Desde que se creó la WorldWideWeb allá por 1990, la influencia que ha ido ejerciendo Internet sobre la sociedad ha sido tal que el siglo XXI no se podría explicar ni comprender sin la presencia de la red. En la época en la que los organismos oficiales utilizan las redes sociales como canal de comunicación no es de extrañar que el presidente de EEUU sea el indiscutible rey de Twitter.
Gracias a Internet el mundo se ha hecho un poco más pequeño. Una herramienta ideada para unir personas, para dar libertad a las ideas y en general, para eliminar barreras. Sin embargo durante esta segunda década del nuevo siglo, tan infuenciada por esta red de redes, estamos viviendo una deriva nacionalista que reclama fronteras más fuertes y aduanas más estrictas. Paradójicamente, en la época en la que más conectado está todo el mundo entre sí más ganas tienen los pueblos de alejarse los unos de los otros.
El crecimiento del nacionalismo
El discurso nacionalista ha ido ganando rápidamente popularidad durante los últimos años a lo largo de todo el mundo y la crisis de 2008 ha actuado como su catalizador. El rescate de las naciones cuyas economías estaban más en riesgo ha favorecido esta corriente tanto en los países rescatados como en los rescatadores. Unos se han visto intervenidos sintiendo con ello que perdían su soberanía al plegarse a las exigencias que venían del extranjero. En los otros, muchos de sus ciudadanos no entienden por qué deben emplear su dinero en reflotar otros países cuando ellos también han sufrido los estragos de la crisis. Todo esto ha conseguido que fuese fraguando la idea de la necesidad de replegarse por parte de cada nación con el fin de poder revitalizar su economía y no dejarse arrastrar por otras menos afortunadas.
En este marco no solo ha calado el discurso nacionalista, sino también el discurso que culpa de los males de la economía al extranjero, especialmente al inmigrante. Este discurso xenófobo se ha nutrido especialmente de los atentados terroristas que se han venido sucediendo durante las últimas dos décadas. Todas esas masacres llevadas a cabo por islamistas radicales ya consiguieron por sí solas extender en la sociedad un rechazo hacia todo lo musulmán, un rechazo que la extrema derecha ha estado alimentando hasta convertirlo en odio.
En la crisis de los refugiados sirios se pudo oír el mensaje que justificaba el veto de su entrada a la Unión Europea bajo el argumento de que suficientes problemas teníamos ya -una cosa es ser solidario y otra cosa es solidario a cambio de nada- pero además no fueron pocas las voces que justificaron ese veto afirmando que entre los refugiados se escondían terroristas.
Identidad cultural
A todas estas razones económicas y políticas cabría sumarle la interconexión cultural que ha supuesto la entrada de Internet en la sociedad. La era de la comunicación nos acerca pero al mismo tiempo nos mezcla y en el proceso las diferentes culturas sienten que si no luchan para evitar esa fusión acabarán por desaparecer, como adolescentes que al llegar al instituto necesitan reafirmarse a sí mismos para no perder su identidad. Sin embargo a lo largo de la Historia han sido las culturas que rehusaron mezclarse las que desaparecieron.
Lo cierto es que la cultura ya está diluida, las modas cada vez son más globales e inmediatas. Los movimientos culturales y de pensamiento ya no surgen en lugares del planeta sino en lugares de la red. El pensamiento nacionalista no cabe por la puerta que Internet nos ha abierto, pues ya vivimos en una sociedad global, pero aún nos resistimos a pensar como tal.