Segundas elecciones hace casi dos meses y ningún acuerdo sobre la mesa. Este es el panorama al que los ciudadanos españoles nos enfrentamos día a día con incertidumbre. Tras las primeras elecciones, celebradas el 20 de diciembre, quedó claro que la sociedad pedía un cambio de gobierno, pero nuestros políticos no estuvieron a la altura y lo único que consiguieron, tras días de reuniones, fueron unas segundas elecciones.
El pueblo se llevó las manos a la cabeza porque era una vergüenza y una falta de profesionalidad por parte de los representantes de cada partido, que no fueron capaces de llegar al acuerdo que todo el mundo esperaba. Ahora, muy cerca de saber si nos están encaminando a las urnas por tercera vez, lo que más se escucha en la calle, además de quejas y descontento, son comentarios en contra de volver a salir a votar como forma de castigo a los que no son capaces de hacer las cosas como deben.
Esto es un problema grave. La sociedad española no está acostumbrada a luchar por lo que quiere y no muestra ningún tipo de esfuerzo para conseguirlo. Es muy común escuchar que los políticos son los máximos responsables de lo que pasa en el país y la situación actual, pero no es del todo cierto. Los ciudadanos somos los que debemos alzar la voz para exigir lo que esperamos de ellos y la mejor manera de hacerlo es en las urnas.
No nos confundamos, no es ningún castigo para los partidos políticos que los votantes no acudan a su cita y les den su apoyo, el castigo es solo para los ciudadanos porque, si no participamos de la fiesta de la democracia, después no podremos quejarnos. Un cambio como el que necesita España no se consigue en un día; se necesita mucho tiempo para que la sociedad evolucione y admita cuales son sus defectos y cuáles sus virtudes. Los tiempos cambian y no podemos seguir pensando como pensaba la sociedad de hace 50 años, ya que la sociedad actual reclama otro tipo de derechos y deberes.
Y por último, pensar que volver a votar es un problema en vez de verlo como algo positivo. Lo que no es sano es una mayoría absoluta porque no mantiene ningún régimen democrático. La oposición no puede opinar sobre lo que el gobierno quiere o no quiere aprobar y, por eso, parte de la sociedad siempre pierde, en lugar de repartir beneficios entre todos los sectores de la población. Hemos llegado a un punto en el que los círculos más desfavorecidos de la sociedad son los únicos perjudicados por la crisis económica en la que estamos inmersos desde hace casi diez años. No se consigue nada impidiendo que la economía se mueva y, por ello, hay que generar gasto desde los niveles más bajos hasta los más altos.
En los últimos días se ha podido escuchar que la democracia no es lo que diga el pueblo, que el gobierno se forma en el congreso y son los diferentes partidos los que deben decidir qué es lo mejor para el país. Esto es otro error. La democracia es lo que los ciudadanos deciden y eligen y los políticos tienen que respetar nuestra voz para conseguir el gobierno equitativo que los votantes han elegido con sus votos.
Con declaraciones como estas se demuestra que la sociedad española no está a la altura del momento tan importante que estamos viviendo a nivel político y social. Y por ello, lo primero que debería preocuparnos es la reeducación de los ciudadanos para después poder celebrar los progresos a nivel político.