmente si había visto unas monedas que había olvidado sin querer. Esta petición se hacía en una primera fase solo de forma verbal, mientras que en una segunda también se añadió un compromiso no verbal con un ligero toque en el antebrazo. En esta segunda fase, la devolución de esas monedas era de porcentaje netamente superior.
Nannberg y Hansen (1994) demostraron que un leve contacto en el brazo consigue que una persona tenga mas perseverancia cuando ejecuta una tarea difícil.
Incluso se llegó a investigar a camareros que aumentaban sus propinas cuando utilizaban también un compromiso no verbal con un toque en el codo del cliente, bautizado por los investigadores Crusco y Christopher G. Wetzel como el toque del Rey Midas.
¿Y este poder no verbal a que se debe?
Un breve toque de no más de tres segundos en el antebrazo puede comunicar emociones prosociales como la simpatía, empatía, cooperación y el amor.
Además promueve la confianza, la cooperación y genera una impresión positiva sobre la otra persona, es como si dijera verbalmente «me importas». Además está en una zona no demasiado íntima como para que se pueda considerar una invasión personal, pero tampoco está tan alejada para pasar inobservado.
Así que en el mundo de acomunicación o incomunicación que estamos viviendo, os aconsejo utilizar este pequeño pero efectivo truco para generar una buena impresión sobre los demás y persuadirlos.