Hay una verdad de cual nadie habla, una de las tantas verdades escondidas y evitadas que muestran que nuestro modo de vivir y nuestras ideas son completamente insostenibles. La ganancia de todas las empresas más rentables en todos los sectores posibles, la riqueza de todos los ricos y multimillonarios1 no cubre mínimamente el daño ambiental que estas actividades han causado y que en economía se llama “externalización”, ya que los costes de daño ambiental no entran en el balance contable de las empresas y sin embargo son reales y los pagará toda la humanidad en un futuro no muy lejano en forma de envenenamiento, enfermedades, desastres naturales y una calidad de vida visiblemente inferior.
Actualmente estos daños o externalizaciones no son reconocidos directamente y en pocos países se paga un impuesto ambiental para compensar, a baja escala, los efectos más visibles. Por otro lado, el cálculo mismo de los costes de resaneamiento ambiental es difícil, pero esto no niega su existencia, sino que confirma su complejidad, ramificación y entidad.
Por el momento, hemos desertificado millones y millones de kilómetros cuadrados, hemos reducido en más del 50% las áreas de bosques sobre la superficie de la tierra, el mar está completamente contaminado y contiene siempre menos oxígeno y es siempre más ácido, el aire es irrespirable en muchos lugares y la tierra cubre millones de toneladas de desechos tóxicos.
En realidad, lo que hemos hecho en estos últimos dos siglos es empeorar y empeñar las condiciones de vida de nuestros hijos, nietos y bisnietos en una manera tal que para ellos será imposible vivir y experimentar lo que nosotros hemos vivido y experimentado, como respirar aire puro, pasear por los bosques o por paisajes incontaminados, comer carne y pescado y vivir hasta los 80 años sin mayores problemas en la piel y sin un altísimo riesgo de cáncer.
El ozono de la atmosfera se ha diluido notablemente, dejando entrar rayos ultravioletas, el agua contiene dioxina y metales pesados, los alimentos están contaminados por sustancias venenosas de todos los tipos y, recientemente, las estadísticas de muchos países muestran una inversión de tendencia: la gente vive en media menos o las expectativas de vida, en vez de aumentar como siempre han hecho, están bajando. Estos son los datos del 2015 en muchos países europeos. Pero lo que en verdad hemos hecho es que, en vez de producir riqueza y mejores condiciones de vida, hemos hecho el contrario, hemos producido una pobreza ingente y no reconocida. Especialmente, si las implicaciones y costes de externalización se proyectan hacia el futuro inmediato.
Una cantidad enorme y siempre mayor de recursos en el futuro será destinada no a consumir más, como muchos hemos hecho en mayor o menor medida, sino a limpiar las consecuencias nefastas a nivel ambiental de un consumo incontrolado. ¿Cuál será el coste de extraer todo el plástico que flota en los mares? ¿Cuál será el coste de bonificar las enormes áreas contaminadas por los desechos de la minería y los desechos urbanos? ¿Cuál será el coste de purificar el aire, frenar la desertificación, la erosión y reforestar millones y millones de kilómetros cuadrados? Los costes totales de estas operaciones serán enormes y superaran el valor del producto anual bruto de los 40 países más desarrollados por unos años.
Queridos hijos y nietos, os pido perdón por todo el daño que os hemos causado, perdón por la cobardía enorme de no haber cambiado de actitud cuando ya sabíamos de estos peligros. Perdón por haber gastado y despilfarrado anticipadamente vuestro futuro, por haber derrochado parte de vuestras vidas y en vez de dejaros un jardín, os dejamos un basurero, un mundo completamente contaminado. Y, sobre todo, perdón por haceros pagar lo que nosotros no hemos pagado.