Los hermanos Dardenne, hijos predilectos de Cannes, también se equivocan. Aplaudidos por la crítica y reconocidos con galardones en el festival de cine más importante del mundo, cuando este año se proyectó en competición La fille inconnue, la acogida fue, cuanto menos, tibia. Los propios directores no estaban del todo satisfechos con el montaje que habían presentado y, antes de su estreno comercial, decidieron regresar a la sala de montaje para reducir el metraje. Con siete minutos menos de duración, la nueva cinta de los realizadores belgas sigue sin estar a la altura de sus mejores trabajos.
Jenny (Adèle Haenel) es una joven doctora generalista. Una noche, cuando la consulta ya ha cerrado, llaman al timbre, pero ella decide no abrir la puerta. Al día siguiente, agentes policiales le informan de la aparición del cadáver de una joven en las proximidades de su puesto de trabajo. Atrapada por la culpa, decide investigar la identidad de la fallecida.
A primera vista, puede parecer audaz introducir elementos del género policiaco para insuflar nuevos aires al cine social. Sin embargo, en manos de los Dardenne, la investigación es rutinaria y falta de interés, sin ningún elemento sorprendente o con el suficiente atractivo como para llamar la atención de un espectador indiferente y, pese a los esfuerzos de los cineastas por innovar, ya familiarizado con las situaciones y personajes mostrados. Más aun, varios encuentros entre la protagonista y otros actores resultan forzados y poco creíbles. Pese a su aplaudido humanismo y las evidentes buenas intenciones, los hermanos belgas ofrecen en La fille inconnue un trabajo algo maniqueo e impostado, no del todo honesto.
Además, la resolución del misterio es tan anticlimática, previsible y carente de complejidad que pone en cuestión la necesidad de recurrir al género policiaco para desarrollar la trama. Es evidente que los Dardenne no aspiraban a crear un thriller comercial marcado por el suspense y los giros de guion, pero lo cierto es que su artefacto apenas esboza reflexiones o tesis sobre la relación de la sociedad europea con la inmigración. Más allá de los evidentes paralelismos con las puertas cerradas del Viejo Continente ante la crisis de refugiados, La fille inconnue es una película insignificante y lánguida.
Como guía y centro de la historia, los directores de Lieja han escogido a la joven Adèle Haenel, nueva promesa del cine francés que la Academia de su país ya ha reconocido con dos premios César. Su labor es el aspecto más logrado del filme. Sin embargo, la esforzada interpretación está lejos de ser perfecta. Es cierto que su mirada atormentada transmite la desubicación, culpa y arrepentimiento del personaje, pero, en demasiadas ocasiones, la introspección se convierte en frialdad y ausencia de matices. Pese a sus intentos, no dota de profundidad a la joven doctora. De todas formas, la unidimensionalidad de Jenny se encuentra en el propio guion de los Dardenne, que han diseñado a la protagonista como un símbolo de la culpa y han olvidado dotarla de una vida auténtica, tanto interior como exterior. En definitiva, han obviado los aspectos que la podrían convertir en un ser humano real.