Thomas Hobbes, el primer materialista moderno, hablaba (1642) del homo homini lupus («el hombre es un lobo para el hombre»), por las luchas y guerras de todos contra todos que el apreciaba habían existido en la antigüedad y en su tiempo. En la actualidad, en pleno siglo XXI, persisten en muchos lugares del mundo. Los hallazgos hechos en Olduvail, África, dan la impresión de que hace unos dos millones de años se presentaron enfrentamientos entre los Paranthropus, seres vegetarianos, y los Australopithecus, que ya tenían en su dieta la carne animal y eran más fuertes; ambos emplearon piedras como armas.
Desde la aparición de la teoría de la evolución de Darwin y sus elementos fundamentales, la selección natural, reforzada con los conceptos de la herencia de Mendel, la violencia ocupa un papel protagónico. Aquí la naturaleza actuaba y eliminaba a aquellos animales en el conjunto que no se adaptaban a los cambios del ambiente, o sea, eran menos aptos. Por otro lado, la agresividad, aparece como un mecanismo evolutivo que forma parte de reflejos condicionados heredados en muchos animales, incluyendo el humano.
Esta agresividad era necesaria para la supervivencia pues servía para alimentarse; se observa en la selva como los depredadores eliminan usualmente a los animales jóvenes, lo que parece ser una regla biológica, posiblemente por ser más fáciles de cazar, en razón de su menor capacidad defensiva, por ello, los animales que se reproducen más son los que tienen más posibilidades para sobrevivir como grupo y que algunos de sus cachorros lleguen a adultos.
La selección natural en cierta forma hace de la agresividad un mecanismo de adaptación, ya que, de lo contrario, si todos los animales aumentaran en número de manera masiva, habría déficit en las llanuras de pastoreo y no alcanzaría el alimento. En este caso sobrevivirían, entonces, los más capaces para adaptarse a su medio y poder alimentarse, reproducirse y defender su progenie. El animal joven al observar la violencia aprende de ella según sus necesidades y capacidades.
El mono desnudo al bajar de los árboles para ir a vivir a las planicies en grupos o tribus vio cómo su sistema de vida se modificaba totalmente y se dio cuenta de que en este mundo solo podría sobrevivir si actuaba como un lobo inteligente y armado. El ser humanos es gregario por naturaleza y hábitos, por lo menos así está demostrado por la Antropología. No hay hombres solitarios en medio de la naturaleza de ahí que se uniera a un grupo para sobrevivir. Además, su comportamiento sexual se modificó al unirse a una mujer y procrear hijos (el sexo fue un invento de la naturaleza para reproducirnos, sin el cual no existiríamos).
La aparición de la violencia no es un problema reciente, sino que existe desde la antigüedad remota. No es producto de la civilización, aunque ahora es masiva, sino que existía en los grupos prehumanos y humanos primitivos. Existe un componente genético o heredado, como ya hemos visto, y es la agresividad, que, junto con el componente de la huida ante un peligro, son indispensables para sobrevivir.
Pero la violencia criminal como la conocemos actualmente es un componente cultural del ser humano (ayudada por la agresividad que todos poseemos). Es posible que en la antigüedad aparecieran luchas entre los pastores y los labradores por tierras y luego se establecieron los principios de la civilización. La historia y hasta la Biblia (para los creyentes), son muy pródigas en señalar la violencia entre los humanos. Ellas muestran las constantes luchas, primero entre tribus, luego entre los pueblos y finalmente entre las naciones ya constituidas, en busca de las riquezas del enemigo, la supremacía territorial militar o política, obtener esclavos, aparte de otras ventajas.
Los acadios pelearon con los sumerios hace más de 4.000 años, los babilonios contra los acadios y estos contra los asirios. Los egipcios contra diversos pueblos. Cananea, luego llamada Palestina y ahora Israel, fue una región en la cual, por siglos, los cananeos peleaban entre ellos, luego contra los filisteos y ambos contra los intrusos israelitas y estos peleaban entre sí. En Grecia, las ciudades-estado estaban en constantes conflictos entre sí, hasta que Filipo de Macedonia y luego su hijo Alejandro Magno la unificaron y luego conquistaron el mundo, pero agotaron las reservas de jóvenes griegos con sus guerras. Llegaron los romanos y conquistaron el mundo y luego al cabo de siglos y agotadas también sus reservas humanas, fueron derrotados. Los árabes guiados por Mahoma y sus descendientes conquistaron el medio oriente y parte de Europa imponiendo la religión del islam.
Luego, nada menos que en el siglo XX, dos guerras mundiales destruyeron Europa y Japón debido al empleo de armas de destrucción masivas, al extremo que en una oportunidad Einstein, antes de morir, dijo que de seguir así la próxima guerra sería con piedras, ya que todos se habría destruido. Pese a esa advertencia, los Estados Unidos, atacaron y destruyeron a Irak con la mentira de que el dictador Hussein tenía armas atómicas, buscando su petróleo y desestabilizando la región, donde han proliferado los terroristas fanáticos del islam, al Qaeda, Isis, y varios más. Vimos como Putin, el presidente de Rusia, amenaza a Ucrania y se anexa Crimea. El joven fanático dictador de Corea del Norte, amenaza con armas atómicas a Corea del Sur, Japón e incluso a Estados Unidos, donde Donald Trump, un impredecible presidente. podría responderle con una guerra de consecuencias imprevisibles.
Esos ejemplos y muchos otros más, muestran que la violencia injustificada en muchos casos ha sido la compañera inseparable del ser humano desde su aparición en la Tierra. La discusión de la naturaleza del ser humano y de su conducta, a veces muy racional y productiva y en ocasiones irracional y destructora, es algo que siempre ha formado parte de la historia del hombre. Esperamos que, a la larga, gracias a la educación, la conducta humana buena, aprendida o cultural y la parte racional de su mente, prevalezcan sobre la emocional o pasional y se logre la convivencia de todos, bajo la tolerancia y la paz.
Rita Levi-Montalcini decía:
«Somos más inteligentes que hace 50.000 años, pero no somos más buenos. Porque no estamos controlados por el componente cognoscitivo, sino por el componente emotivo, el agresivo en particular».