Las jugadoras de la Selección Colombia ganaron el partido más importante de la Copa América 2022. La semifinal contra Argentina no era solo el camino a disputar el título, era la llave para clasificar a los Juegos Olímpicos de París 2024 y al Mundial de 2023: asegurar su futuro deportivo. El gol de Linda Caicedo, de apenas 17 años, fue suficiente. Colombia dominó el partido y tuvo más opciones, pero el palo y las malas decisiones evitaron un marcador más holgado. El objetivo que la prensa puso al equipo ya se consiguió: llegar a la final y clasificar a los otros dos torneos. El título lo pide la afición, porque los «especialistas» entienden —al menos en su mayoría— que ganarle a Brasil, la siete veces campeona, es poco probable.
Se trata de un logro tremendo si se tiene en cuenta que Colombia no tendrá liga femenina para el segundo semestre del año. Desde la creación del torneo profesional, se juega por seis meses o menos al año, una precariedad laboral que implica contratos cortos, cortísimos. Esto no ha impedido que los equipos colombianos logren dos finales —América y Santa Fe, en 2020 y 2021— y un título de Libertadores —Atlético Huila en 2018— desde la creación del torneo nacional. Pese a la mala gestión de la Dimayor (División Mayor del Fútbol Colombiano), las jugadoras y sus equipos técnicos han dado frutos. Para entender la complejidad del fútbol femenino en Colombia podemos tomar el ejemplo del Atlético Huila: las campeonas nacionales y continentales, con mejores resultados que su versión masculina, no jugaron las ligas de 2020, 2021 y 2022, no hubo dinero.
Otro movimiento suicida de los dirigentes del fútbol es el veto que existe contra algunas jugadoras que se manifestaron contra la desigualdad salarial, el poco apoyo de la Federación y de la Dimayor, así como contra los abusos y el acoso sexuales cometidos por hombres del cuerpo técnico. Yoreli Rincón —jugadora de la Sampdoria—, dijo en una entrevista para Caracol Radio: «Por mi salud, no estoy siguiendo la Copa América Femenina, cuando estás vetada es muy duro». En una situación similar están Isabella Echeverri, Daniela Montoya, entre otras; jugadoras que tienen el nivel para ser convocadas.
La crítica ya no solo viene desde la prensa o las futbolistas: durante los partidos de la Copa América, se han visto trapos que piden «Liga femenina digna ya». Ha ocurrido en más de un estadio, y siempre la Policía ha intentado quitárselos a la hinchada con excusas flojas, como que los estadios son lugares privados porque están prestados para un torneo de la Conmebol. El superintendente de Industria y Comercio, Andrés Barreto, dijo que se estaba analizando abrir una investigación a las entidades colombianas del fútbol por «restringir el mercado del fútbol femenino, discriminar la Liga Femenina o restringir los derechos deportivos y demás de las mujeres».
Mientras las niñas y adolescentes se animan a tomar las canchas de fútbol del país —inspiradas por las jugadoras de la selección—, queda pendiente si los dirigentes continuarán poniendo trabas a un fútbol que está dando más resultados que el masculino. Ellas sí irán al Mundial.