Los Escritos sobre la Universidad española de Giner de los Ríos constituyen una antología de textos que abarcan de 1893 a 1914, periodo muy fructífero y cambiante para la literatura española, que el crítico Juan Marichal incluía en la llamada “Edad de Oro Liberal”. Para este crítico dicho periodo arrancaría en 1868, año de la Revolución Gloriosa que expulsa del trono a Isabel II. Tras esta se sucedieron el Gobierno Provisional, breve reinado de Amadeo de Saboya y la Primera República hasta que la monarquía fue restablecida en la persona de Alfonso XII, hijo de Isabel II. Este joven rey murió en 1885 y le sucedió su hijo póstumo Alfonso XIII, bajo la Regencia de su madre María Cristina de Habsburgo. El autor sigue un orden lógico en sus discursos: planteamiento del problema (atraso cultural y aislamiento social de la Universidad española), idea defendida por Giner (una educación que dé independencia laboral e intelectual al ser humano) y resultado de la aplicación de esa idea (un hombre libre y emprendedor).
Madrid, ciudad en la que Giner de los Ríos desarrolló la mayor parte de su actividad pedagógica, era entonces el centro político del país. Desde el Ministerio de la Gobernación, cuya sede estaba en la Puerta del Sol, se elaboraba la lista de los diputados que debían ser elegidos en cada circunscripción (el encasillado), algo que se conseguía mediante el fraude electoral y la coacción de los votantes por parte de jerarcas locales (caciquismo). La voluntad popular era distorsionada; en el poder se alternaban los conservadores de Cánovas y los liberales de Sagasta. Ya había bipartidismo de aquella.
En 1898 España pierde la guerra con Estados Unidos y con ella sus últimas colonias de ultramar. Crisis, y de las gordas. Cunde la tristeza y el desánimo nacional, pero también surgen nuevas voces, como la de Joaquín Costa, que llaman a reconstruir el país: son los regeneracionistas. Para Giner de los Ríos, posiblemente el más destacado de los llamados “institucionistas”. la regeneración de España pasaba por la educación.
Los institucionistas fueron un grupo de intelectuales españoles que, desde una serie de organismos (instituciones), intentaron llevar a cabo una revolución pedagógica en el país. Estaban inspirados por el krausismo, una filosofía de corte idealista obra del filósofo alemán C. F. Krause. El krausismo fue introducido en España por el catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad Central (hoy, Complutense) Julián Sanz del Río, profesor de Francisco Giner de los Ríos.
A raíz del Decreto Orovio (llamado así por el ministro de Fomento del partido conservador Manuel Orovio) en 1875, se limitó la libertad de cátedra en España para que no se enseñase “nada contrario al dogma católico ni a la sana moral”. Numerosos profesores fueron expulsados de su puesto. Al año siguiente, 1876, Giner fundó un establecimiento clave: la Institución Libre de Enseñanza (ILE).
La enseñanza impartida en la ILE se basaba en la igualdad de género, la libertad de enseñanza, de investigación y de estudio, el racionalismo, la laicidad y un modelo de aprendizaje no periodístico. Entroncaban así con la tradición ilustrada. Además, se buscaba que el alumno estuviera en contacto con la Naturaleza, para lo cual se hicieron muchas excursiones a la Sierra de Madrid.
Dieron clase en la ILE ilustres profesores, algunos de los cuales habían estudiado primero en ella, como Manuel Bartolomé Cossío, Gumersindo de Azcárate, Rafael Altamira, Clarín o Nicolás Salmerón. Entre sus muchos colaboradores se encuentran Joaquín Costa, Bertrand Russel, Henri Bergson, Darwin, Unamuno, Tolstoi, Ramón y Cajal, D’Ors, Julio Rey Pastor, Tagore o Galdós. Sus alumnos fueron después la flor y nata de la intelectualidad española: Julián Besteiro, Adolfo Posada, José Castillejo, José Manuel Pedregal, Bernaldo de Quirós, los hermanos Machado, Fernando de los Ríos, José Ortega y Gasset, Américo Castro, Gregorio Marañón…
Los institucionistas crearon una red de centros, el primero de los cuales fue la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (fundada en 1907). Sería el equivalente actual de una fundación que concediese becas de postgrado e investigación, y contó entre sus beneficiarios con Ortega y Gasset. De ella emanaron otras instituciones como el Centro de Estudios Históricos, el Instituto Nacional de Ciencias Físicas y Naturales, el Seminario de Matemáticas o la Escuela de Roma. Formaron parte del patronato, presidido por Santiago Ramón y Cajal, dos Joaquines: Costa y Sorolla. El Centro de Estudios Históricos (1910) estaba presidido por Ramón Menéndez Pidal, y de él formaron parte grandes investigadores de la filología como Tomás Navarro Tomás y Rafael Lapesa, y de la Historia como Américo Castro.
El ideal educativo de Giner de los Ríos también se dirigió a las enseñanzas primarias y medias a través del Instituto–Escuela (1918). Bajo la dirección del político liberal Segismundo Moret, y con profesores como Ricardo Rubio, Bartolomé Cossío o el propio Giner (los cuales solían viajar a Europa para estar al tanto de las últimas novedades culturales y pedagógicas) se pretendía instruir a alumnos que luego levantasen el país. Sus asignaturas, en las que no había segregación por sexos, eran Moral, Historia, Geografía, Idiomas y Ciencias.
Otro de los logros que don Francisco pudo ver en su vida (1839–1915) fue la Residencia de Estudiantes, creada en 1910 a instancias también de la Junta. Ideada como complemento a la carrera univesitaria, fue un auténtico crisol de culturas en el que se mezclaban España y Europa, vanguardia y tradición, ciencias y letras. Vivieron en ella Federico García Lorca, Salvador Dalí, José Bello, José Ortega y Gasset, Severo Ochoa y Luis Buñuel; y por ella pasaron Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Salinas, Alberti, Einstein, Marie Curie, Stravisnki, Valéry, Keynes… Contó incluso con laboratorios bajo la responsabilidad de Juan Negrín, Blas Cabrera, Ramón y Cajal, Torres Quevedo… Poseía también una editorial en la que publicaron algunos de los autores citados, y cinco años después se fundó una Residencia para señoritas.
Tras la muerte de Giner, los instucionistas llevaron a cabo varios proyectos. Uno fue el de las Misiones Pedagógicas (ahora resucitadas en forma de Universidades Populares), que buscaban acercar la cultura a los pueblos: el teatro, la música, los libros… En ellas participaron Alejandro Casona, Lorca (quien fundó una compañía de teatro famosa, La Barraca) y Luis Cernuda. Otro éxito fue la Universidad Internacional de Verano de Santander, fundada a instancias de Fernando de los Ríos y con Menéndez Pidal y Pedro Salinas al frente. Por ella también pasó lo mejor de la cultura de la época.
Los ideales de Giner y la ILE no cayeron en saco roto y contribuyeron en buena parte a que existiera una Edad de Plata de la cultura española (1898–1936). Actualmente de todo esto solo queda el recuerdo y las obras de arte. Con una excepción: la Universidad de Verano de Santander, actualmente Menéndez Pelayo, que sigue ofreciendo prestigiosos cursillos. Con el propósito de continuar con el modelo pedagógico de la ILE, el histórico socialista Gregorio Peces–Barba fundó en 1989, con numerosos apoyos, la Universidad Carlos III de Madrid, y en 1994 la Residencia de Estudiantes Fernando de los Ríos de Getafe. Dos obras fructíferas que quieren continuar con el espíritu humanista, dialéctico y multicultural, tan lamentablemente desterrado del panorama educativo actual.