Fernando Merino Niño (1946-2011) en su Historia natural de las infecciones y epidemias de Venezuela, nos comenta que la fiebre amarilla, enfermedad viral, produce una severa fiebre hemorrágica en humanos. Dicho virus es transmitido mediante la picadura de un zancudo o mosquito femenino infectado, usualmente el Aedes aegypti.
La primera epidemia conocida de fiebre amarilla acaeció en la isla de Guadalupe. Fue reportada por el botánico y fraile dominico Jean-Baptiste Du Tertre (1610-1687). Desde entonces, la enfermedad sería documentada en América, el Caribe y África, de donde procede inicialmente.
A Venezuela, esta enfermedad llega desde las Antillas, expandiéndose en el país, causando numerosas muertes. La emocional novela de Miguel Otero Silva (1908-1985), Casas Muertas, narra la historia producto del paso de la enfermedad por Ortiz, pueblo de los llanos centrales de Venezuela, el cual había sido tan importante como la capital. La fiebre amarilla lo arrasó, luego vino la malaria, trayendo como consecuencia la muerte de muchos pobladores, la emigración de otros tantos, con el consecuente declive del lugar. Allí vivía Carmen Rosa. Sebastián, su novio, la visitaba cada domingo, pero al ser afectado por la enfermedad, muere. La joven decide irse para no regresar.
«En aquel mediodía caliente y sordo se percibía más hondamente la yerma desolación de Ortiz, el sobrecogedor mensaje de sus despojos. No transitaba un ser humano por las calles, ni se refugiaba tampoco entre los muros desgarrados de las casas, cual si todos hubiesen escapado aterrados ante el estallido de un cataclismo, ante la maldición de un dios cruel. Apenas, desde un rancho miserable, llegaba el estertor de un hombre que sudaba su fiebre agarrotado entre los hilos sucios de su chinchorro. A su alrededor volaban sosegadamente las moscas, moscas verdes, gordas, relucientes, único destello de acción, única revelación de vida entre los terrones de las casas muertas».
La fiebre amarilla ha definido el futuro de muchos pueblos. En diciembre de 2014, el presidente estadounidense Barack Obama, al restablecer relaciones entre Estados Unidos y Cuba, comentaría:
«… we’ve seen the benefits of cooperation between our countries before. It was a Cuban, Carlos Finlay, who discovered that mosquitoes carry yellow fever; his work helped Walter Reed fight it».
Tal cooperación ciertamente existió, pero los asesores del presidente fallaron en aclararle que la transmisión de la fiebre amarilla por mosquitos fue descubierta y publicada por un francés nativo de Guadalupe, nacionalizado venezolano, Louis Daniel Beauperthuy (1807-1871), muchos años antes que Carlos Finlay (1833-1915) lo hiciera.
Beauperthuy nació en Basse Terre, Guadalupe. Estudió luego en Francia, graduándose de Médico y Cirujano en la Facultad de Medicina de París en 1837. Su tesis De la Climatologie, trata sobre el ambiente y su relación con diversas enfermedades. El Musée d’Histoire Naturelle de París lo contratará en 1838 como 'Viajero Naturalista' enviándolo a las Antillas para colectar muestras de biodiversidad. En 1841, el joven se radicará en Cumaná, Venezuela. Decidido a “echar raíces”, revalida su título en la Universidad Central de Venezuela. Conocerá también a la Ignacia Sánchez de Arellano Mayz, con quien se casaría en 1842.
Cultiva amistad con médicos destacados de la época y no pierde contacto con académicos franceses. Para 1850 dicta clases de anatomía en la Escuela de Medicina del Colegio Mayor de Cumaná. Durante estos años, en un medio endémico de enfermedades tropicales y sin contar con mayor apoyo institucional, Beauperthuy realiza observaciones y experimentos de carácter médico, científico y social en condiciones de relativo aislamiento académico y geográfico. Registrará hallazgos y hará observaciones de numerosas infecciones. Colecta e identifica insectos, prueba plantas de posible uso médico, realiza conclusiones novedosas, se va alejando de la teoría miasmática que dominó la enseñanza médica durante sus estudios en Francia.
