Recuerdo, hace años, cuando niño, jugando inocentemente, les preguntábamos a nuestros jóvenes amigos: "¿cuántas formas de fobia existen?". Y la respuesta, como habréis ya adivinado, era siempre 3, 4, 7 o 10. Pero, en realidad, podemos contar cientos de fobias, incluyendo también, la fobofobia, que es la fobia de las fobias. Esta observación nos lleva a pensar que los miedos incontrolables que afligen a las personas son, por definición, infinitos.
Posteriormente, el juego cambió de dirección y la pregunta fue "¿Cuántas “deviaciones sexuales” existen?". Y aquí también las posibilidades son casi infinitas. Estas en general se denominan “parafilias” y pasan de un extremo a otro, como relaciones con aves, árboles, hasta la tafefilia, que es la excitación que se produce al ser enterrado vivo. También existe una tendencia a excitarse con la posibilidad de comer excrementos, denominada “cropolagnia” y de desnudarse ante un médico, fingiendo una enfermedad particular o por los viajes, odofilia, o por morder y ser mordido. Lo que sorprende de estas “preferencias” es que, en muchos casos, el objeto o la situación que produce la excitación sea un “tabú”. La muerte, los excrementos, los objetos inanimados.
Las fobias como las parafilias cambian con el tiempo y la tecnología y esto lo podemos apreciar sea por el miedo o la excitación que produce el teléfono. Con los años, estos juegos inocentes me llevaron a pensar en la enorme plasticidad de los “instintos y de la naturaleza humana”. Con los años, estudiando a Freud, descubrí el término “poliperverso”, que indica que las “perversiones” pueden ser ilimitadas y que esta característica es un atributo de la supuesta “naturaleza humana”.
Reflexionando sobre la diversidad cultural, sobre los alimentos y costumbres, estos fenómenos son confirmados, ya que estamos hechos en modo tal que la normalidad en sí sólo puede ser entendida como una imposición social y esta conclusión nos presenta una de las tantas paradojas de la existencia humana. Somos ilimitadamente plásticos, por un lado, y estamos condenados a aceptar un molde estrecho para expresar nuestra naturaleza, tendencias y sentimientos, por el otro.
Esta realidad conlleva una serie de implicaciones. Una de ellas es que las desviaciones serán siempre una parte integrante de nuestro modo de ser y otra que, al ser así, tendríamos que ser más tolerantes y permitir que estas se expresen, especialmente si son inocuas.
Pero la gente está predispuesta socialmente a condenar y excluir, aumentando así la cantidad de fobias y parafilias. En una sociedad autoritaria, podemos imaginar un miedo a las autoridades, que es una fobia común o la excitación a ser dominado sexualmente, sometiéndonos, que también es una realidad. Y esto me lleva nuevamente a pensar que es la sociedad misma la que crea sus fobias y desviaciones al imponer un modelo estrecho de normalidad y, siendo así, estamos atrapados en una jaula de la cual hay que salir y la puerta es la tolerancia y la aceptación.
Quizás no exista una naturaleza humana como algo predefinido y su característica por excelencia sea la plasticidad y la capacidad de expresarse en miles de formas. Quizás el problema sea este, nuestra incapacidad de aceptar plenamente la diversidad y de no aceptar todas las implicaciones negativas que esto implica, condenado nuevamente a los ya condenados por nuestra rigidez mental e intolerancia.