El año que hace apenas un mes dejamos atrás, 2017, fue el del 25 aniversario de los Juegos Olímpicos de Barcelona ’92. Una cita que está instalada en la cultura y la identidad de la capital catalana de una manera que aún hoy no acabamos de entender. Los JJ.OO. convirtieron a la ciudad en lo que es hoy; una gran urbe turística que es moderna y vanguardista en muchos aspectos, y posiblemente la ciudad española más internacional.
Esos Juegos fueron los del Dream Team de baloncesto, los de Fermín Cacho o los del equipo de fútbol español, entre muchos otros. Mitos del deporte que triunfaron, y otros, como Bubka, que no lo hicieron. Pero la opinión generalizada que daban todos ellos de la ciudad fue siempre excelente. También leyendas en otros ámbitos también llegaron a Barcelona y salieron encantados, como el caso de Nelson Mandela, que se menciona en la maravillosa película Invictus.
Lo más recordado de todo ello es como aquel evento sirvió a toda España para quitarse complejos históricos, demostrar que se podían hacer grandes cosas, competir contra los mejores y ser un ejemplo a seguir. Barcelona, Cataluña y España demostraron que podían superar los mayores retos, ser creativos, trabajar con sencillez y ganarse el corazón del mundo a través de las generosas sonrisas de sus gentes.
Debo decir que pocos recuerdos tengo de tan memorable evento, y aun así siento nostalgia cuando veo algún vídeo de los Juegos o incluso de cuando se otorgó el acontecimiento a la ciudad de Samaranch lo cual es más curioso todavía ya que apenas llevaba dos semanas en este mundo cuando eso pasó. Pero así de profundo es el recuerdo de los JJOO del 92 en la sociedad barcelonesa. Y es que hablamos de un momento en el que se fue el centro del mundo de manera incuestionable.
El contraste con la situación actual de Barcelona y Cataluña es más que evidente, las Olimpiadas del 92 contaron con un trabajo y una unidad institucional que no se ha vuelto a repetir salvo en contadas ocasiones. La figura de Pasqual Maragall era la más visible entonces y su retirada de la vida pública por enfermedad fue un duro golpe, justo ahora que se necesitan grandes figuras en el panorama político catalán y español. En el marco actual, es imposible llegar a un acuerdo, tampoco parece posible formar un Gobierno de la Generalitat, como no lo era hace menos de dos años lograr un Gobierno central hasta el ‘golpe de estado’ en el seno del PSOE. Cómo hemos cambiado. Y no creo que a mejor.