A veces, de la manera más inesperada, topamos de repente con grandes experiencias que nos enriquecen como no habíamos pensado que lo harían. De pronto, una noche, alguien te invita a un concierto, en una sala pequeña de tu ciudad, de un músico del que nunca antes habías oído hablar, y tal vez solo aceptes la propuesta porque no está lejos de casa... Así fue como "tropecé" con Elliott Murphy.
Elliott Murphy comenzó a dedicarse a la música a los trece años, tocando la guitarra y cantando para fiestas escolares y concursos de talentos. Influido por Bob Dylan, Lou Reed y las tensiones políticas de los 60 y 70, fue tomando forma el rock palpitante que hoy define a nuestro músico.
Nacido en Long Island en 1949, ha compartido escenario con artistas de la talla de Bruce Springsteen, Billy Joel o Phil Collins. Rock, baladas, rhythm and blues son los ritmos predominantes en sus canciones, cuyas letras constituyen uno de los motivos de mayor interés en su música, además de lo característico de su voz. Entre sus grandes temas se encuentran: A touch of kindness, Last of the rock stars, Drive all night, You never know what you´re in for, On Elvis Presley´s birthday o Just a story of America.
Coincidiendo con el 200 aniversario de la Revolución Francesa, Murphy trasladó su residencia a París, donde vive desde 1989. Él mismo confiesa que aunque Estados Unidos es su país, París es su ciudad; posee las raíces de la cultura americana, pero también tiene como referentes a Europa, a Cervantes y a Rimbaud: "Como los románticos, estoy siempre luchando contra los molinos".
No solo tiene en su haber 35 discos, también ha colaborado en revistas musicales, tiene varios libros de relatos y en 2015 publicó su segunda novela, Justicia poética, un neo-western con tintes poéticos cuyo protagonista es un pistolero que adora a Walt Whitman; bandidos, prostitutas, gánsteres y sheriffs que cobran vida en un espacio al más puro estilo de las películas de John Ford y Sergio Leone. Resulta que Murphy había sentido la influencia de la literatura antes incluso que la de la música. Con autores como F. Scott Fizgerald, John Steinbeck y Jack Kerouac, tan importante es para él lo introspectivo de la literatura como lo enérgico que le aporta la música: "La literatura es mi religión y el rock & roll mi adicción".
Cada año en enero, ritualmente, desde 1997, Elliott Murphy visita España acompañado de su inseparable guitarrista, Olivier Durand, para llenar pequeñas salas como el Galileo Galiley de incondicionales fans que él mismo reconoce como una gran familia. Un público selecto que año tras año agota las entradas de cada concierto, que corea de pie y con palmas cada una de sus canciones, un público al que irremediablemente se le eriza la piel mientras el artista recita On Elvis Presley´s birthday. Y es que la buena música, como la buena literatura, no pertenece a las grandes masas ni pretende llenar grandes estadios.
A sus 67 años, Murphy (siempre en compañía de Olivier) se deja la piel en el escenario, sin ninguna prisa por irse, tocando una canción tras otra, cada una sonando mejor que la anterior. A sus 67 años, Murphy hace que te sientas muy vivo, con energía y con unas ganas locas de volver a encontrarte con él y, esta vez sí, corear también todas sus canciones.
Gracias, Elliott Murphy.