Ayunar es una protesta contra el consumo exagerado, contra el comer por ansia, contra los alimentos basura, contra la impaciente y agitada vida moderna, donde todos quieren todo sin hacer nada o muy poco y donde cada derecho se transforma en un capricho o exigencia infundada. Ayunar es un grito de alerta ante la obesidad, la falta de carácter y el ejercicio mental y físico. Es un volver a los tiempos de los viejos estoicos y ponerse a prueba. Es cambiar, cuando sabemos que lo hacemos por nuestro bien personal. Es ser un poco más fuertes de voluntad, cuando la debilidad, en este sentido, reina.
Ser vegetariano, vegano o crudivegano es una protesta en contra de nuestras recientes tradiciones culinarias, el mercantilismo de los alimentos, el tratamiento que damos a los animales y las violaciones continuas a las que sometemos la naturaleza. Ser vegano es una lucha en defensa de la biosfera, de la vida en general, de nuestro hábitat y también, indirectamente, del clima. Nadie da nada o da poco por el ambiente que sustenta la vida, pocos valoran los bienes comunes, que por el momento se substraen a lógica de los negocios, a la ganancia y las ventas, en un mundo, donde lo único que importa es la abundancia y la riqueza inmediata, aunque a breve, no sea más que pobreza.
Consumir y vivir con poco es también una protesta, porque va en contra de la lógica misma de un sistema que nos enajena, donde cada uno existe en la medida que consume, se endeuda y se reduce a un agente sin voluntad de intercambios superficiales, donde el valor de la existencia, se manifiesta en lo más vano y material, haciendo de los medios un fin y del fin, la negación misma del sentido. Donde el espacio vital se reduce a los estantes de un supermercado o de un negocio cualquiera y así, el culto y la idolatría por la mercadería, nos ha convertido en mera mercadería, anónimamente intercambiable y desprovista de valor agregado, con la única propiedad de poder consumir otras mercaderías.
Nos hemos dejado subyugar por las apariencias. Por una estética sin sentido, que desvanece como un sueño o la niebla al primer soplido de viento, en vez de invertir en educación y en conocimiento. En vez de crecer humanamente, persiguiendo valores sin tiempo, como el respeto, la tolerancia, la integridad, la templanza y la moderación. Hemos confundido los vicios por virtudes, lo efímero por lo eterno. Ya no reconocernos la diferencia entre lo que importa realmente de lo aparente y superficial. Hemos dejado de soñar y todo se aliena por unos pocos pesos, hasta la vida misma o el amor que se compra y vende por pocos pesos. Y por estos motivos protesto, para volver a las raíces y a la humanidad, para pensar en todos, en presente y en futuro, y para volver a creer en la inalienable libertad de poder hacer el bien y no el mal y para volver a valorizarnos simplemente como vivos, y en nuestro caso, humanos capaces de crear y dar sentido a nuestras vidas y al mundo circundante.