"En eso es en lo que debemos estar todos los españoles y no en enredar". Esta frase, sin contexto no tiene mucho sentido, pero situada en su entorno da tantísimo asco que, si en vez de ser una brizna de fuego errante yo fuera un ciudadano español, me apetecería tomar el primer avión hacia vuestras antípodas y pasar el resto de mi vida peinando la lana de una oveja mientras veo crecer los kiwis.
La podría haber pronunciado algún responsable del Centro Nacional de Inteligencia tras un atentado yihadista en el que se quisiera implicar a ETA o el presidente de la nación tras un accidente de avión como el de Spanair ocurrido en 2008 o incluso cualquier líder de la oposición después de que, a pocos días de las elecciones, se descubriera que el ministro del Interior fuera grabado organizando el aparato del Estado para destruir a sus rivales políticos. Pero no. La frase en cuestión fue pronunciada el pasado 21 de junio por Íñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte, para referirse al caso por el que una testigo protegida del caso del empresario del porno conocido como Torbe, implica a al menos dos jugadores de la selección española de fútbol: De Gea y Muniain, aunque podrían ir saliendo más nombres a la luz. Según la versión de la chica denunciante, el citado productor de películas pornográficas, que permanece en la cárcel desde abril tras ser detenido por los presuntos delitos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, agresión sexual, pornografía infantil, relativos a la prostitución, extorsión y contra la salud pública, además de blanqueo de capitales y contra la Hacienda Pública (vamos, un angelito y que me perdone Marcelo…) habría concertado un encuentro entre ella y otra mujer con dos jugadores en un hotel de lujo de Madrid. La testigo, que denuncia amenazas, agresiones físicas y sexuales por parte de los futbolistas, asegura que se les indicó que “hicieran todo lo que ellos le pidieran” y que no grabaran nada del encuentro “para no afectar a sus carreras”. Pero la verdad siempre emerge y esta vez lo ha hecho en forma de conversaciones de Whatsapp mantenidas por una de las chicas tanto con De Gea -que aunque no habría estado presente sería el supuesto organizador y financiador del encuentro, en el que participó Muniain- como con este último. Estos documentos son claves en la investigación.
Bueno, pues después de que todo este supuesto asqueroso entramado saliera a la luz y con media España babeando frente al televisor por culpa de la Eurocopa de fútbol, resulta que al desasosegante Méndez de Vigo le preguntan por el caso y por las declaraciones de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, quienes aseguraron sentir cierta incomodidad al ver a De Gea como titular de la Selección y, después de llenarse la boca con la misma presunción de inocencia que aplica a los innumerables casos de corrupción de su partido, declara que la Roja "está jugando admirablemente bien y nos va a dar muchas satisfacciones y nada debe perturbar el buen desarrollo del equipo de España". Sin comentarios...
Ser brizna de fuego en vuestro país no es fácil. Todo esto, que tanto me indigna, lo pienso mientras revoloteo por encima de la madera ardiente que tiñe de sombras rojas la plaza del ayuntamiento de Mieres y me pregunto por qué mientras que a mí, luz candente surgida de las llamas de la tradición de San Juan, me cabrean tanto ciertas situaciones, no paro de oír a gente justificar lo sucedido en aquel hotel de Madrid aduciendo que “hay muchas busconas que huelen el dinero y la fama y se arriman” para después añadir “vaya partidazo el de ayer y menuda parada de De Gea”.
¡Qué asco!, pienso de nuevo mientras, al ritmo de la Danza Prima, asciendo y asciendo hasta el nivel de una ventana decorada con una bandera de Reino Unido; me vienen a la memoria unas vacaciones en una hoguera en Stonehenge y caigo en la cuenta de que esta mágica noche, muy al norte del Cantábrico, los británicos deciden si permanecen en la mal llamada Unión Europea: la de la desigualdad creciente, la de las varias velocidades, la de la desunión monetaria, la de los gobernantes que prefieren ver morir a refugiados en sus playas que alojarlos para no sembrar más temor entre los ignorantes que les dan el voto del miedo. Y me pregunto qué razón hay para querer seguir bajo el paraguas de una organización que asfixia a sus ciudadanos para salvar a los bancos y que llama populismo a todo aquello que no son sus ideas, tan moderadas como devastadoras. Una Unión Europea que es como la Eurocopa, donde domina el dinero de los poderosos y donde se protege a los delincuentes. Una Europa cuyo concepto artístico se llama Eurovisión... Siempre encuentro más razones para el Brexit que para el Remain.
Reconozco que vivir en la libertad del fuego me otorga una perspectiva diferente, pero creo que si perteneciera a vuestro género humano no pararía de encontrar razones para salirme de cualquier organización, sea un viejo continente sin rumbo, una España gobernada por una tribu de corruptos que vuelve a ampliar su ventaja electoral, una peña de un club de fútbol cuya estrella defrauda a Hacienda o una sociedad basada en el consumo irracional a costa del tercer mundo. Soy clara: estaría por el humanexit.
Sigo planeando por encima del consistorio mierense, cada vez más alto, viendo cómo se adelgazan las manos entrelazadas de la gente que baila en corro, viendo cómo la bandera inglesa se convierte en una mancha que se diluye, percibiendo apenas un rumor que anuncia que “la molinera trillará”, elevándome hacia un aire puro... y caigo en la cuenta de que llevo ya varios años en España, preparada para emerger de las llamas de la revolución que no llega y deambulando entre los fuegos que calientan los hogares sin luz y los crematorios que volatilizan a ancianos sin recursos.
Comienzo a descender, resignada y triste, pensando que, aunque no es fácil ser un rescoldo a merced del viento, tampoco es tan mal destino recibir con mi fuego purificador los deseos de los asturianos y que siempre me queda la esperanza de que dentro de unos días la selección de Italia me dé una alegría y gane a España por dos goles a cero.
“¡Ay! que su amante la espera,
la molinera trillará…”