De Miami a New Orleans, ¿por qué no?. EEUU es un país con muchas caras. Despierta tanto odios como pasiones, tan lleno de contradicciones y embaucadores encantos cinematográficos. Recorrer la Ruta 66 es una fantasía de los viajeros amantes del séptimo arte y de la literatura, que se han imaginado siguiendo los pasos de los emigrantes que en los años 30 escapaban de la pobreza y las tormentas de polvo en dirección al este. Todas estas estampas de película, con sus moteles de carretera, sus casas prefabricadas de madera, sus cafeterías donde una señorita uniformada te llena la taza a placer, esperan siguiendo otros itinerarios, más allá de la famosa Ruta 66. Estados Unidos es rico y diverso y un recorrido por la costa norteamericana del Caribe ofrece tonalidades, sabores y una personalidad realmente sorprendentes.
Esta ruta alternativa podría tener como punto de partida el sur de Florida, no a demasiada distancia de La Habana. A unos 140 km de Cuba se encuentra Cayo Hueso, punto más meridional de la Norteamérica continental. Este enclave sirvió como cementerio (de ahí el nombre) y refugio de piratas y maleantes en el pasado. La que fuera también una de los lugares de residencia de Hemingway hoy parece más bien guarida de retirados y turistas. Esta agradable y luminosa ciudad que, a la vista de las banderas arcoíris que ondean en muchos de los locales del centro, continúa siendo uno de los puntos con atractivo para la comunidad homosexual, es la parada perfecta para sumergirse en el lado tropical de Estados Unidos. Esta isla de luminosidad y colorido casi artificial y que se acerca peligrosamente al enemigo antiimperialista parece ir a su aire, al margen del resto de sus vecinos. De una belleza un tanto ilusoria, da una idea de lo que pudo ser el paso de los colonos hispanos y franceses que también ocuparon EEUU. El ritmo apacible y tranquilo de Cayo Hueso, su oferta de ocio y su atractivo clima descolocan al viajero y hacen que olvide cualquier idea preconcebida de lo que es Estados Unidos.
Para todos aquellos que disfruten de los viajes por tierra, el camino hacia el norte regala unas vistas al Caribe envidiables. El asfalto sobrevuela el mar saltando de isla en isla hasta llegar a tierra firme mientras que la vista se pierde en el verde turquesa de las aguas. Si nos desviamos un poco de la costa podremos conocer los humedales tropicales de los Everglades, donde a duras penas resisten colonias de indios a la caza del turista y las especies de aves y “alligators” propias de la zona.
Una siguiente e inevitable parada podría ser Miami, siguiendo la Ruta Estatal A1A. Aunque es innegable la grandiosidad de la ciudad, lo más reseñable es la mezcla cultural que se palpa. Miami es, sin duda, lugar de acogida de todos aquellos emigrados persiguiendo el “sueño americano”. Es muy interesante percibir cómo la cultura estadounidense se adapta aquí a cada una de las costumbres de las diferentes nacionalidades o más bien, cómo esas culturas empiezan a reinventar la norteamericana. Aunque Miami es un centro económico y turístico, no es apta para todos los gustos. Ir de un sitio a otro a pie es casi imposible y si no disfrutas de las urbes modernas y los rascacielos a gran escala, no encontrarás mucho que visitar. Hay ambiente, hay mucho ocio, playas y rincones interesantes como Little Habana, pero para algunos viajeros puede resultar ficticio y de poco atractivo.
Si continuamos hacia el norte St. Augustine puede ser una interesante opción para conocer el lado más histórico del sur del país, ya que es la ciudad continental más antigua de EEUU que haya permanecido habitada. Este lugar conserva todo su encanto colonial y sureño y ofrece una muestra inmejorable de la historia del sur del país. El Colonial Quarter es una estrecha calle de casas bajas arrejuntadas repleta de bares y tiendas que pudiera recordar a algún que otro pueblo castellano. La Catedral Basílica de San Agustín es la iglesia más antigua de la Florida y de un vistazo devolverá al visitante a Europa. Junto a otros edificios históricos como Flagler College, nos dará una idea de la importancia que esta ciudad tuvo en la historia del estado. Hay que destacar la manera en la que se ha protegido la arquitectura colonial española y cómo se ha conservado la estructura de la ciudad para que las construcciones más modernas no rompan la magia en casi ningún momento.
