Vivimos en un mundo repleto de mentiras: ¿a quién no le llega cada día correo basura o mensajes engañosos sobre supuestas loterías? Somos blancos de la publicidad engañosa de la televisión que nos ofrece productos milagrosos que en verdad no funcionan.
El hecho de no darle importancia a todo esto solo subraya lo ocurrente que es esta realidad. Lo tomamos como un hecho normal y está tan arraigado en la sociedad que, si quitaríamos toda esta mentira, no solo no conoceríamos nuestra sociedad sino que sería muy difícil vivir en ella.
Cuando nos saludan por la calle y decimos de manera cordial que va todo bien cuando en verdad no es así, también estamos mintiendo. O cuando decimos a nuestra esposa que el vestido le queda bien, pero la verdad es que nos da igual. O cuando tu hijo te jura que ha vuelto a las once y sabes muy bien que no es así.
¿Os imagináis decir la verdad siempre? ¿Como en la película de Jim Carrey Mentiroso Compulsivo? Aunque nos quedaríamos a gusto al decir a nuestro jefe de verdad lo que pensamos de él, una sociedad así no puede existir, necesitamos esas mentiras piadosas para poder vivir en sociedad y llevarnos bien con todo el mundo. Al final la mentira es un lubricante social que nos permite vivir en armonía.
Pero hay otros tipos de mentiras, que son más negativas y desembocan casi en patológica. Gente que miente continuamente sin parar, ya que una mentira luego lleva a otra en una espiral de mentiras sin fin.
Esa gente miente en todo, quién es, qué hace, dónde ha ido. Estoy seguro que mientras estáis leyendo este articulo ya estáis pensando en alguna persona que conocéis y que miente sobre quién es realmente.
Muchas personas me preguntan por qué estos sujetos lo hacen, y la respuesta es muy sencilla: les cuesta ser quien son de verdad. Por eso inventan que trabajan en una determinada empresa o que su padre es tal persona de renombre o que han ido de vacaciones a lugares que no sabrían ni poner en el mapa. Estas personas no están contentas de quien son, tal vez porque no han podido lograr las metas y los objetivos que se habían prefijado, y el único remedio es inventarse una vida que no tienen.
Personalmente me dolió mucho el descubrir que una persona muy cercana a mi familia sufría de este tipo de «trastorno», porque creo que tenemos que mostramos por lo que somos verdaderamente, sobre todo con la gente que consideramos amiga y porque luego no sabes si te está diciendo la verdad o no. En mis clases en la universidad intento que la comunicación no verbal, que es mi materia de investigación, también se acompañe a lo verbal. Por eso explico a mis estudiantes herramientas de análisis de la credibilidad de los relatos como el SCAN, SVA, etc.
Uno de estos protocolos que puede ser fácilmente entendible es el CBCA, acrónimo de Análisis de Contenido Basado en Criterios, elaborado en 1989 por Steller y Köhnken para analizar los testimonios de niños. Sin embargo, ha habido un creciente interés por generalizar la aplicación también a adultos, y yo estoy entre esas personas que fomentan su utilización.
Se trata de averiguar si están presentes o no en el relato los 19 criterios del CBCA dando una puntuación de 2,1, 0, o 1-0, según el autor.
Características generales
- Estructura lógica.
- Elaboración desestructurada.
- Cantidad de detalles.
Contenidos específicos
- Engranaje contextual.
- Descripción de interacciones.
- Reproducción de la conversación.
- Complicaciones inesperadas durante el incidente.
Peculiaridades del contenido
- Detalles inusuales.
- Detalles superfluos.
- Incomprensión de detalles relatados con precisión.
- Asociaciones externas relacionadas.
- Alusiones al estado mental subjetivo.
- Atribución del estado mental del autor del delito.
Contenidos referentes a la motivación
- Correcciones espontáneas.
- Admitir fallos de memoria.
- Plantear dudas sobre el testimonio.
- Autodesaprobación.
- Perdón del autor de delito.
Elementos específicos de la ofensa
- Detalles específicos de la ofensa.
Sin entrar claramente en el mérito de cada uno de estos criterios seguramente podéis imaginar que un relato de algo que no hemos vivido tiene que ser estructuralmente diferente a un relato de una persona que si lo ha vivido. Podemos decir que un relato sincero es un relato en el cual hay muchos detalles, que tiene una consistencia lógica y un sentido coherente, que no sea desorganizado. Porque significa que lo que nos están contando lo han vivido de verdad por eso lo pueden explicar bien aunque la memoria falle y a veces hay que autocorregirse.
Una cosa que no he vivido es difícil explicarla con claridad y con detalles. Un relato sincero, sin embargo, tiene referencias personales, sentimientos vividos, pensamientos, experiencias corporales o psicológicas y emocionales nuestras o de otra persona que también participaron en los hechos.
El criterio más fuerte siempre ha sido la cantidad de detalles, la alarma que siempre se enciende sobre un relato falso es la falta de detalle. Fue gracias a ese criterio como descubrí que la vida que nos decía vivir mi amigo era todo una mentira.
A veces no sé si es mejor luchar por la verdad o sencillamente «hacerse el tonto»: a lo mejor viviríamos más tranquilos.