Aunque el colapso en Venezuela es inminente, es difícil predecir cómo sucederá la muerte anunciada de la dictadura. Todo depende de la forma cómo la oposición aproveche los factores que se han ido acumulando y no caiga -como ha ocurrido muchas veces- en decisiones erráticas o preñadas del insidioso flagelo del divisionismo interno.
Este temor de no lograr lo que parece estar «a la vista» no es un crítica a la MUD -cúpula conductora de la oposición- a la cual, hay que reconocerle, ha jugado un rol estelar, aunque -también hay que señalarlo- sin el apoyo masivo de los que detestan la dictadura... ¡más del 80%!
Cuando decimos visualizar el momento actual como el ideal para acelerar la caída del régimen opresor, se deduce porque la agonía es una realidad evidente y sólo falta que la perspicacia del liderazgo opositor se monte en estrategias «aceleradoras del fin» y abandone delirios personalistas o ambiciones grupales.
¿Cuál es el auspicioso escenario que, en la dinámica e imprevistos hechos que surgen en los procesos políticos, vive Venezuela en estos momentos?. Veamos sólo 5 factores:
La crisis social -hambre, hiperinflación, caos sanitario, corrupción, inseguridad, crímenes de lesa humanidad, etc.- no puede ser controlada por ninguna medida demagógica y «regaladora» que hoy implementa desesperadamente la dictadura.
Es inocultable el clima de enfrentamiento que explotó en la cúpula «revolucionaria» (?). En efecto, el sorpresivo anuncio de crear un Partido, Somos Venezuela, reemplazando al antiguo e histórico Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) de Chávez, deja, cara al sol, las rivalidades entre «maduristas» y «chavistas», diferencias radicales que se mantenían contenidas sólo mediante amenazas y recíprocas acusaciones de corrupción. («Maduro es un traidor del legado de Chávez», sostuvo el extodopoderoso Rafael Ramírez, máximo vocero del «chavismo ortodoxo»).
El manejo revolucionario de la fuente madre de la economía venezolana, el petróleo, se asemeja al «paso torpe de un elefante por una cristalería». Es difícil concebir cómo una industria ejemplar que figuraba entre las empresas mejor administradas del mundo, se convirtió en un boliche acosado por la corruptela, la avaricia e incapacidad de zamuros insaciables. Resultado: de no producirse un pronto cambio de gobierno, la miseria crecerá a niveles inimaginables.
Un hecho estremecedor que quiebra emocionalmente a la familia venezolana es el incontenible río migratorio de jóvenes, profesionales y pueblo en general, empujado por una pobreza invivible. Esta realidad incrementa la urgencia del cambio.
La opinión de la Comunidad Internacional -en sus diversos foros y expresión- es abrumadoramente contraria a la permanencia del régimen madurista. En estas condiciones, es inadmisible que, en un mundo de conectividad global, pueda supervivir un país sólo por la terquedad de conservar un poder atribiliario y antidemocrático.
Este inventario coyuntural crea la certeza de que llegó el momento para asumir un liderazgo de vanguardia -unitario, valiente, claro- que redescubra la Libertad para un país maravilloso. ¡Sólo falta un líder (no necesariamente para presidente, sino para dirigir este momento crucial) que reconstruya la esperanza, la unidad y confianza en el futuro inmediato de una Venezuela otrora ejemplar!