En el 2014 Owen Jones escribió el libro “The establishment”, mostrando al mundo que una camarilla de pocos manejan el poder con el apoyo de muchos, que se benefician directamente de esta alianza, que bloca la sociedad en un status quo parasitario, donde las mayorías pagan y sufren en carne propia el despilfarro de la minoría deslegitimada que detiene el poder político.
Owen Jones no tuvo los instrumentos para describir el modus operando de la casta, pero a través de WikiLeaks, hemos podido seguir desde cerca, leyendo como intrusos, la correspondencia electrónica entre los detentores del poder y sus alianzas con los bancos y las empresas privadas, que por una parte contribuyen económicamente con algunos millones para obtener beneficios por cientos o miles de millones, mientras los políticos los defienden y avalan.
Esta posibilidad de mirar hacia adentro con una lupa enorme, nos muestra que la única motivación detrás del poder y la política es: más poder sobre todo económico y que esto se logra, en un modo, completamente contrapuesto a lo que se dice públicamente. Es decir, todo es una fachada, una mentira y para muchos una absurda ilusión, con algunas pequeñas diferencias de lenguaje. Pero en esencia, son todos iguales.
Lo que pasa en los EEUU, pasa también en muchos otros países y nos obliga a aceptar una realidad innegable: la política oficial está hecha de corrupción y robo, es completamente priva de moral y principios y para ellos, cualquier medio es útil para conservar su estatus de poder y enriquecerse.
Esto lo vemos en manera rampante con la “Clinton Foundation” y todos sus escándalos, pero también en Chile con la casta de la señora Bachelet y con la camarilla de su opositor, Piñera. Unos venden el mar, los bosques y los minerales, otros simplemente roban y hacen negocios con el dinero público. En unos pocos meses tendremos noticias de Donald Trump, que ha sido elegido presidente, usando una retórica desprovista de valores, donde los temas que dominaban eran el odio, la xenofobia, la exclusión, la agresión y una visión excluyente de la sociedad y un mundo construido sobre rivalidades y conflictos. Unos pocos ganan y muchos pierden, sin una realidad común, sin bienes ni valores compartidos.
El costo de esta política es el futuro de la juventud y hoy por la primera vez, en muchas generaciones, los jóvenes tendrán menos recursos que sus padres. Pero hay otros elementos importantes: jamás como ahora, con los serios desafíos que afrontamos a nivel de calentamiento global, destrucción del medio ambiente y problemas enormes con la calidad de la vida, trabajo, sostenibilidad económica, bienestar psíquico y social, tenemos la necesidad de una clase dirigente preparada, no sólo en conocimientos y técnicamente, sino que además, moralmente y esta enorme contradicción entre la necesidad real de una clase dirigente preparada y la casta, nos lleva a un periodo difícil de inestabilidad y conflicto, que podrá en juego lo poco que queda de democracia.
A pesar de todo esto, a pesar de las horribles historias que conforman nuestra vida cotidiana, a pesar de las tragedias que se repiten constantemente, a pasar de la desigualdad, la corrupción, el despilfarro, las ineficiencias y la estupidez, junto con un sentimiento de impotencia exasperante, nadie hace nada.
Nadie protesta, nadie dice basta y así vamos siempre de mal en peor. Pero es más grave aún, el estado de descomposición moral, ha inmunizado a las mayorías y la apatía es una barrera enorme, que imposibilita cualquier cambio. Pocos votan, pocos participan, menos se organizan y muchos son completamente indiferentes, si los que gobiernan son unos ladrones, porque en realidad todos roban y nadie hace nada, sino pagar un precio enorme, cada día, en dignidad humana.