No recuerdo nada de los primeros seis años de mi vida y no recuerdo a mi mamá, que abandonó este mundo cuando tenía seis años.
De ella sólo tengo dos recuerdos muy borrosos de dos momentos en que percibí su presencia y su ternura, pero no recuerdo su rostro.
Pero cuando miraba su retrato en la cocina de la abuela, mi corazón la reconocía: de su mirada me llegaba una gran dulzura y sentía una profunda nostalgia.
Su falta fue un gran dolor, unido al dolor de que nadie jamás me habló más de ella y que nadie me dijo que me había quedado sin mamá.
Estos dolores determinaron toda mi vida hasta que conocí a los Ángeles.
Pasé mi infancia y mi adolescencia con la madrastra y mi papá lejos, por trabajo.
La madrastra me ignoraba totalmente y me dejaba completamente solo en todo y para todo.
Me encerraba en casa solo, me decía lo indispensable, me congelaba con sus miradas.
Su silencio me hacía sentir rechazado y generaba en mí miedo hacia ella, hacia todo, por todo, en cada situación.
Me sentía abandonado, a merced de todo.
Mi papá me amaba a ‘su manera'...una manera que un niño no puede comprender ni sentir.
He sobrevivido gracias a mi abuela y mis tíos con los que transcurría las vacaciones y los domingos.
También ellos eran de pocas palabras y no sabían expresarme su Amor, pero me hacían sentir aprobado y querido.
Ir con ellos me permitía estar lejos de la madrastra y vivir en el campo, cosa que me gustaba mucho.
Todos los shocks experimentados fueron reprimidos por mí durante años mientras trataba de olvidarlos viviendo una vida superficial.
Sólo más tarde me di cuenta de cuánto era superficial. En ese momento me parecía embriagador. Un buen trabajo, disponibilidad económica, deporte, diversiones, continuas vacaciones y siempre junto a muchos amigos.
Ellos me buscaban por mi habilidad para hacer divertir y crear simpáticos y divertidos momentos de despreocupación.
Pero un día todo lo que había reprimido e intentado olvidar emergió de repente, llevándome a un estado de desorientación, de confusión, de desesperación, de miedo, de angustia.
Rechazaba aquella vida descuidada y ya nada me satisfacía más.
Para salir de aquella situación inicié un largo recorrido de crecimiento personal, de conciencia, de aprendizaje de técnicas de sanación y motivación.
Esto fue para mí determinante para seguir viviendo.
Pero seguía sintiendo un vacío irrecuperable y una profunda soledad.
Había aprendido muchas conciencias, conocido las dinámicas conductuales, reelaborado los lutos, los shocks, incluidas muchas otras cosas.
Frecuentaba un curso tras otro pero no lograba llenar aquel vacío y seguía sintiéndome sólo.
Pero mi mamá me ayudó a conocer a los Ángeles y la experiencia de canalización con Satya.
Durante la canalización, mi mamá me habló explicándome qué había ocurrido, cuánto ella había permanecido cerca de mí, queriéndome y protegiéndome.
Me dijo que junto a mí estaba mi Ángel y cómo Él me podía ayudar en todo, acompañar, guiar y protegerme.
Me confirmó que era realmente ella al darme detalles que solo yo conocía y, sobre todo, haciéndome sentir aquella ternura que recordaba.
Sus vibraciones, su tierno Amor, abrieron mi corazón, hicieron nacer lágrimas de redención y de liberación
En aquel momento comenzó la sanación de las profundas heridas que existían en mi corazón.
Después de esta maravillosa experiencia quedé confuso.
Nunca había oído hablar de estas dimensiones.
A pesar de esto no dudé de lo que había ocurrido: yo había ‘reconocido' a mi mamá, reconocí su Amor, su ternura.
Poco después, en un momento en que estaba tomando una decisión determinante para mi vida, mi mamá de nuevo intervino para explicarme los riesgos escondidos detrás de lo que aparentemente parecía la solución de muchos de mis problemas.
¡Me había ‘salvado’ de futuras dificultades y dolores!
Esta intervención suya me llevó a reflexionar sobre un posible cambio de vida.
El cambio fue total.
Empecé a seguir un Camino de Crecimiento y evolución, junto a otros Compañeros de viaje, guiados por los Ángeles.
Los Ángeles me ayudaron a comprender mi vida, a transformar mis sufrimientos, a sanar los traumas y las heridas de mi pasado, a redescubrir el objetivo de mi vida.
Los Ángeles me llevaron a conocer el Amor y un nuevo modo de amar.
Me explicaron el significado de la compasión que permite la verdadera aceptación, la comprensión total, el perdón.
Perdoné a mi papá y esto me permitió ofrecerle el Amor que él no había logrado expresarme.
Perdoné a mi madrastra y compartí esto con ella, llevando paz a su corazón y al mío.
Perdonando comprendí que, en realidad, todo lo que había vivido me había hecho crecer, me había llevado a comprender aún más todo y a todos, me había permitido llegar a la compasión, a la aceptación de los otros como son, a no juzgar.
Al final sentí una gran gratitud hacia aquellos que había perdonado y los amé todavía más, viéndolos como un “medio” para mi crecimiento, para mi evolución.
De mí pasado sólo han quedado las conciencias y las lecciones aprendidas: mi corazón es libre.
Sonrío a la libertad que creía tener a los veinte años, porque he comprendido y experimentado que la única verdadera libertad es la libertad de uno mismo.
Reconocí todas las ilusiones vividas y las abandoné con gratitud, porque me han permitido comprender el valor de lo que ahora estaba eligiendo, del Camino que estaba iniciando.
Encontré nuevos amigos que se han convertido en mis «Compañeros de viaje» por un Sendero maravilloso, dónde somos amados, protegidos, guiados, ayudados, alentados, acompañados por los Ángeles.
Los Ángeles me han ofrecido y están ofreciéndome la posibilidad de ayudar a muchas personas compartiendo con ellos mis vivencias, las conciencias y las experiencias conocidas en mi Sendero.
Me dieron también la posibilidad de hacer esto escribiendo los dos libros No estaba solo, volumen 1° y 2° dónde Satya ha canalizado la parte de Dave, mi «Amigo-Sabio», mi Ángel.
Esto también ha sellado mis sanaciones, mis transformaciones, y ha hecho feliz a mi Niño interior.
Los Ángeles me han regalado la cosa más importante para mí: sentir a mi mamá cerca de mí.
Con ella cerca me he enamorado de la Gran Luz y del “mundo” de la Luz.
Estoy infinitamente agradecido a la Gran Luz por la inmensidad inexpresable que he recibido.
Agradezco a mi Ángel, a los Ángeles, a mi mamá por haberme enseñado a vivir en la soledad alegre, a no sentirme más solo.
Y estoy seguro que no me sentiré jamás solo si permanezco junto a Ellos, si permanezco como un Niño entre Sus brazos.