No sé si a ustedes les pasa, a mí me ocurre de vez en cuando y se convierte en una especie de rayo de sol entre tanta nube oscura: tropiezo al levantarme.
Levanto deprisa y tengo un tropezón.
Tropiezo sobre mí mismo, tropiezo por no pisar a mi perra Kika, que surge, de no se sabe dónde, a saludar con una alegría inusitada en la mañana; tropiezo hasta con el calcetín, que me he quitado el día anterior y olvidé dejar en el cesto de la ropa sucia. El caso es que tropiezo y al hacerlo, sonrío. ¿Por qué? Porque mentalmente he generado una sensación en mí que me dice que es mejor tropezar al inicio del día que durante el resto de la jornada.
Somos capaces de transformar nuestra realidad a través de nuestras emociones y nuestros pensamientos.
Hoy pensaba en lo diferente que es valorar como positivo un tropezón, a pensar que ahí termina todo o generar sensaciones negativas.
Nuestros días los construimos nosotros desde que despertamos.
De seguro todos estamos expuestos durante el día a momentos poco o nada agradables: llamémoslo por su nombre, negativos. Nos encontramos con discusiones que no esperábamos, problemas que aparecen, momentos en los que perdemos los nervios o nos aceleramos sin saber por qué; recorremos un tramo de nuestra vida que seguro está lleno de despropósitos u obstáculos. En esos momentos perdemos mucha energía, nos desgastamos y, sobre todo, nuestra mente se debilita.
A veces, muchos de esos momentos los somatizamos de tal manera que nos convertimos en esclavos de ellos.
Por eso cuando tropiezo a primera hora de la mañana me alegro enormemente. Los tropezones te ayudan a levantarte ver las cosas de manera diferente.
Hay quién ve la vida en un gris constante y quiere que los demás la vean igual que él. Son esas personas que denominamos como tóxicas o esos diablillos que a veces aparecen en forma de pensamiento.
Hay quienes pensamos que en cada tropezón hay una oportunidad y que la vida está para eso: para caer y levantar.
Hay quienes sonríen con su mirada y provocan en los demás ese equilibrio que a veces son incapaces de provocarse ellos mismos.
Hay quién esculpe poesía en cada silencio y es capaz de rimar con solo aletear sus alas de mariposa. Yo creo en las personas así, por mucho que, en momentos, ellos dejen de sentir ese valor que tienen. Pero ese valor está ahí, sólo tienen que reconocerlo, sólo tienen que creer en ellos.
Creer. Creer en ti es el primer paso para conseguir todo lo que nos propongamos.
Creía en mí; ahora creo en mí.
En la vida no hay nada perdido o ganado, simplemente hay que creer.
Creer.
La palabra creer, con toda su esencia, siempre ha significado mucho para mí. Uno de los lemas que abrazan y envuelven mis proyectos es: Creer, Caminar, Ser.
Cuántas veces he reflexionado y escrito sobre el creer.
Lo que uno cree es lo que le mueve para vivir, para caminar, para hacer, para buscar, para sentir... incluso, también, para morir.
La creencia es la máxima motivación para accionarnos, la palanca que nos mueve en la vida. Si no creemos, nos paralizamos y podemos incluso dejar de latir.
O se cree o no se cree y esto es imprescindible en cualquier ámbito de la vida y, sobre todo, antes de echar a andar. Creer en alguien, en algo, en ti.
No existen los milagros. Esfuerzo, pasión, fe, creencia hasta el final.
Estamos acostumbrados, en este país de envidias, a no valorar el esfuerzo, a que cuando alguien consigue algo se le menosprecie diciendo que ha sido cuestión de suerte, milagros u otras cuestiones más despectivas.
Creer es tan difícil como no creer; pero es tan fácil como no hacerlo. Creemos en mil estupideces y nos cuesta creer en nosotros, que somos la esencia de nuestra vida.
A veces pensamos que hemos perdido el tiempo, que los años han pasado y no hemos sido capaces de conseguir aquello que creíamos merecer. Es absurdo. No hemos perdido el tiempo.
Sin todo lo vivido no seríamos lo que somos. Hemos superado adversidades, hemos conocido a gentes, hemos llegado hasta aquí por nosotros. Nuestro valor es estar aquí, saber que mañana es otro día, que seguiremos adelante e incluso podremos cambiar aquello que creamos no nos convence. Es nuestro gran valor: Ser y Estar.
Es esencial creer en nosotros, comenzar a amarnos a nosotros mismos. Tú eres la única persona que puede darte aquello que crees te falta.
Comparte con los demás y no desees recibir. La vida va fluyendo y te va aportando lo que necesitas si crees en ti.
Esfuerzo, Pasión y no perder jamás la esperanza en aquello que crees.