No hay duda de que la llegada de los antibióticos, en los años 40 del pasado siglo, ha cambiado la historia de la medicina; sin embargo, su uso indebido se ha convertido en abuso y están perdiendo toda su efectividad. Es más, en todo el mundo están aumentando las infecciones causadas por microorganismos que resisten a distintos antibióticos -las llamadas bacterias multirresistentes o, coloquialmente, las superbacterias- incrementando de modo alarmante el número de muertes.
Como explica Juan Pablo Horcajada, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital del Mar, en Barcelona,“la situación es dramática; tenemos pacientes que parece que estuvieran en la época de antes de Fleming, porque carecemos de antibióticos con que tratarlos. Estamos perdiendo la carrera”. ¿Por qué? “En parte porque no se producen nuevos antibióticos, pero también porque no empleamos bien los que tenemos”. A este respecto, según cuenta en la revista Nature Gerard Wright, investigador de la Universidad McMaster, de Canadá, uno de los motivos para este estancamiento es la falta de interés de la industria farmacéutica. La razón se debe a que, en un trabajo que necesita una gran inversión, como la búsqueda de nuevos medicamentos, la impredecible aparición de resistencias no permite saber si se va a poder recuperar el dinero antes de que la adaptación de las bacterias haga inútil el antibiótico.
Además, para Daniel Mediavilla, experto en el tema, “entre 1940 y 1960, la edad dorada de los antibióticos, las bacterias del suelo y algunos hongos fueron testados para observar su capacidad para producir compuestos letales para bacterias causantes de enfermedades. Sin embargo, en los últimos años, estas técnicas no han detectado nuevos antibióticos y la posibilidad de crear antibióticos sintéticos para sustituir los cosechados de la naturaleza tampoco ha tenido mucho éxito”.
Ante la difícil situación, si no se toman medidas inmediatamente, alertan los organismos de salud internacionales, una operación, un tratamiento de quimioterapia, una neumonía o una tuberculosis volverán a tener un enorme riesgo de muerte; de hecho, los últimos datos del ECDC (Centro Europeo para la prevención y control de enfermedades) muestran un “incremento significativo” de los porcentajes de infecciones por distintas bacterias que ya no responden a los antibióticos más comunes. Por ejemplo, Klebsiella pneumoniae, un bacilo que causa infecciones del tracto urinario, o neumonías, entre otras, y que puede afectar a los recién nacidos.
Con todo, la mayor amenaza a la que se enfrenta Europa es la de las superbacterias resistentes a un grupo de antibióticos muy potentes llamados “de último recurso”, los carbapenémicos, según informa el ECDC. En este sentido, una mujer en EE.UU. sufre actualmente una infección de orina con una versión de la bacteria E. Coli resistente al tratamiento con colistina, un antibiótico de último recurso para esos casos.
No hay que olvidar que, enfrentadas a la presión de los antibióticos, las bacterias cambian para sobrevivir. Y cuanto más se emplean este tipo de fármacos, es más probable que los microorganismos desarrollen resistencias. Eso ha hecho que antibióticos como la colistina, una sustancia muy tóxica que solo se empleaba en caso de necesidad extrema, haya pasado a utilizarse con mayor frecuencia y que las bacterias, finalmente, hayan mutado hasta lograr hacerle frente.
No obstante, y como contrapartida, un equipo internacional de científicos ha logrado descubrir un nuevo antibiótico que combate bacterias como las que provocan la diarrea o el ántrax. Tras analizar 10.000 cepas de bacterias encontraron que Eleftheria terrae producía un compuesto, la teixobactina, que mostraba sus virtudes antibióticas contra patógenos como Clostridium difficile, causante de diarreas, o Bacillus anthracis, que provoca el ántrax.
De cualquier modo, si llegamos a la era postantibióticos, es decir, si en los próximos años no se desarrollan más antibióticos que sustituyan a los que están perdiendo su efectividad, en el año 2050 morirán 10 millones de personas al año en el mundo por infecciones bacterianas, teniendo en cuenta que el cáncer, por ejemplo, provoca 8,2 millones de fallecimientos anuales. Así lo asegura un informe encargado por el Gobierno británico que se publicó en diciembre pasado.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzó en 2015 la advertencia más severa. “El mundo está abocado a una era posantibióticos en la que infecciones comunes volverán a ser potencialmente mortales; de igual modo, el problema de la resistencia microbiana es tan grave que pone en peligro los logros de la medicina moderna”. A su vez, y a través de datos de 114 países, la OMS confirmó lo que los expertos llevaban años señalando: la amenaza es global y afecta a todas las regiones; es más, las autoridades sanitarias alertan de manera insistente sobre un problema que sólo en Europa causa 25.000 muertes al año. Una cifra que nadie debería pasar por alto.