Si hay un tema del que siempre me he sentido atraído en el mundo del Liderazgo es el del Liderazgo Emocional.
Uno ha ido pasando, a lo largo de su vida, por varias y variadas etapas personales y profesionales. Siempre rodeado de personas, con sus virtudes y defectos. La vida me ha dado la oportunidad de conocer a grandes tipos o indeseables personajes. Me ha dado la oportunidad de gestionar recursos humanos, o sea, personas y equipos. No he dejado de aprender de las personas que me rodean o me han rodeado. He conocido líderes empresariales y políticos. Me he sentido líder y me han hecho sentir líder. He tenido grandes fracasos y pequeños aciertos. Nunca he dejado de caminar, sin dejar de aprender. Es por eso que de todas estas experiencias, de todo el camino recorrido, he llegado a la conclusión de que lo más importante, por encima de todo, son las personas.
Las personas están, siempre han estado y estarán a nuestro alrededor, de una u otra manera; la responsabilidad que ostentemos, el cargo que se escriba en la tarjeta de visita o en la puerta del despacho, será transitoria, momentánea. Por ello, para ser un buen líder, lo primero es haber conseguido ser tu propio líder. Y para ser tu propio líder es imprescindible que te sientas persona por encima de todo pero no por encima de nadie, y que, por supuesto, nunca lo olvides. Si los que te rodean te ven como persona, humano, humilde, independientemente de la responsabilidad o cargo que ocupes, será el primer paso para motivarlos y que te sigan como líder.
Hablar de liderazgo hoy es hacerlo desde variados puntos de vista. Cuando pensamos en un líder es frecuente que nos fijemos en las cualidades personales que reúne, en sus valores, en sus conocimientos técnicos o habilidades sociales, en su experiencia contrastada.
Pero también debemos poner el acento en la capacidad que un buen líder puede tener para conseguir que los demás, un grupo más o menos determinado de personas, se animen o bien a realizar con entusiasmo su trabajo para conseguir un objetivo común a todos, o bien a apoyar un proyecto político que resulte atractivo.
Tanto en un caso como en el otro, ese líder, profesional o político, destacará por su habilidad para despertar las emociones o, incluso, el entusiasmo de los demás en la persecución de una finalidad común que se considera altamente deseable.
Hablar de liderazgo obliga a tener en cuenta una serie de principios o prácticas que, por su alta valoración social, no se pueden ignorar. El comportamiento ético y la práctica de la transparencia en la actuación de los líderes públicos son, en efecto, elementos hoy en día inevitables no solo para la construcción de ese liderazgo sobre bases sólidas, sino también para que el mismo se inscriba en el objetivo último a que ha de aspirar todo responsable político: el Buen Gobierno.
Dentro de todo este contexto en el que nos movemos o vivimos, lo más importante, o algo que no dejo de reivindicar como importante, desde hace algún tiempo, es la necesidad o la prioridad que debemos dar al liderazgo emocional. A esto, que debería ser una cualidad absolutamente asumida por todos los líderes, hasta hace bien poco se le daba una nula o mínima importancia.
Los ciudadanos, las personas, actuamos básicamente por emociones; por lo tanto, a la hora de convencer y motivar, el líder tiene que ser capaz de estimular las emociones.
Siempre he defendido que el primer paso para ser un buen líder es ser capaz de liderarse a sí mismo. Liderarse a sí mismo es confiar en sí mismo y ser consciente de cómo te sientes, de tus fortalezas y debilidades.
Todos somos líderes, pero no todos somos buenos líderes. Los hay que van por la vida dejándose llevar por otros sin ser capaces de tomar sus propias decisiones. Estos tipos jamás podrán liderar a nadie. Estos tipos son los que luego se suelen rodear de personas todavía más mediocres que ellos. Son esos tipos acomplejados que cohabitan muchos de esos despachos de empresas, instituciones públicas u organizaciones políticas. Se puede pensar que son líderes, pero no son buenos líderes. El mal líder termina cayendo solo. Es cuestión de tiempo.
Hay líderes que creen serlo y no lo son. Y líderes que lo son aunque no lo sepan.
Líder es la madre que cuida de sus hijos, el padre que sale cada día a la calle a buscar sustento para su familia, el trabajador que se sube al andamio por cuatro perras; líder es ese desempleado que no decae en su empeño por conseguir aquello que merece, la mujer que va al trabajo y vuelve a su casa tras la jornada y se pone con los deberes de los niños, el padre que saca horas de donde no las hay para que su familia pueda vivir dignamente. Líder eres tú.
Todos llevamos un líder dentro. Nacemos con ello.
Por eso necesitamos líderes a nuestro alrededor, ya sea en el ámbito personal, laboral o político, con sensibilidad humana; líderes emocionales que tomen decisiones pensando en el sentimiento de los demás.
Entender tus emociones hace que comprendas mejor y sientas las de las personas que te rodean y el resto de ellas.
El Líder Emocional, por ejemplo, escucha antes de tomar decisiones y valora sus repercusiones.
El Líder Emocional no es autoritario. No es lo mismo que las personas que te rodean hagan las cosas porque mandas, a que lo hagan porque creen en lo que dices, en ti, y lo apoyan hasta el final.
