Nicolas Winding Refn ya contaba con un grupo minoritario de fieles seguidores y cierta aura de cineasta de culto antes de estrenar la muy notable Drive en el festival de Cannes de 2011. Sin embargo, ese año supuso un punto de inflexión en su carrera. La adaptación de la novela de James Sallis le proporcionó, además del premio al mejor director en el certamen francés, el aplauso y reconocimiento de la crítica generalista y especializada. Quizá se le elevó a los altares del séptimo arte demasiado rápido o se tomó su obra más comercial y accesible, con una narrativa inspirada en el cine negro clásico, como representativa de su personalidad cinematográfica. Solo dios perdona hace tres años demostró que el realizador danés no era quien se había pensado. The Neon Demon ahora confirma esa idea.
Aspirante a la Palma de Oro en el último festival de Cannes, el nuevo trabajo del realizador nórdico presenta la historia de Jesse (Elle Fanning), una modelo adolescente huérfana recién llegada a Los Ángeles. Sin contactos ni amistades, la joven se valdrá tan solo de su belleza para ascender en el mundo de la moda. Pero esa belleza pura despertará la envidia de quienes la rodean.
Tan frívola, superficial y vacía como suena la premisa es la película. Winding Refn se limita a esbozar una reflexión obvia y manida sobre la importancia del físico y la imagen en la sociedad contemporánea mediante una historia mínima, sin apenas desarrollo dramático o evolución de los personajes. El propio eslogan promocional lo dice: “La belleza no lo es todo, es lo único”. Sí, la belleza natural ha caído en el olvido y tanto el artificio como la apariencia se imponen en todo el planeta, en todos los ámbitos. ¿Y bien?
No tan rápido. Cabe la posibilidad de que Winding Refn nos esté engañando y, en realidad, su película sea más enigmática de lo que una primera lectura podría sugerir. Aunque tampoco en exceso. Y quizá más por deseo del espectador que por voluntad del director. Al fin y al cabo, una película tan hueca da tiempo para pensar en otros asuntos. Quizá (y es un gran quizá), el director ve en la protagonista el reflejo del cineasta autor, único y diferente. Las modelos que pretenden devorar al personaje principal son los grandes estudios de Hollywood seducidos por esa personalidad singular. Fascinadas, esas majors tratan de integrar en su sistema al director libre y ambicioso, pero en ese intento, se produce un cortocircuito de consecuencias fatales o, como mínimo, muy negativas para ambas partes.
Es esa la única forma de ver la pretenciosamente artística The Neon Demon como un trabajo con un mínimo de contenido, un poco más complejo que su aparente superficialidad. Aunque los comentarios de su director no hacen pensar que caminara en esa dirección. Su película era sobre el físico y la imagen y, como tal, resulta muy plana y aburrida. Incluso si se opta por esa segunda interpretación más metafórica, que, no obstante, convierte la película en un producto aún más pretencioso y narcisista. Al menos, tiene capacidad de sugerencia.
Frente a las oquedades de su guion, Solo dios perdona ofrecía imágenes poderosas e hipnóticas. En una película sobre la importancia del físico y la apariencia cabría esperar que la fotografía fuese su gran virtud. Sin embargo, en The Neon Demon las escenas estilizadas y estáticas características del cine de Winding Refn, pese a varios aciertos, terminan por resultar repetitivas y poco inspiradas. Al fin y al cabo, regresa a las composiciones de sus dos anteriores trabajos con una paleta en la que se imponen los rosas y morados apagados, con ocasionales presencias del blanco y el naranja.
En cuanto a los intérpretes, salvan la papeleta con oficio. Tampoco pueden transmitir un abanico de matices amplio en una propuesta tan insustancial.