Plataforma para el talento emergente, laboratorio creativo, fábrica de sonidos e improvisación… son los ingredientes del cóctel audiovisual que cada año ofrece la cita europea del Festival Internacional de Creatividad Digital Mutek [ES]. Pero si a eso le sumamos una sólida programación, como la de la última edición celebrada en Barcelona durante la pasada semana, el resultado es una bomba. Y es que, después de siete años sin acabar de cuajar, por fin ha dejado entre los asistentes un buen sabor de boca.
Un carácter más diurno
Ya no es necesario sacrificar una noche de sueño para poder disfrutar de las mejores actuaciones, lo que va mucho más acorde con la media de edad – que ronda entre los treinta y cuarenta años – de la gente que se pasea por Mutek [ES]. Un público mucho más interesado en descubrir música electrónica puntera y en observar el diálogo entre los efectos visuales y la propuesta sonora del artista que en saltar al ritmo de la música.
De ahí que, entre los nueve escenarios (ubicados en cinco localizaciones diferentes) en los que discurrió el festival, la sala de máquinas de la Antigua Fábrica de Estrella Damm se convirtiera en el más prometedor. Provista con una innovadora tecnología de sonido 3D, a cargo de la productora Intorno Labs, más de treinta altavoces recorrían la sala provocando envolventes efectos auditivos a 360º, capaces de ahondar en lo más profundo del alma. Grata experiencia sonora para cualquier clubber que se precie.
De Vilod a The Orb, pasando por Henrik Schwarz
La actuación del polifacético productor chileno Ricardo Villalobos junto a Max Loderbauer y su proyecto Vilod fue, sin duda, la más esperada. Y es que la improvisación que este dúo dinámico es capaz de montar tan solo con un modular y una drum machine es absolutamente brillante. Sonidos graves y etéreos y un groove plano, sí. Pero muchísimo mérito si se tiene en cuenta que cada una de las frecuencias sonoras que sale del modular es desconocida previamente para el artista, además de única e irrepetible.
The Orb, en cambio, ofreció una sesión mucho más bailable. Toques house, funk, electro, dub... el dúo no se privó en pasear por una infinidad de estilos musicales convirtiendo el parking de la Antigua Fábrica de Estrella en una auténtica rave.
Pero si algo conmovió verdaderamente al público ese fue el concierto techno sinfónico del productor alemán Henrik Schwarz (encargado de poner música al ballet del mismísimo Berghain, club alemán de culto), junto al pianista Bugge Wesseltoft y al contrabajista Dan Berglund. Combinación de jazz, electrónica y clásica que hizo vibrar al patio de butacas del teatro Barts.
Los descubrimientos empiezan por A
Afloat, Adeline y la artista visual Alba G. Corral; son algunos de los nombres que comenzarán a sonar fuerte tras la última edición del festival.
Si el live con el que debutaban los primeros – proyecto resultado de la unión entre Pablo Mesa y el pianista Albert Catalá – fue un flujo de sonidos de corte clásico -experimental cercanos al IDM; la artista sueca Adeline supo pasearse magistralmente entre el down tempo y el acid techno, en un live cargado de envolventes y arquitectónicos sonidos. Lástima que un fallo de sonido del micrófono con el que ejecutó su actuación ocultara el hipnótico canto de sirenas que esta Dj residente en Barcelona tiene para ofrecer al mundo.
Hipnótico fue también el videoarte con el que la artista barcelonesa Alba G. Corral acompañó a VILOD. Explorando una narrativa abstracta y expresando sensibilidad y gusto por el color, las formas geométricas y orgánicas de sus visuales pusieron el broche de oro a la actuación más esperada de esta edición.