¿Qué se sabe de las cruzadas? Hay mucho escrito, pero poco leído. No existe una idea ni siquiera generalizada o estereotipada de esos 200 años en que los europeos estuvieron intentando conquistar Oriente Medio y Asia Menor. ¿Qué fueron realmente las cruzadas y cómo es que no se estudia en Europa en los institutos?
No se estudia porque los europeos perdieron cada una de las invasiones que intentaron, aunque ganaran muchas batallas y consiguieran mover el epicentro cultural del mundo hacia occidente. Si alguien es capaz de decir un solo nombre relacionado con las cruzadas dirán sin duda el rey Ricardo Corazón de León, nadie más, ni siquiera Saladino, unificador del Islam, es parte de la cultura general, que, sin vencer militarmente a Ricardo, consiguió derrotarle.
Dentro de esos 200 años de invasiones, ¿puede una sola batalla de entre tanta tragedia cambiar el rumbo de la humanidad sin que esa batalla decida nada militarmente y acabe en el olvido? ¿Puede la caída de una ciudad ser un símbolo de la naturaleza decadente del ser humano y marcar a fuego un odio milenario? Demasiadas preguntas...
Ocurrió en Maarat, al sur de Antioquía en Siria, y aunque ambos bandos olvidaron, ¿durante cuántas generaciones se pudieron escuchar los ecos de los gritos en Maarat?
La irrupción de los frany
Es el cronista al-Qalanisi quien primero cuenta que llegaron desde el Oeste...
Kiliy Arsan es el sultán turco de 17 años que reina en gran parte de Asia Menor en el año 1097, esa zona que ha sido arrebatada a los griegos pocos años atrás se llamará Turquía en un futuro. Unos rumores crecen al oeste, una horda de europeos, los frany, llamados así por ser en su mayoría franceses, intenta cruzar hacia los territorios del sultán, pero Kiliy Arsan no está preocupado, sólo un año antes rechazó un intento de invasión de los frany del que salió victorioso y reforzado, pasando a éstos por el cuchillo o por la subasta de esclavos.
Tranquilamente parte a luchar en una de las perennes batallas vecinales en Malatya, batalla que será decisiva para la futura islamización de Turquía, pero es allí donde se entera de que los europeos asedian la ciudad capital de Nicea y entonces parte al encuentro de los invasores sintiendo que es más serio de lo que su vanidad le había dejado ver.
Tras la caída de Nicea, la parte occidental del Asia menor deja de tener dominio turco y los griegos aprovechan para recuperar algunos de sus antiguos territorios en la costa. Los frany avanzan en dirección a la región de Anatolia con una clara intención de seguir hacia Siria, así que Kiliy Arsan trata de atacar por sorpresa en Dorilea. Tiene ideado un ataque a tres flancos, rodeando a los invasores a pocos días de Nicea, pero como cuenta el cronista Al-Qalanisi: "Los frany hicieron trizas al ejército turco. Mataron, saquearon e hicieron muchos prisioneros, que vendieron como esclavos".
Sin pausa el ejército franco se adentra en Anatolia en dirección a Siria, pero tardarán más de lo previsto en cruzar. En ese tiempo, se extiende la noticia y el miedo a lo inesperado, ¿que querrán esos animales? Pero sigue pasando el tiempo y en el norte de Siria ya se cree poco más que un rumor todo lo que se cuenta, hasta que el 21 de octubre de 1097 se divisa desde la alcazaba de Antioquía, la mayor ciudad siria, al ejército invasor en el horizonte. "Ya llegan", gritan, y cunde el pánico.
La toma de Antioquía
El historiador Ibn al-Atir contará que el señor de Antioquía, Yaghi Siyan, atemorizado por una sedición, expulsa de la ciudad a los cristianos que en ella viven. Cree que teniendo una muralla de 12.000 metros con 300 torres y estando edificada junto al río Orontes, es decir, imposible de ser sitiada por completo, la única manera que tienen de perder la ciudad es con un cómplice desde el interior que los traicione.
Manda a su hijo a hablar con las autoridades de las ciudades más cercanas, pero no obtiene respuesta y se ve en la obligación de elegir un bando en "la guerra de los dos hermanos". Estos dos hermanos se odiaban y mantenían a Siria dividida. Uno de esos hermanos era Ridwan, rey de Alepo, a quien rodeaban todo tipo de historias aterradoras y misteriosas. Se decía que estaba bajo la influencia de un `médico astrólogo´ perteneciente a la orden de los asesinos, una secta de reciente creación que tendrá un papel importante durante las cruzadas.
A algunos os sonará, ya que es la secta que inspira el juego Assassin´s Creed en la actualidad, pero con una historia sin relación con la realidad de la orden. Este rey Ridwan acaba matando a sus dos hermanos pequeños por temor a que le arrebaten el trono, pero el tercero logra escapar. Su nombre es Dukak y acaba siendo proclamado rey en Damasco poco después de su llegada. Dos reyes, dos hermanos y un odio irreconciliable...
