Joven. Muy joven. Así es Daniel Bellón, uno de los gaiteros más relevantes del panorama internacional. Su trabajo ha sido reconocido con una cuarentena de galardones. Además, ha tocado en diferentes países de Europa y América, es profesor en Madrid y en Galicia… Su currículum –con apenas 31 años– es de infarto. A pesar de ello, Bellón es humilde. Siempre escucha a quien le habla. No esquiva ni una sola pregunta. Responde a todas, por difíciles que sean. Y tampoco tiene miedo a la hora de mojarse en temas espinosos. Pero nunca pierde la sonrisa. Por ello, Wall Street International ha querido entrevistar a este músico gallego.
Con 31 años cuenta con más de 40 galardones. ¿Cómo lo ha conseguido?
Hubo una época, entre los años 2000 y 2006, en la que me presenté a varios concursos de gaita, tanto a nivel de grupo como solista. Y tuve la suerte de conseguir algunos premios. Guardo un muy grato recuerdo de estos años.
Además de música popular, toca otros géneros, como el jazz. ¿Se define como un músico multidisciplinar?
[Ríe] Me considero alguien que ha bebido toda la vida de la música popular. Pero también me ha gustado fusionarla con jazz, música moderna… Hoy día se coquetea con muchos géneros. Y a mí también me encanta hacer eso. No sólo con la gaita, sino también con otros instrumentos, como el saxofón.
¿El futuro de la música popular pasa por la innovación?
Yo creo que sí. Actualmente, para que te escuchen, hay que hacer cosas diferentes. Casi todo está creado. Además, la música popular se presta mucho a la fusión. Y la gaita, en concreto, todavía más. Se trata de un instrumento en evolución. Tiene un gran nivel técnico. Por tanto, éste es el momento de probar este tipo de cosas. En este sentido, existen diferentes posibilidades que pueden ayudar a que la gente escuche más la gaita.
En los últimos años, este tipo de música, ¿va teniendo una mayor acogida?
Sí. Y, sobre todo, entre la gente joven. Aquí –en Galicia– lo noto mucho. Tengo una escuela y los chavales están mucho más preparados y concienciados con la música propia. Cuando yo era niño nadie nos hablaba de este género. Sólo lo conocías a través de los abuelos. Ni siquiera mediante los padres, porque estuvo prácticamente prohibido por circunstancias políticas…
Hoy en día, sin embargo, eso ha cambiado. Los niños conocen la música popular gracias a sus profesores del colegio, a la labor de asociaciones, a las escuelas de música… Lo ven como algo normal.
En este sentido, ¿las diferentes administraciones van prestando más atención y apoyo a este género musical?
La Xunta de Galicia no está dando más apoyo a esta música. Sin embargo, la gente está más concienciada en este sentido, por lo que ejerce una mayor presión sobre el gobierno y las autoridades.
En cambio, a nivel local sí que hay lugares que brindan un mayor apoyo. Por ejemplo, de donde soy yo sí que hay un gran compromiso y respeto hacia la música tradicional. Además, la figura del gaiteiro está muy bien vista. Sin embargo, hay en otros sitios de Galicia donde no ocurre esto.
En cualquier caso, la música gallega es una potencia. Sonamos mucho en Escocia, Irlanda, Francia… Ha adquirido un nivel muy alto. No es como en los años 80, que iba un poco a remolque de la música irlandesa o escocesa. Pero, en estos momentos, la gallega está en el top.
Dentro de unas semanas va a Chile a tocar. ¿Cómo se consiguen estos conciertos internacionales?
A la gente, la gaita le llama mucho la atención. En algunos sitios suena como un instrumento exótico. Además, en bastantes lugares existe alguna colectividad gallega que divulga este tipo de música y que, por tanto, facilita su conocimiento entre la gente.
En otro orden de cosas, ¿qué predicamento tiene la figura del gaitero dentro de Galicia?
En la actualidad, la concepción del gaiteiro es totalmente diferente. Hace 30 o 40 años todavía se decía que era un «borrachuzo». Tenía muy mala fama. Sin embargo, esto no ocurre hoy en día. Incluso, existe un gran respeto y consideración hacia la música gallega. Corren buenos tiempos para el gaiteiro.
No obstante, todavía existen ciertas instituciones o escuelas en las que todavía se encuentra un poco marginado. Pero la figura del gaiteiro está cada vez más normalizada.
Los estudios de gaita se han comenzado a introducir en los Conservatorios. ¿Hay que seguir trabajando en este sentido?
Es genial que la gaita se encuentre en los Conservatorios. Se trata de algo muy positivo. Pero tiene el mismo problema que otros instrumentos, como el acordeón o la guitarra. Están como «ocultos en un garaje». Se encuentran con una formación que no es la propia. Hay una serie de asignaturas que están bien, pero que no son las que deberían tener.
Sin embargo, es muy interesante que la gaita esté en los Conservatorios. Hay otros instrumentos populares que, en España, no tienen la misma suerte.
¿En el extranjero tratan mejor a la música popular?
Sin duda. La tienen en mejor consideración porque el público está más concienciado. Creo que es un problema de educación musical. Fuera, cuando la gente acude a un festival de gaita, sabe lo que va a oír. Aquí, sin embargo, no siempre ocurre esto. Nos llevan años de ventaja en este sentido.
En los 11 años que lleva de profesor en Madrid, ¿ha visto un mayor interés por la gaita?
Por supuesto. He visto eso y, también, un aumento del nivel. He tenido la fortuna de haber tenido [como alumnos] a muchos profesores de gaita que ahora están de docentes en los centros gallegos de Madrid. Han tenido una evolución muy positiva, que a su vez están transmitiendo a sus estudiantes. Y esto es muy beneficioso.
En este incremento del interés por la gaita fuera de Galicia, ¿qué papel han jugado nombres como Carlos Núñez, Cristina Pato o Susana Seivane?
Todos ellos han realizado una labor espléndida. Son de una generación anterior a la mía y han vivido una etapa complicada para dar a conocer la gaita. Pero también han contado con más oportunidades. Pero, en cualquier caso, han realizado un trabajo buenísimo para que la gente de otros sitios conozca el instrumento.
Por tanto, ¿hay mucho y muy buen futuro para la gaita?
Yo creo que sí. Está atravesando unos buenos tiempos. No es el boom de años 90 –que fue muy necesario, porque era un instrumento casi olvidado–. Sin embargo, ahora, su situación se está normalizando. Son buenos momentos para la gaita.