Real Madrid, con todas sus estrellas y apenas dos derrotas en más de media temporada (ambas ante el Atlético de Madrid), recibe como local, en su remodelado estadio Santiago Bernabéu, al colista de la liga española, el Almería. Se espera un resultado obvio, pero no es así. Los andaluces marcan un gol muy pronto, marcan un segundo, el tiempo comienza a correr y pese a tantas figuras, un equipo blanco cansado, no logra revertir la situación en toda la primera parte. Hasta que llega un dudoso penal (más cerca de no haber sido que de serlo), con el que el Real Madrid descuenta y en ese instante se produce en el estadio y en cada uno de los lugares donde se puede observar el partido por la TV una sensación de dejá vu: no sólo los blancos empatarán como sea necesario, sino que acabarán ganando y generando la indignación general. Y así sucede.
No sólo acaba ganando el Real Madrid por 3-2 con un gol de su esforzado lateral derecho Daniel Carvajal en tiempo de descuento, sino que el empate 2-2 habrá sido con un gol con el brazo del brasileño Vinicius Junior, además de que se le anuló un gol válido al Almería, desde la definición de Sergio Arribas, jugador del Real Madrid a préstamo en el adversario. El árbitro Francisco José Hernández Maeso habrá consultado por tres veces el VAR para constatar las jugadas polémicas y siempre -como ocurre desde hace años con más del noventa por ciento de los casos parecidos- se favorecerá el Real Madrid según las indicaciones de la cabina del VOR. Pero no termina allí porque apenas días más tarde, se filtrarán los audios del VOR con los diálogos entre Hernández Maeso y el responsable del VAR de ese partido, Alejandro Hernández Hernández, publicado por un medio de comunicación, cuando en principio sólo los árbitros tienen la clave para acceder a ese material, por lo que el Comité Técnico de Árbitros ha hecho una demanda a la Guardia Civil.
Desde hace unos años, la Liga Española busca competir con la Premier League inglesa. Insiste en que se trata de «la mejor liga del mundo» aunque sus equipos facturen muchísimo menos dinero de derechos de TV (casi siete veces menos) y no tiene el poder de penetración de los británicos en el mundo asiático o africano, pero hay algo aún más contundente que todo esto y es este tipo de escándalos a los que ya el medio se fue acostumbrando y que mientras continúen, la imagen se seguirá deteriorando.
Por un lado, desde el Real Madrid siguen sin reconocer que históricamente, aunque se lo niegue, ha estado siempre cerca de ser un club-Estado, algo que critica hoy desde su presidente, Florentino Pérez, a aquellos que reciben solapadamente dinero ilimitado desde arcas estatales, como el Manchester City (Emiratos Árabes Unidos), Newcastle (Arabia Saudita) o Paris Saint Germain (Qatar). Las prebendas para recalificación de terrenos como la vieja ciudad deportiva de Begoña, ahora sede de la construcción de edificios céntricos muy importantes, o los negocios en los palcos VIP del Bernabéu en tiempos de José María Aznar como presidente del Gobierno español a principios de siglo y tantas otras concesiones, disimuladas o tapadas por la prensa de la capital, buscan desde hace tiempo quedar en las sombras a partir de un hallazgo revelador y al mismo tiempo, que cuesta mucho comprender y que es el Caso Negreira, que involucra directamente a su enemigo (porque ya calificarlo de «adversario» es quedarse corto), el Fútbol Club Barcelona.
De acuerdo con este caso, el Barcelona, durante al menos cuatro períodos presidenciales diferentes (Joan Gaspart, el primero de Joan Laporta, Sandro Rosell, Josep María Bartomeu y un interinato de Eric Reyna), estuvo pagándoles, y con facturas, al exárbitro y exvicepresidente del Comité Técnico Arbitral (CTA) español, José María Enríquez Negreira, y a su hijo, Javier Enríquez Romero, por supuestos «asesoramientos» arbitrales que casualmente terminaron justo cuando Enríquez Negreira cesó como funcionario arbitral.
