Es ya sobradamente conocido por el aficionado y por el pelotón internacional. Es la estrella que está buscando sumar a su ya prestigioso palmarés la carrera más grande. Es el alma, el grito, y la pasión de todo un país, Colombia, y de todo un continente, Sudamérica, por el ciclismo. Es el ídolo de jóvenes y de no tan jóvenes que ven en él al escalador total. Por más alta que sea cualquier montaña, allí estará presente su lucha y su tesón. Su nombre: Nairo Alexander Quintana Rojas, más conocido como Nairo Quintana.
En estos días de Tour de Francia es bien tener a recordar que justo hoy, 20 de julio, pero de hace exactamente tres años, el menudo corredor de Movistar Team tuvo su bautismo de fuego en la élite profesional. Todo el mundo había oído hablar maravillas sobre su calidad y sobre su facilidad para escalar cimas infranqueables, pero no fue hasta ese día, con final en Annecy-Semnoz, cuando Nairo entró por la puerta más grande, aquella que da acceso a la pequeña curia de las dos ruedas. Nadie se iba a imaginar que a sus 23 años de por aquél entonces el ciclista natural de Boyacá iba a deslumbrar como lo hizo aquél maravilloso día.
Quintana en un primer momento trabajaría como gregario para su jefe de filas, Alejandro Valverde. El de Las Lumbreras buscaría su enésimo asalto a la ronda gala, y en un primer momento estuvo luchando por la clasificación general, situándose en el segundo lugar, pero una avería en la decimotercera etapa daría al traste con todas sus opciones de triunfo. Fue entonces cuando el español cambió de estrategia y vio que podía sumar más ayudando a un Nairo que iba cada vez mejor en los días clave de la competición.
Tanto es así que antes de su mayor gesta el colombiano dio de qué hablar en las míticas cumbres del Mont Ventoux y de Alpe D’Huez con sensacionales actuaciones que le colocaron muy cerca de las posiciones de privilegio del Tour de Francia. Pero fue ahí, en el día del Grito de Independencia de Colombia, cuando Nairo Quintana daría su mejor estocada aprovechando el derrumbe de Alberto Contador, al cual Le Semnoz se le hizo el Muro de las Lamentaciones.
Quintana aguantaría en los kilómetros finales a unos experimentados, pero no superiores, Chris Froome y Joaquim Rodríguez. Y, ni corto ni mucho menos perezoso, lanzó un ataque que ninguno de sus rivales pudo seguir. Fue entonces cuando esa futura estrella pasó a convertirse en toda una realidad transparente y meridiana. Su rugido al entrar en meta fue el rugido de toda una nación. Como premio a su trabajo obtendría en su debut en los Campos Elíseos un merecido segundo puesto, el maillot de los puntos rojos como conquistador de las montañas galas y el premio al mejor deportista joven de la carrera. La leyenda de Nairo Quintana comenzaría aquél 20 de julio del 2013 y no tendrá fin hasta que logre de una vez lo que sueña día tras día y noche tras noche: El Tour.