Que la tecnología ha venido a quedarse es innegable, igualmente que es una fuente importante de producción y mejora de la calidad de vida para aquellos que la usan.
Hoy en día es impensable una sociedad sin tecnología, en cualquier aparato electrónico por pequeño que sea existe un procesador que permite controlar el tiempo o realizar distintos cálculos o funciones.
Pero donde más ha afectado la tecnología, sobre todo entre los jóvenes, es con respecto al ocio, cambiando éste radicalmente en unos pocos años.
Ahora es difícil encontrar a un joven que no sepa qué es una Nintendo, una Wii o cualquier otro dispositivo de ocio que se emplea con el ordenador, pero ya ni siquiera este hace falta, con los juegos para tablet o smartphone, con los que prácticamente se puede jugar en cualquier lugar, a cualquier hora.
Algo que sin duda ha cambiado la forma de relacionarse con los demás, pasando el joven casi más horas conectado con otros de forma virtual que compartiendo su tiempo presencialmente con sus amigos o compañeros.
Por lo que la incidencia de la tecnología sobre las relaciones humanas se ha convertido rápidamente en objeto de estudio por parte de la ciencia, debido a la creciente preocupación de los padres sobre sus consecuencias.
Actualmente existen datos contradictorios sobre los beneficios o no de los videojuegos, ya que depende mucho de la edad del menor, el número de horas que dedica y el tipo concreto de videojuego.
Pero la tecnología no sólo ocupa el tiempo de ocio, sino prácticamente cualquier actividad, incluido el de formación, donde ya se usan las tablets en clase de primaria o las computadoras en secundaria; unido a la creciente oferta de universidades online, que permiten estudiar cualquier carrera desde tu casa sin desplazarte.
Pero si hay un fenómeno curioso que todavía no está suficientemente explicado en cuanto a los efectos de la tecnología en el ser humano es con respecto a la memoria.
Hoy en día, casi cualquier dispositivo puede guardar cientos o miles de documentos, ya sea en formato Word o PdF, así como música o fotografías, algo que nos permite poder “acceder” a las imágenes de nuestras últimas vacaciones, el email de un ser querido que se encuentra distante.
Actualmente tenemos “acceso” casi ilimitado a nuestros “recuerdos” gracias a la tecnología, en donde depositamos cada vez más nuestras experiencias, ya sea en blogs, redes sociales con opiniones, likes o selfies.
Pero, contrariamente, nuestra memoria parece estarse cada vez más “debilitando”, dependiendo de la agenda del smartphone, para recordar el número de teléfono de un amigo que hace tiempo que no vemos, algo que podría considerase normal, si no fuese porque apenas hace unos años, a cualquiera que se le preguntase por la calle era capaz de recordar de seis a siete números de teléfono de conocidos y familiares sin problema y en cambio hoy, apenas dos o como mucho tres.
Y lo mismo sucede con las fechas importantes, cada vez vamos dependiendo más de la tecnología, para que nos avise del cumpleaños de nuestro hermano, el día que la excursión…
Si bien es cierto que la tecnología no es responsable de ello, hay que tener en cuenta que la “falta de uso” hace “vago” al cerebro; así, si asumimos el símil de que el cerebro es un músculo, cuanto más lo ejercitemos más fuerte será y más capacidades desarrollará, en cambio, si no se practica, cada vez se irá teniendo menos memoria.
Los detractores de esta aproximación justifican que no es precisa la memoria si se dispone de una agenda electrónica o en el smartphone, algo que es útil cuando hay decenas o cientos de números que recordar, pero ¿no llegar ni a siete? Supongo que algo no se está haciendo bien, solo haga la prueba en sí mismo: ¿cuántos números de teléfono es capaz de recordar de familiares y amigos? Anótelos y luego compruebe en su smartphone si se ha equivocado.