La canciller Angela Merkel se lanza abiertamente a los brazos de los socialdemócratas del SPD con el objetivo de lograr el apoyo que le garantice un Gobierno estable.
Para ello la lideresa democristiana invoca al sentimiento europeo, palabra mágica que repite a modo de mantra para cerrar una gran coalición en la que estarían, por un lado, los conservadores de la CDU y la CSU de Merkel y la formación de Martin Schulz. El opositor sigue escocido a causa del varapalo de las elecciones, aunque su malestar ha ido mutando en el último tiempo inversamente proporcional al malestar de Angela en la actualidad.
Las negociaciones de Merkel para ratificar su cargo vienen viciadas tras el fracaso de la primera ronda con los liberales y verdes. Una coalición imposible. Las ansias de la canciller por lograr un tripartito chocaron con los argumentos de Christian Lindner y el diálogo saltó por los aires. ¿Solución? Virar el punto de interés hacia el bueno de Schulz, una estrategia que muchos vienen definiendo como un segundo plato. Es decir, un intento a la desesperada.
Alemania está sumida en una realidad inédita, la canciller es incapaz de formar Gobierno, por ahora. Una situación que deja a Merkel tocada a merced de sus rivales políticos que, estoy seguro, ahora disfrutan en su foro interno del giro dramático de los acontecimientos. Disfrutan ahora de una victoria que las urnas les arrebataron en parte.
Es lo que tienen las urnas, son un arma de doble filo. Muchas eran las voces que vaticinaban un paseo de Merkel, la luz que guiaba los destinos germanos a imitación del desaparecido Kohl. Ahora, muchas son las voces que ven una sola opción. Abrazar la causa opositora.
Lo decíamos antes, Martin Schulz ha pasado de villano a héroe y de él depende el futuro del país, la locomotora de Europa. Y aquí tenemos que hacer hincapié: los socios observan con estupor el trance que vive la nación germana, sin Gobierno, sin líder… un vacío de poder que se contagia. Esa crisis existencial es bien presente en el seno de la CDU. El fracaso de septiembre, su peor resultado desde 1949 ha dinamitado las bases de una formación ya de por sí muy crítica.
Quizá asistamos a los últimos momentos de Angela Merkel como canciller. La lideresa que sobre sus hombros fue capaz de echarse el peso del Viejo Continente, mientras manejaba con fuerza el timón de la Unión. Y es que a veces hay que saber leer entre líneas, algo que casi nunca saben hacer nuestros dirigentes. Porque antes o después todos morimos.