Abandonamos la A1A a la altura de Jacksonville y encaminamos hacia el Oeste, siguiendo la Interestatal 10 que une la ciudad con Santa Mónica, en California. La ruta es una oportunidad más para saborear el lado menos urbanita del sur del país, toparnos con los típicos bares de carretera, las roulottes convertidas en negocios de hamburguesas y perritos calientes, las características viviendas unifamiliares de madera y buenas vistas del Caribe y de los extremos del parque forestal State Tate's Hell State Forest desde la autopista. De camino a New Orleans podríamos hacer unas cuantas paradas técnicas. Para los apasionados de la playa tanto Apalachicola como Seaside o Pensacola serán buenas opciones. En cualquiera de estos sitios sería imperdonable no hacer noche en uno de esos enigmáticos moteles de carretera que nos esperan tal cual aparecen en toda serie o película americana que se precie. Si no apuntas bien puede que acabes durmiendo en un colchón lleno de chinches, sin pegar ojo por la música electrónica de los jóvenes que habitualmente frecuentan estos lugares playeros. Aún así, bañarte en la piscina del motel a la luz de la luna y desayunar unos huevos con beicon y café es una estampa que, a pesar de estar trillada, no hay que perderse de ninguna manera. A pesar de que Pensacola y Seaside no cuentan con playas paradisíacas como las que se podrían encontrar en otras zonas de la Florida como Anna Maria Island o Isla Gasparilla, muestran también la faceta veraniega del sur. Podríamos compararlo con una Marbella americana, donde jubilados y jóvenes alquilan agradables chalés de madera para pasar unos días tranquilos al sol, sin mucha más pretensión. Un sitio agradable y luminoso, de arena blanca y muelles tranquilos donde pasar una jornada de relax. Para ver algo con un poco más de interés cultural, la pintoresca ciudad de Apalachicola, a 130 km al sur de Tallahassee, es una digna alternativa. Su sonoro nombre viene del pueblo apalachicola, tribu nativa americana que habitaba antiguamente la zona. El lugar está muy bien conservado y es un puerto destacado para los mariscadores del lugar y para los turistas en busca de la “Old Florida” o lugares con encanto sureño.
New Orleans podría ser la guinda final de nuestro viaje. Esta ciudad, ya en el estado de Luisiana, merece ser visitada por innumerables motivos. Tanto su historia como su vida artística y cultural o su belleza son reclamos indiscutibles. Aún así lo más memorable de esta ciudad es su espíritu. Esa mezcla entre elegancia desgastada y su sordidez, en la que los contrastes son manifiestos a cada paso y donde la decadencia deja paso al lujo y la grandiosidad en lo que cruzas una avenida. El barrio francés es nostálgico y sugerente, repleto de edificios antiguos que por momentos recuerdan a la misma Habana. Se siente un pasado mejor y la fuerza del jazz vibrando en las calles y en los locales nocturnos. Bourbon Street, encendido en neones rojos por la noche, parece animarnos a cometer pecados inconfesables. Hay también numerosos museos y edificios históricos para aquellos que disfruten completando su viaje con algo de historia, donde empaparse del pasado español y francés, todavía muy presentes en las calles de New Orleans. Para los que se estén preguntando si los efectos del Katrina son todavía visibles, la respuesta es que sí. A pesar de los esfuerzos realizados por recuperar por completo la ciudad, lo cierto es que hay zonas, sobre todo las menos turísticas, que no han cogido el paso después del desastre ocurrido en 2005.
El sur estadounidense suele quedar eclipsado por otras zonas más famosas y fotografiadas. Aún así, una ruta por la Interestatal 10 no nos dejará indiferentes y no se nos borrará de la memoria fácilmente.