Es a este último, Dukak, a quien primero se dirige Yaghi Siyan en busca de ayuda por la cercanía con Damasco. Dukak acepta, pero la paranoia y el miedo a que un miembro de la secta de los asesinos acabe con él en las afueras hace que su partida se retrase dos meses y, cuando se decide, se acaba volviendo a mitad de camino. En enero, Yaghi por fin decide pedir ayuda a Ridwan, convencido de que Dukak no volverá a poner un pie fuera de Damasco. El siniestro rey se lo piensa unos días, no está convencido ni contento por ser la segunda opción, pero le llega la noticia de que algunos frany han arrasado tierras cercanas a su ciudad, Alepo, en busca de víveres y decide defenderse atacando.
El ejército de Ridwan aparece en Antioquía el 9 de Febrero y con demasiada prudencia, o temor, ocupan una franja estrecha de terreno a la espera de atacar al siguiente día. Los frany atacan más temprano aún y la franja de tierra que servía de refugio se convierte en una trampa de la que es mejor huir, pero sólo algunos lo consiguen... horas después, los frany arrojarán las cabezas cortadas del ejército de Alepo con catapultas por encima de las murallas de la ciudad.
La última opción que le queda es pedir ayuda al emir Karbuka, poderoso gobernador de Mosul, este antiguo esclavo convertido en regente acepta mandar un ejército con la intención de seguir aumentando su influencia en la zona.
Pero los temores paranoicos de Yaghi Siyan se hacen realidad el 3 de Junio, antes de que Karbuka haya aparecido. Esa noche, un musulmán armenio llamado Firuz, fabricante de corazas, lanza una cuerda al exterior por la que escalan la muralla unos 500 soldados francos. Yaghi Siyan ha multado a Firuz días antes, acusado de estraperlo, con una gran cantidad de dinero y éste como venganza acaba pactando con los frany, que le ofrecen oro y tierras.
Al alba los frany hacen tocar sus trompetas desde el interior de la ciudad; Yaghi Siyan despierta y pregunta qué está pasando, nadie lo sabe; acaba suponiendo que los frany han tomado la alcazaba. Después de 200 días rechazando al invasor Yaghi se rompe, cede al terror y huye con algunos guardias por una de las puertas de la ciudad, dejándola abierta. En la huida cae inconsciente del caballo y muere, sus guardias lo dejan atrás, hasta que un leñador armenio reconoce quién es y le lleva su cabeza a los nuevos señores de Antioquía. A los tres días de caer la ciudad es cuando aparece el ejército de Karbuka en el horizonte, pero la mitad ha desertado y se ha unido a Dukak en Damasco y la otra mitad le ha perdido el respeto y la admiración. Los frany ven cómo el ejército desmotivado de Karbuka se da media vuelta y ganan la batalla sin lanzar una sola flecha.
Los sucesos de Maarat
Después de esto, ya no quedan ejércitos en Siria que puedan parar el avance de los frany, ahora las ciudades sólo se tienen a sí mismas para protegerse del invasor. La primera ciudad después de Antioquía será Maarat y los sucesos allí puede que cambiaran sin nadie saberlo el curso mismo de la historia.
Maarat es una ciudad de unos 15.000 habitantes, con una muralla circular, cuyo señor nominal es el rey Ridwan de Alepo. Los frany la rodean a mediados de Noviembre, aunque Maarat no tiene ejército, sólo una milicia de jóvenes que hacen frente durante dos semanas.
El 11 de Diciembre, Bohemundo, nuevo señor de Antioquía, promete perdonarles la vida a sus habitantes si no oponen resistencia y se refugian en edificios específicos. Los ciudadanos no tienen opción y aceptan los términos de la rendición que le ofrecen, pero al alba los frany comienzan una matanza sin sentido que durará tres días y acabará en canibalismo.
El cronista franco Raúl de Caen confiesa que "en Maarat, los nuestros cocían paganos adultos en cazuelas, ensartaban a niños en espetones y se los comían asados." Aunque son los poetas locales y la tradición oral quien fijaran esa imagen merecida de salvajes en los invasores europeos. Tampoco los turcos olvidarán el canibalismo occidental y a lo largo de su literatura épica se describirá a los frany como antropófagos.
Se entendería que se pudiera creer una mera exageración y una fantasía de los cronistas para demonizar al enemigo, pero hay muchas fuentes occidentales que lo admiten abiertamente, como en una carta que un año más tarde de los hechos envían los jefes frany al Papa: "Un hambre terrible asaltó al ejército en Maarat y lo puso en la cruel necesidad de alimentarse de los cadáveres de los sarracenos". Pero no parece que fuera sólo hambre. Otro cronista franco, Alberto de Aquistán, que participó personalmente en los hechos de Maarat, dice: "A los nuestros no les repugnaba comerse no sólo a los turcos y los sarracenos que habían matado, sino tampoco a los perros".