En 1853, Cumaná es devastada por un terremoto. La ciudad es luego afectada por una epidemia de fiebre amarilla. Beauperthuy, quien ya conocía dicha enfermedad observa que:
«… las fiebres intermitentes son graves en razón de los insectos tipulares y esas fiebres dejan de existir o pierden mucho de su intensidad en las montañas, por su elevación y escasa presencia de aquellos insectos».
Beauperthuy concluye que la epidemia era estacional, transmitiéndose solo ante la presencia de ciertos mosquitos. Comprobó su hipótesis con un experimento sencillo y lógico: interpuso mosquiteros entre los insectos que sospechaba transmisores y los habitantes de zonas endemoepidémicas, impidiendo así el contagio. Sus resultados lo llevan a decir:
«… no se puede considerar a la fiebre amarilla como una afección contagiosa … los agentes transmisores de esta infección presentan un gran número de variedades que no son todas perjudiciales en el mismo grado. La variedad zancudo bobo, de patas rayadas en blanco, en cierto modo la especie doméstica, es la mas corriente».
Habiendo colectado dichos zancudos, Beauperthuy determinó que pertenecían a la especie que hoy conocemos como Aedes aegypti. Su hallazgo es publicado en la Gaceta Oficial de Cumaná del 23 de mayo de 1854 asegurando prioridad al descubrimiento. Igualmente, envió los detalles de sus observaciones y experimentos a Marie Jean Pierre Flourens (1794 – 1867), fisiólogo francés y miembro relevante de la Academia de Ciencias de París, quien presentaría el manuscrito de Beauperthuy con la innovadora teoría que afirmaba que “un zancudo inocula la fiebre amarilla” ante un comité especial formado por los eminentes investigadores Étienne Serres (1786-1868), Gabriel Andral (1797-1876) y Jean-Baptiste Boussingault (1801-1887). Estos presentarían las conclusiones de Beauperthuy en reunión de la Academia del 14 de abril de 1856, para publicarlas ese mismo año en las revistas científicas francesas Comptes Rendus des Seances del’Académie des Sciences y L’Abeille Médicale.
«En décembre 1853, j’ai été chargé par le gouvernment vénézue; lien de porter secours aux individus attaqués par la févre jaune á Cumana et ses alentours. Déjà depuis 1839 de longues et pénibles recherches faites dans un grand nombre de localités malsaines des provinces de Cumana, Barcelone et de la Guyane espagnole m’avaient porté à croire que les fièvres des merécages étaient dues à virus végéto-animal inoculé dans l’organisation humaine par des insects tipulaires...».
Estas conclusiones aparecerían en castellano en la revista Escuela Médica de Caracas en 1875. Beauperthuy fue diligente al hacer llegar sus resultados a acreditados investigadores. Sin embargo, como su teoría y revolucionario hallazgo contradecían la “Teoría de las Miasmas,” vigente entonces, pocos científicos fuera de Francia entendieron su pesquisa. En 1881, veintisiete años después que Beauperthuy publicara su teoría por vez primera, el médico cubano Carlos Finlay (1833-1915) comentaría acerca de la relación fiebre amarilla-mosquito.
Existen datos indiscutibles que inducen a creer que Finlay conoció las teorías de Beauperthuy. Igual pensaba el ilustre entomólogo venezolano Pablo Anduze (1902-1989):
«…en un momento de sus vidas, sus caminos y sus ideas se cruzaron, y, siendo así, es imposible que Finlay no hubiese oído hablar de la teoría insectil.
» … fui distinguido … para que examinara el contenido de una caja cerrada … [que] contenía … una cajita con un mosquito reconocible por cualquier entomólogo [...].
Pero esas pruebas materiales no son necesarias por cuanto, en sus escritos, Beauperthuy había hecho una descripción del mosquito que no dejaba lugar a dudas [...]. Uno solo, el 'Aedes aegypti', el vector de la fiebre amarilla urbana. Que Beauperthuy lo llamara 'tipulario' nada importa: para los entomólogos de su época, todos los mosquitos de patas largas eran tipularios.
»Convengamos que el concepto de la transmisión del virus tal como la captó Beauperthuy estuviese errado, que el virus no proviene de detritus. Pero sin lugar a dudas que el virus pasaba por picada del mosquito al hombre. Negar eso sería negar la luz del Sol...
