En noviembre de 1959 apareció asesinada en el pequeño pueblo de Holcomb, Kansas –en Estados Unidos-, una familia casi al completo. Los cuerpos del matrimonio Clutter y sus dos hijos adolescentes (las dos hijas mayores no residían en la vivienda familiar) fueron hallados sin vida, a causa de un tiro en la cabeza, en diferentes puntos de la casa. No había pistas, ni rastros, ni sospechosos, ni móvil aparente que explicase un episodio tan escabroso en aquella zona, hasta entonces impertérrita. En un primer momento, fue el desconcierto lo que abatió a la opinión pública y, lamentablemente, a la policía. Fueron unos indicios muy frágiles y un testimonio poco fiable los que condujeron a los investigadores, lentamente, hacia dos sospechosos en paradero desconocido.
El periodista y escritor Truman Capote, turbado por la perplejidad que inundaba el ambiente y ávido de información más precisa y profunda, decidió trasladarse a la zona del crimen y comenzar una investigación paralela que reuniese toda la información relativa a este asesinato múltiple. Realizó un magnífico trabajo de campo entrevistando a los habitantes de Holcomb, a los conocidos y amigos de la familia Clutter y a parte de los agentes involucrados en el caso. Mientras la policía, por un lado, avanzaba en la investigación entre la desesperación y la desesperanza, Capote, por otro lado, intentaba documentarse para describir cómo un crimen de tal magnitud afectaba en la vida de la gente.
En 1960 fueron arrestados Richard Hickock y Perry Smith como principales sospechosos, y a partir de entonces Truman Capote decidió extender sus entrevistas a los detenidos, hasta el punto de llegar a mantener con ellos una relación afectiva, especialmente con Richard Hickock. La exploración de Capote se prolongó un lustro, hasta 1965, año en que los reclusos cumplieron la condena a la que fueron sentenciados y perecieron en la horca. A sangre fría fue publicada en 1966, tras muchas horas de entrevistas con diferentes personas implicadas, un lenguaje literario alejado del habitual de los periódicos y algunas notas intuitivas que ayudan al lector a disponer de una actitud más filantrópica hacia los asesinos.
Capote, que en sus entrevistas no utilizaba cuaderno de notas para dotarlas de mayor naturalidad, creó una novela de no ficción que se convirtió en el paradigma de una corriente, de una nueva forma de hacer periodismo: el que profundiza en los hechos y se aleja de los datos, el que cuenta las historias de las personas y no las crónicas oficiales, el que tiene personas como protagonistas y no meros nombres con determinados números.
El propio Truman Capote definió A sangre fría como una “novela testimonio”, una forma de hacer literatura en la que, a partir de unos hechos reales, se profundiza en la caracterización de sus personajes y en la exposición de los ambientes y sucesos, se escribe un texto reflexivo e intenso con el que el lector se pueda envolver y comprometerse.
Y lo consiguió: A sangre fría es un libro que te mantiene vibrante, aun sabiendo su final, hasta el último suspiro que exhalan sus páginas; es una obra escrita con un estilo tan directo y descriptivo que te hace recorrer la historia de la forma más informal y cercana.. Un vasto crisol de emociones va apareciendo en el lector a lo largo de sus líneas, desde el asco hasta la ternura, desde el odio hasta la compasión, desde el encono hasta la comprensión. Y es ese amplio abanico sensitivo el que confiere a la novela cierto aire de inmortalidad, de dinamismo y de viveza aun habiendo sido escrita hace medio siglo. Y es esa prosa tan espontánea, gráfica y feraz la que convierte A sangre fría en un relato de lectura cuasi obligatoria.