Esta información fue fundamental para que desde Madrid se buscara revertir la situación de tantos años de sospechas de favoritismo al Real tanto en el juego como en los escritorios, y se llegó a poner en duda hasta los mejores resultados deportivos de los catalanes, como aquellos mágicos años con Josep Guardiola como entrenador (2008-2012), y la obtención, de manera brillante, de dos Champions Leagues con jugadores como Lionel Messi, Xavi Hernández o Andrés Iniesta, que llegaron a integrar la terna para elegir al mejor jugador del mundo del año en 2010.
La guerra entre Real Madrid y Barcelona, desde ese momento, fue total, como pocas veces se recuerde. Ya no hubo más comidas entre las comisiones directivas en los días de partido, las relaciones están prácticamente rotas, y desde Madrid y Barcelona, los medios se arrojan lo que tienen.
Desde Madrid se sostiene que el pago a Negreira escondía la voluntad de alterar los resultados de los partidos durante más de una década y el caso llegó a la Justicia, en tanto que algunos pocos clubes se sumaron a los blancos en el repudio y otros prefieren esperar el fallo final, al igual que la UEFA, que sigue amagando con sancionar a los catalanes, pero sabe que si luego el fallo de la Justicia española es en contra de que haya habido una intención delictiva, puede perder mucha imagen y seguramente, tener que pagar una alta indemnización por prejuicio.
Desde ese momento, todo lo que rodea al Real Madrid se sintió aliviado, como si ahora el peso fuera hacia el otro lado, por una vez en la vida, y el club operó en todo lo que pudo para seguir lanzando nafta al fuego: desde su deficitario canal de TV institucional, comenzó ahora a dedicarse a estudiar minuciosamente a cada árbitro que le toque en el próximo partido, señalando sus errores, como una forma de presión insostenible, pese a que los propios jueces casi no abren la boca ni se quejan, mientras que la prensa catalana, culpógena y con dudas y miedos sobre lo que pueda ocurrir con el Caso Negreira, tampoco dice grandes cosas.
En ese contexto, apenas si Laporta, el extrovertido presidente del Barcelona, impuso un término más que interesante: el «madridismo sociológico», que no es otra cosa que lo que en su momento, en una recordada semifinal de Champions en el Bernabéu, dijo Guardiola sobre el entorno madridista con palabras como «la lechería» o «caverna mediática», pero con palabras más articuladas: es eso que se genera alrededor del club blanco, esa aureola de protección, de búsqueda de explicaciones tecnicistas, o de culpables en el exterior. Como ahora con esto del partido ante el Almería, y el escándalo de los tres fallos del VAR a su favor, aun cuando cada día continúa el peso de la acusación al Barcelona por un caso de corrupción que aún no se termina de aclarar: ¿la intención real fue comprar voluntades para sacar réditos deportivos o lo que se buscó fue controlar al Real Madrid, justamente por sus largos antecedentes en la materia?
Ahora, Laporta vuelve a aparecer en los medios, aprovechando lo ocurrido en el Real Madrid-Almería, para señalar que estuvo reunido con el presidente de la Real Federación Española (RFEF), Pedro Rocha, para manifestarle su preocupación por lo que podría ser una competición adulterada, con lo cual, aunque sea por unos días, el Barcelona pasa a ser la víctima de lo que era victimario hace pocas semanas, aunque desde la capital se tratará de revertir pronto la situación. Raro que todavía no se haya comenzado a hablar de «barcelonismo sociológico», pero ya lo dirán.
En esta trama de acusaciones, desconfianzas, sobornos inexplicables, VAR que siempre funciona para el mismo lado, filtraciones de audios, ¿es posible competir con la Premier League inglesa o animarse a decir que estamos ante «la mejor liga del mundo»? Todo indica que no, y que muchas cosas tienen que cambiar en el fútbol español si quiere que su liga consiga la máxima consideración, más allá de los muy buenos equipos que la juegan (Real Sociedad, un espléndido Girona, un gran Atlético de Madrid, un competitivo Athletic de Bilbao). Sin un cambio de mentalidad y sin terminar con la guerra Madrid-Barcelona, será difícil pensar en ser los mejores. Para comenzar, que por lo menos en los partidos gane el que lo merezca y que el VAR sea una herramienta tecnológica y no un instrumento en favor de los poderosos. Sería un buen primer paso.