El toro androcéfalo de Nimrud, en Irak,ya no existe; del techo del Templo de Bel, en Palmira (Siria) han quedado solamente fragmentos; mientras la Sala del Archivo de Estado del Palacio Ebbla, también en Siria, casi ha desaparecido. Con un excepcional trabajo de reconstrucción a escala real realizada en Italia, hasta el próximo 11 de diciembre, en el Coliseo de Roma es posible admirar la estos tres monumentos que han sido destruidos por la furia iconoclasta del fundamentalismo islámico o durante la guerra en Siria.
“Renacer de las destrucciones” se llama la exposición patrocinada por la Unesco, a partir de una idea del ex Alcalde de Roma y ex Ministro para el Patrimonio Cultural, Francesco Rutelli, Presidente de la Asociaciçon “Incontro di Civiltá”, con la asesoría del arqueólogo Paolo Matthiae, y la Fundación “Terzo Pilastro- Italia e Mediterraneo”: tres importantes empresas italianas (Savioli, Arte e Idea y Tryeco) utilizando tecnologías vanguardistas (modelos y técnicas de construcción digital, impresoras 3D y sofisticados materiales) lograron el “renacimiento” de estas obras.
El Toro androcéfalo alado es una divinidad mesopotámica con cuerpo de toro (a veces podía ser de león) y cabeza humana: en la sociedad mesopotámica o en general asiria era un espíritu protector y por eso se ubicaba en los lugares de acceso a ciudades y palacios. Esta escultura, que desde sus cinco metros de altura protegía de los espíritus malignos a los habitantes de Nimrud, la primera capital del imperio asirio, y que fuera destruida en la primavera de 2015 por el estado islámico, decoraba la pared de la fachada externa de la sala del trono del Palacio Nororeste del rey Assurnasirpal II, que gobernó el Imperio Asirio entre los años 883 y 859 a.C..
Dos mil quinientos años antes de nuestra Ebla, ubicada en el norte de Siria, era la capital de un importante reino que duró hasta el año 2.300 a.C.: fue destruida y reconstruida viarias veces durante un lapso de unos ocho siglos, hasta que en el año 1.600 a.C. Ebla se doblegó ante el rey hitita Mursili I que la destruyó total y definitivamente. Una misión dirigida por el arqueólogo Paolo Matthiae descubrió en 1964 este importante sitio arqueológico, que revolucionó el conocimiento que hasta esa fecha se tenía de la civilización de esta zona, sobre todo con el descubrimiento del Palacio Real con sus suntuosas decoraciones y documentos.
Era en la sala del Archivo del Palacio Real de Ebla donde se guardaban 17.000 tablillas cuneiformes que contribuyeron a conocer detalladamente una fase precedentemente ignorada de la historia de Siria y de las estructuras sociales, económicas, diplomáticas de esta importante capital que prosperó y se desarrolló en la segunda mitad del III milenio a.C. Entre los documentos más importantes descubiertos figuran el primer Tratado Internacional de la historia, un acuerdo entre Ebla y la ciudad de brazal, ubicada a orillas del río Éufrates.
Los numerosos riachuelos que llegan a Palmira desde las montañas que la circundan, un verdadero oasis en medio del desierto sirio, contribuyeron a que la ciudad se convirtiera en el lugar ideal para las caravanas que efectuaban el comercio entre el mar Mediterráneo y el Oriente, con mercaderías que provenían de India e incluso de China. La riqueza de la ciudad llegó a su apogeo el siglo II d.C. durante el emperador Adriano, lo que se reflejaba en la elegante arquitectura de sus edificios no solo públicos sino también en las casas privadas.
El monumental templo dedicado a Bel, la principal divinidad de Palmira, señor de los cielos y de los astros, representado con una franja con figuras que personificaban a los seis planetas hasta entonces conocidos (Saturno, Júpiter, Marte, Venus, Mercurio y Luna, que se creía era planeta), fue construido aproximadamente en el año 32 d.C.; en su arquitectura, junto a las manos de los artesanos de Palmira, se advierte el trabajo de artesanos griegos. El templo fue transformado en iglesia cristiana y posteriormente en mezquita. Fue destruido completamente por las milicias terroristas del Daesh en el verano de 2015. El techo del Templo de Bel fue reconstruido a partir de una fotografía tomada en los años 90 y gracias a documentos de las primeras excavaciones, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX: se reconstruyó la forma exactamente como era y luego fue necesario un proceso de envejecimiento para llevarlo al estado actual de antes de la destrucción.
Por lo tanto se trató de un proceso de reconstrucción filológica de todas las decoraciones como si fuesen nuevas<, sucesivamente se fueron envejeciendo para darles el aspecto del paso del tiempo, la erosión, el viento, la lluvia. La realización final fue una base de poliestireno para el techo, mientras para las decoraciones se usó impresión en 3D y calcos con materiales ultra sofisticados y livianos porque el original en piedra era demasiado pesado, lo que hacía difícil darle la pátina de envejecimiento, según explicaron los expertos.
El objetivo de esta exposición tiene varias fases, como explica Francesco Rutelli: “en primer lugar, no aceptar las destrucciones y por lo tanto hacer un llamado a la opinión pública internacional, desde un lugar simbólico como es el Coliseo, que ha sido sede de triunfos pero también de hechos trágicos, no hay que olvidarse de que la construcción del Coliseo se financió con el botín de Jerusalén”.
En segundo lugar, es necesario abrir el debate sobre la reconstrucción: “¿Qué se va a hacer cuando se acabe la guerra? Junto a casos terribles, como los grandes Budas de Afganistán que nunca podrían ser reconstruidos, hay otros casos positivos, como el puente de Mostar, en Bosnia-Herzegovina, destruido y luego reconstruido con aportes europeos, símbolo de cercanía entre dos zonas en guerra en la misma ciudad por razones étnico-religiosas y luego reconstruido, como un símbolo de renacimiento civil, porque destruir una obra de arte en cualquier lugar del mundo es un crimen contra la humanidad, ya sea un templo maya, una mezquita en Timbuctú o un palacio renacentista en Florencia”, agrega Rutelli.
Junto a las reconstrucciones, en la exposición romana se exponen dos altorrelieves originales provenientes de Palmira, que lograron salvarse de la furia iconoclasta gracias a la valentía de funcionarios del Museo Nacional de Damasco destruido en parte por los bombardeos. Después del 11 de diciembre, cuando termine la muestra del Coliseo, estas dos obras, esculpidas en piedra, que representan a un hombre y a una mujer, serán restauradas en Italia para luego ser devueltas a su lugar de origen.