El sitio de Jerusalén
A estas alturas ya se sabe que la intención final de los frany es llegar hasta Jerusalén por orden del Papa, así que las ciudades que están en la ruta hacia allí se preparan, otros muchos huyen aterrados por las historias que se cuentan sobre lo acontecido en Maarat, el canibalismo de los europeos se conoce en todas partes rapidamente. Después de quemar cada casa de Maarat y de derribar cada piedra de sus murallas, quizás para borrar toda huella de la vergüenza, los frany viajan hacia el sur y no encuentran mucha más resistencia, las ciudades que funcionan ya como emiratos independientes por la fragmentación del país salen al encuentro de la horda europea para darles oro y víveres con la esperanza de que no paren en sus ciudades; en Beirut, Líbano y después en Palestina les abren el camino hasta la ciudad santa...
El 15 de Julio de 1099, 492 de la hégira, los frany toman Jerusalén después de un asedio de 40 días. Ningún musulmán escapa de la espada, ningún judío escapa del fuego, ni siquiera los cristianos de Jerusalén, que llevan a cabo los modos orientales en sus ritos, consiguen escapar del sinsentido frany.
Todo esto provoca que miles de refugiados palestinos y sirios lleguen a pedir asilo en Damasco. Ante la llegada de estas personas sin hogar, el cadí Abu Saad al-Harawi les intenta reconfortar diciéndoles que "un musulmán no tiene que avergonzarse por haber tenido que huir de su tierra". De esta situación es testigo Ibn Yubair, gran viajero español, que llega a Damasco en estos días y escribirá sobre la desolación y el anhelo en los ojos de los refugiados, el miedo a lo que han tenido que ver, miles de refugiados que no volverán a su hogar hasta la marcha del invasor y que despertarán la conciencia de sus hermanos.
Esta situación desesperada, hace que el cadí viaje desde Damasco hasta Bagdad, irrumpiendo en el diván del califa al-Mustazhir-billah, "era un discurso que hacía llorar los ojos y conmovía los corazones" escribirán los cronistas de la época sobre lo que dijo en esa sala. Los refugiados fueron el motivo de aquel acto que hoy se considera como el primer intento real de concienciación sobre el problema que estaban viviendo, la primera toma de contacto con la realidad de las invasiones que asolarían esas regiones durante los siguientes 200 años, hasta que Abul-Fida pueda escribir: "¡Quiera Dios que nunca vuelvan a pisar este suelo!"
Los frany del tercer milenio
No sabían que volverían y no sólo para pisar el suelo, sino para perforarlo siglos después. Ya lo sabía Karbuka, el fracasado emir de Mosul, ya que en esa zona de mesopotamia había una riqueza inimaginable. Como escribiría ingenuamente Ibn Yubair, el viajero español: "A la derecha del camino que lleva hasta Mosul hay una depresión de tierra, negra, como si estuviera bajo una nube. Allí Dios hace surgir manantiales, grandes y pequeños, que dan betún (...) Este producto tiene la apariencia de un lodo viscoso, liso, brillante, que desprende un olor fuerte. (...) No lejos de allí, a orillas del Tigris, hay otro enorme manantial cuyo humo vemos desde lejos. Es conocido en todos estos países hasta en Siria, en Acre y en todas las regiones costeras. Alá crea lo que quiere. ¡Alabado sea!".
Y tanto que volvieron, para hacerse con esos manantiales de oro negro, pero hoy Siria está casi más rota que entonces y los refugiados ahora se cuentan por millones y, aún así, no levantan las conciencias de los europeos que son a quienes hoy piden ayuda para recuperar la humanidad perdida y la dignidad... y Europa paga para poder mirar hacia otra parte, Europa finge que no es causa de esa fragmentación y esas lágrimas ahogadas, seguramente porque los europeos olvidaron hace muchos siglos que tienen el hambre bien saciada... que provocaron tantas heridas por el mundo que no han hecho más que colocar tiritas sobre cicatrices.
Quise escribir sobre los primeros años en las cruzadas porque el relato, aparte de injustamente poco conocido, es una analogía perfecta de la situación actual, un bucle en el que sólo cambian las armas y los muertos. Una zona en continua guerra interna que ve como potencias mundiales acuden con sus propios motivos explotadores, fanáticos grupos autónomos que siembran el terror indiscriminadamente, y refugiados sirios y palestinos que se convierten en la imagen de la devastación y de la vergüenza de toda la sociedad...
Fue precisamente a un frany sin memoria, Napoleón Bonaparte, un invasor de otra época, a quien se atribuiría una frase de la cual no se sabe su origen real porque aquel que no conoce la historia, está condenado a repetirla.
Y repetirla.
Y repetirla...