»… antes de que Finlay diera a conocer la teoría de la infección de hombre a hombre, ya Beauperthuy había indicado cuál era el vector. …lo escribió, lo publicó y lo informó a la Academia de Medicina de París».
En sus escritos, notamos que Beauperthuy también sugería que la malaria (Marsh-Fever) era transmitida por mosquitos [en este caso Anopheles], aunque de estos no menciona detalles. En el número 708, del 24 de julio de 1908, página 114, de la prestigiosa revista Science, leemos parte de la nota “Beauperthuy on mosquito-born diseases”:
«Dr. Agramonte, [Aristides Agramonte y Simoni (1868-1931), médico patólogo cubano, experto en enfermedades tropicales] in an article quoted from the Havana Cronica Medica by the British Medical Journal, calls attention to the Pioneer work of Louis Daniel Beauperthuy, … … It was to the Gaceta Oficial de Cumana that Beauperthuy seems to have written most fully, but he made more than one communication to the Academie des Sciences. One of these, dated from Cumana, January 18, 1856, is entitled "Researches into the Cause of Asiatic Cholera and into that of Yellow Fever and Marsh Fever," and in this he says that as early as 1839 his investigations in unhealthy localities in South America had convinced him that the so-called marsh fevers were due to a vegeto-animal virus inoculated into man by mosquitos».
Finlay fue incapaz de reproducir experimentalmente la transmisión de la enfermedad con los mosquitos que utilizó. Parece haber sido escaso su conocimiento entomológico y usó los insectos equivocados. Al respecto nos comenta Anduze:
«La teoría de Beauperthuy había sido publicada, … comunicada …; era conocida en toda Venezuela, y entre los profesionales de la isla de Trinidad, con quien Beauperthuy mantenía estrechos nexos… Finlay se graduó en 1855, vivió en Puerto España, donde se casó y regresó a La Habana … sin duda, conociendo la teoría, es de suponer que la callara hasta que ya no era posible callarla más [...].
Pero Finlay, cuando llegó a reconocer, 26 años más tarde, la capacidad vectora de los mosquitos, hizo suya la teoría y culpó al 'Culex cubensis' (por cierto, incapaz de ser vector, de acuerdo con los conocimientos modernos), a despecho de todo lo que conocía y había oído decir. Esto es tanto más verídico por cuanto uno de sus propios compañeros de las gestas de 1881, el Dr. Arístides Agramonte, quien tuvo la oportunidad de ver el material de Beauperthuy y de leer los manuscritos originales del sabio, concedió la prioridad del descubrimiento a éste».
El propio Agramonte comentaría:
«El Dr. Finlay, desgraciadamente, no pudo reproducir experimentalmente un solo caso de fiebre que resistiera la más leve crítica, de tal modo que, cuando el Army Board vino a investigar las causas de la Fiebre Amarilla en Cuba, su teoría, aunque prácticamente correcta, estaba tan desacreditada por sus propios fracasos, que los más conocidos expertos en la materia la consideraban ingeniosa, pero completamente fantástica, y más de uno la consideraba sujeto de humorísticas y sarcásticas agudezas».
No se pretende restar méritos a Carlos Finlay, sino ayudar a corregir un entuerto histórico, ya que fue Louis Daniel Beauperthuy, mucho antes que el cubano, quien estableció que la fiebre amarilla no era transmitida por contacto con enfermos sino por un mosquito.
De los múltiples intereses médicos de Beauperthuy, fue la lepra a la cual dedicó más tiempo. En 1870 el Gobierno británico lo nombró director del leprocomio de la isla de Kaow, Demerara, sobre el río Esequibo, en la Guayana inglesa de entonces, para aplicar sus modernas técnicas curativas. Mantendría esta posición hasta su muerte en septiembre de 1871.
La labor de Louis Daniel Beauperthuy es reconocida en diversos países. En Basse Terre, Guadalupe, su ciudad natal, un hospital lleva su nombre. En Francia, su casa de habitación es lugar histórico. En Venezuela es recordado como pionero de la microbiología, la microscopía y la entomología médica.