La careta se ha caído. El Gobierno de Venezuela ha reconocido abiertamente que no se acatará a lo establecido en la Constitución Nacional y niega el derecho democrático de sus ciudadanos a medirse en las urnas electorales. Las manifestaciones de la población han sido una vez más reprimidas por la fuerza, empleando desmedidamente el uso de la violencia y persiguiendo a quienes impulsan a los ciudadanos a luchar por sus derechos y por la libertad. Además, han intentado bloquear la única institución pública en mano de la oposición: la Asamblea Nacional.
Bajo falsas fórmulas de apoyo ciudadano, el Gobierno de Venezuela busca desprestigiar, bloquear e intimidar a la oposición en la Asamblea Nacional. La estrategia ha sido el concentrar a un grupo de personas adeptas al oficialismo en las inmediaciones de este organismo gubernamental, siendo una medida de presión constante contra los diputados (en su mayoría contrarios al chavismo) e, incluso, entrar en el propio hemiciclo para el saboteo de los plenos celebrados e impedir que se organicen medidas legales que lleven al país a unas nuevas elecciones.
El modelo, que pudiera pensarse solo es viable en modelos políticos tercermundistas, ha tenido su réplica en España. Después de dos elecciones con el Partido Popular como la fuerza política más votada del país, la celebración de la investidura de Mariano Rajoy se ha visto marcado por ‘Rodea el Congreso’, una campaña promovida desde la extrema izquierda. El objetivo era rechazar un nuevo mandato del líder del Partido Popular, pero no por el diálogo o los votos, sino por la violencia y la intimidación.
Tanto en Venezuela como en España el modelo ha sido el mismo: rodear una institución pública mayoritariamente liderada por un grupo político ajeno a la extrema izquierda, el uso del derecho de la manifestación para presionar una decisión política (investidura o la petición de revocatorio) que, además de legar, ha sido respaldada por la mayoría de los electores y, finalmente, emplear la violencia y amenazas para tratar de amedrentar a los diputados que cumplen con sus funciones.
A pesar de que desde Podemos y otras fuerzas adeptas al comunismo quieran negar su vínculos con Hugo Chávez, cada vez salen más pruebas de que piensan y actúan de la misma manera. No se puede pasar por alto que el propio líder de la tolda púrpura, Pablo Iglesias, solicitó a finales de 2015 que se implementara un referéndum revocatorio en el modelo político español. Para algunos, se trata de una inspiración del sistema creado por el expresidente venezolano, para otros la idea proviene del mismo político español, quien asesoró a la ‘revolución bolivariana’, pudiendo poner a prueba su idea de una votación a la mitad del período presidencial.
En política, las similitudes no existen. Mucho menos cuando dos movimientos políticos cuentan con las mismas ideas, actúan con las mismas triquiñuelas y atacan a las propias instituciones del Estado cuando se niegan a darle la razón. La democracia no se levanta sobre la presión y el ataque a los diputados, sino en la capacidad de hacer que el pueblo te siga por tus ideales y tus resultados. Por crear futuro y no para limitarse a criticar lo que antes estaba mal, sin ofrecer nada mejor a cambio que las obsoletas ideas marxistas y comunistas que han caído bajo su propio peso.