El Líder Emocional empatiza y consigue que el resto entienda los temas y los mensajes igual que él. Sabe cómo tiene que decir las cosas y cuándo.
El Líder Emocional provoca las emociones que son correctas y positivas para influenciar a las personas y llegar a liderarlas. Para ello el líder debe estar muy pendiente de las reacciones de las personas.
El Líder Emocional debe ser sensible a las emociones de las personas, no quedarse ajeno, en su cápsula o en su mundo.
El Líder Emocional debe ser capaz de aglutinar a su alrededor, de motivar, de ser inspirador de la ciudadanía.
El Líder Emocional debe ser un humano común, persona, ciudadano.
El Líder Emocional debe dar mensajes que le salgan del corazón, y ser capaz de expresarse de tal forma que así lo sientan las personas receptoras del mensaje.
El Líder Emocional debe entusiasmar, contagiar, emocionar, persuadir desde la verdad, desde la razón.
Howard Gardner define al Líder como “una persona que, mediante la palabra y el ejemplo personal, influye de forma manifiesta en las conductas, pensamientos y sentimientos de otras personas”.
Daniel Goleman define el liderazgo como “la capacidad de influir en el estado emocional de otras personas mediante la persuasión y una comunicación convincente”.
Ambas definiciones, de los dos expertos en liderazgo más famosos, nos hablan de emociones, sentimientos.
Por eso, cualquier líder debe orientar sus propias emociones reflejando en el proyecto una dirección positiva, optimista, común y creativa.
“Ser líder significa, especialmente, tener la oportunidad de crear una diferencia importante en la vida de quienes permiten a los líderes liderar” (Boyatzis).
El Líder Emocional tiene el poder de influir sobre los demás no por conseguir cuotas de poder, sino para hacer que los demás compartan con él los objetivos que se pretenden conseguir.
Características del Líder Emocional
“Inspirar y guiar a personas o grupos es una de las competencias necesarias para todas las personas que deben tomar el timón de una organización. El liderazgo es la capacidad de activar la imaginación de los demás e inspirarles a moverles en la dirección deseada” (Goleman).
Llega el momento, tras estas reflexiones preliminares, de enumerar lo que, desde mi punto de vista, deben ser las cualidades, características o virtudes que debe poseer y/o trabajar el Líder Emocional:
- Empatía: preocuparse porque los demás se sientan bien, por encima de sí mismo. Saber escuchar. Interesarse por lo que sienten y piensan los demás. Respeto a los demás. Ser persona, ser humano. Liderar con el corazón. Ser Humilde.
- Conciencia Social: sentir curiosidad por el entorno, por la realidad social. Ser consciente de sí mismo y de lo que ocurre a su alrededor. Valorar la pluralidad, la diversidad. Tener en cuenta las opiniones. Crear redes de comunicación. No caer en el sectarismo.
- Comunicación: para motivar a los demás debe comunicar bien. Los mensajes deben ser claros y directos, que surjan del corazón. Debe ser capaz de escuchar a los demás. Claridad. Comprensibilidad. Influenciar. Si no comunica, no influye. Si el mensaje es malo, influye mal.
- Comprensivo: ser compasivo y comprensivo con todos los que le rodean. Dar libertad. Generar confianza.
- Líder de sí mismo: para ser un buen líder se debe ser, en primer lugar, líder de sí mismo. Debe auto conocerse y gestionarse bien a sí mismo. Ser consciente de uno mismo. Saber gestionar sus propias emociones. Conocer bien tus fortalezas y debilidades, tus virtudes y defectos. Ser reflexivo. Dedicar tiempo a la meditación, el estudio, el deporte y la reflexión.
- Valores: hacer las cosas correctas. No engañar nunca. La ética debe estar por encima de todo. Motivar desde el corazón. Dar ejemplo. Ser generoso.
- Leal: consigo mismo, con sus ideas, con el proyecto y con las personas que le rodean.
- Creativo: tener visión de futuro. Anticiparse.
- Capacidad de Adaptación: estar pendiente de lo nuevo. Adaptarse al cambio. Experimentar, aprender de los errores. Admitir críticas. Intuición.
Estoy seguro de que a estas características se le podrían ir añadiendo muchas más.
Vivimos unos momentos en los que parece que cualquiera puede ser un buen líder o un gran líder en el ámbito que sea. El liderazgo, al final, es resultado, son hechos y no solo palabras bonitas lanzadas en el momento adecuado. Sin resultados no hay liderazgo.
Los líderes hacen siempre lo correcto, no eligen lo fácil. Desde fuera, en muchas ocasiones, criticamos y pensamos lo que nosotros haríamos sin ponernos en el lugar de aquel que tiene la responsabilidad de tomar las decisiones.
El liderazgo se demuestra caminando y tropezando, nunca sentado.
He tenido la gran suerte de conocer muchos líderes en lo que llevo de vida. En cambio, he conocido a muy pocos Líderes Emocionales.
Vivimos en un mundo que cambia continuamente, a una velocidad vertiginosa. Nos lleva, nos cuesta detenernos y pensar. Seamos conscientes, seamos verdaderos líderes comenzando por nosotros mismos: seamos personas. A partir de ese momento, estamos en condiciones de exigir que nuestros líderes, en casa, en el trabajo, en la empresa, en la política, sean Líderes Emocionales.