Estamos tan seguros de los avances – tan significativos – que hemos logrado para mejorar la calidad de vida y la comunicación que creemos muchas veces que el mundo civilizado tal y como lo conocemos ha sido inventado por Bill Gates y Steve Jobs. Este orgullo narcisista nos hace pensar que muchos de los conflictos o problemas tan complejos que estamos viviendo a nivel político, social o incluso económico tienen tan difícil solución porque nunca antes nos habíamos enfrentado a ellos. Lo cierto es que, como dicta la sabiduría popular, casi todo está ya escrito. La literatura no sólo nos ayuda a abrir nuestras mentes a otras culturas, formas de vida o pensamientos distintos, sino que nos hace conocernos mejor a nosotros mismos. Nos lleva a plasmar nuestros miedos y nuestra forma de superarlos. También nos ayuda a aprender de nuestros errores.
Ejemplos de cómo la literatura ha reflejado en momentos pretéritos situaciones más que actuales puede haber muchos, empezando por conflictos armados. Hoy vemos la terrible situación en la que está sumida Siria desde hace ya cinco años y no podemos entender qué intereses hacen que nadie proponga una solución a ese conflicto que está robando la infancia – quizá el mayor patrimonio que tiene el ser humano para llevar a cabo una vida próspera y feliz – a tantos niños y las opciones de futuro a varias generaciones. Ahora bien, leyendo Los siete pilares de la sabiduría de Thomas Edward Lawrence – más conocido como Lawrence de Arabia – quizá entendamos mejor el complejo mix étnico-religioso de esos pueblos árabes y semíticos de orillas del Mediterráneo, y su poder geoestratégico – son la puerta de Asia – ya hace más de un siglo.
Si ante el sainete de la política nacional en España pensamos en la mala suerte que tenemos por tener que soportar a líderes de tan poco fuste intelectual y práctico que ignoran completamente los conceptos de servicio público o interés general, podemos ver en Los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós que cualquier tiempo pasado no fue esencialmente mejor. Más aún, las figuras que hoy caricaturizamos para no morirnos de aburrimiento, en el siglo XIX eran, si cabe, aún peores. Ya sabe, aquellos reyes absolutistas e ineptos que vendían un país como si fuera su finca propia, pero que volvían con “las caenas”.
Ante los retos que nos presenta una sociedad hiperconectada e hipervigilada no podemos olvidar la brillante intuición que llevó a George Orwell a plasmar casi en la cifra del inicio de la generación millenial – 1984 – esta sociedad y su aislamiento con todo lujo de detalles. Eso quedó escrito en 1948. Para que luego se hable de profecías de Nostradamus.
Éstos son sólo algunos ejemplos, del poder de la mente humana que transmite en unas líneas su proyección a futuro, sus miedos, sus inseguridades y su aprendizaje. Es una información indispensable que nos hace más sabios y capaces de solventar todos los retos que nos propongamos. Sepamos utilizarla y aplicarla para avanzar hacia nuevos modelos de sociedad más equilibrada y justa.