Muchos siglos antes de que Hipatia, la gran científica y feminista de Alejandría hiciera su aparición, mostrando su rebeldía contra el machismo imperante no sólo en Egipto, sino en todo el mundo antiguo, en Egipto, una mujer subiría al trono de los faraones en el 1490 a.C. Ella era nieta de un faraón, hija del famoso faraón Tutmosis I y esposa de Tutmosis II, su medio hermano, un faraón muy débil y blando Su esposo falleció muy joven y como ella no tuvo hijos hombres, el heredero al trono era un pequeño niño (cuya madre era una concubina y no Hatshepsut), por ser hombre, le correspondía ser el nuevo faraón con el nombre de Tutmosis III, pero era demasiado joven para gobernar y por ello, y en contra de la costumbre, su tía y madrastra Hatshepsut, actuaría como regente, inicialmente cogobernando con el niño y luego sola. Esta es la primera mujer importante en la historia de esas épocas que llegó a gobernar y al parecer lo hizo en forma excelente por 22 años; se dice que antes de ella hubo en Egipto dos mujeres regentes, pero por lo corto y oscuro de su periodo no son recordadas.
Esta mujer era muy inteligente y enérgica y muy orgullosa por su origen real, además, de muy ambiciosa y dotada de una poderosa voluntad, con grandes conocimientos políticos y de la forma de cómo se gobernaba en Egipto. De inmediato, al morir su esposo y siendo esa una sociedad machista, donde el mando lo detentaban solo hombres, y, donde ni Nefertari la famosa y poderosa esposa de Ramses II, ni Nefertiti, la esposa de Akhenaton, ante un caso similar (el nuevo faraón que sustituyo a Akhenaton, era hijo de una concubina y tenía apenas unos 8 años), no se atrevieron a sustituirlos a su muerte. Ella se puso en contacto con los nobles, el clero, el gran sacerdote de su país y los jefes militares, para que no se opusieran a que ella fuera regente, pues tenía en su contra al visir Ineni, el cual quería que el niño gobernara con la ayuda de él. Debido a su gran poder de persuasión y a las ayudas de todo tipo, para ambos grupos, logró vencer la discriminación y derrotar al visir.
Fue así como fue proclamada rey (no reina) y coronada en el templo de Karnak, los sacerdotes la nombraron regente solamente por siete años, pero después de 7 años de gobernar y logrado muy astutamente autonombrarse, Señor del Alto y Bajo Egipto, e hija de Amón, con lo cual se volvió sagrada, debido a su inteligencia pronto asumió los plenos poderes de un «gran rey», por primera vez en la historia de esa nación. Adquirió tanto poder y respeto que cuando insistió en continuar y, además, ser elegida faraón de Egipto, nadie se opuso.
Por supuesto, en ese tiempo enriqueció al clero y a los jefes del ejército, y eso no lo olvidaron y por eso reinó por espacio de 22 años. Tuvo solamente una hija, la princesa Neferura, que debió casarse con el niño faraón, pero ella pospuso eso, ya que, al parecer, pretendía crear una verdadera dinastía de faraones mujeres y por eso razón declaró «heredera» a su hija, cuando tenía ya 16 años de gobernar. Pero al poco tiempo de esto, la princesa falleció repentinamente, lo que dejó dudas sobre si no fue intencional, pues eso despejaba el camino al joven Tutmosis III.
En los monumentos que construyó, está representada a si misma con vestiduras masculinas y disimulando los pechos y hasta usaba una falsa barba. Continuó el protocolo masculino en la corte debido a que el faraón era el general de los ejércitos y tenía que aparentar ser muy fuerte. Sin embargo, en la intimidad era muy femenina según se ha relatado.
Su reinado representa un intervalo de paz, en un país que solía estar en constantes guerras de conquistas con sus vecinos. Los egipcios le agradecieron eso, pues estaban cansados de tantas guerras. Enriqueció a Egipto mejorando su industria y en vez de ir a saquear a sus vecinos aumentó el comercio con ellos, con excelentes resultados. Desarrollo las minas del Sinaí, lo que aumentó la riqueza de su país.
Edificó hermosos templos y dos obeliscos de 96 pies (este nombre proviene de la palabra griega para aguja) en honor de Ra, el dios-sol, para la tumba de su padre en el recinto de Amón en Karnak. Cada uno pesa unas 450 toneladas y hecho de una sola gran roca, cuesta creer que los escultores de ese tiempo, con sus limitados instrumentos pudieran hacerlo. Uno de ellos fue llevado al famoso parque central de Nueva York en 1881. Allí se le conoce como la aguja de Cleopatra, sin ser de ella, pues reinó 1.500 años después en Egipto y no era egipcia sino griega (una Ptolomeo) por lo que no pudo considerarse faraona. El otro fue transportado a Londres. El único obelisco que quedaba construido por Tutmosis IV se encuentra en la plaza romana de San Juan de Letrán en Italia.
La reina Hatshepsut murió en 1469 a.C., y al ascender por fin al trono con plenos poderes, Tutmosis III tenía 25 años y estaba cansado de esperar, y, odiaba a su madrastra que lo había tenido sometido y subyugado mientras ella vivió. Debido a eso, se dice que este nuevo faraón ordenó borrar el nombre de ella de todos los monumentos y construcciones, y, lo sustituyo con su nombre, e incluso la tumba que ella había ordenado construir para sus restos, la dejo inconclusa.
Era considerada una mujer muy guapa y aunque no se volvió a casar, en una demostración de ser una mujer «liberada» y contra la tradición machista (los faraones hombres tenían concubinas pero era mal visto en las mujeres), ella tuvo una vida sexual activa posterior a la muerte de su marido, pues tenía un compañero sentimental, el joven arquitecto Sen-en-Mut, quien realizó todas las construcciones de su periodo. Aunque prefirió mantener esta relación de un amante, lo más discreta posible, sin embargo, en su tumba inacabada, hay dibujos de ella en actitud sexual con el arquitecto. Este, que era casi un desconocido antes de la relación con ella, llegó a tener gran poder, y excavó en secreto, pero con permiso de ella, una tumba para él y su familia, bajo uno de los templos, y grabó una efigie con el nombre de la reina.
La primera mujer en dirigir una gran nación en la Antigüedad y destacar sobre todos los hombres de su pueblo, fue Hatshepsut, quién sorprendió al mundo por su capacidad, y el precio que pagó por ser una reina que quiso ser rey fue que, al final de su reinado y estando enferma, fue abandonada por todos y el nuevo faraón destruyó todo lo creado por ella tratando que olvidaran su nombre.