El museo Reina Sofía de Madrid, en colaboración con el Gemeentemuseum de La Haya, alberga hasta el próximo 29 de febrero la exposición “Constant. Nueva Babilonia” reuniendo alrededor de 150 obras del fundador del grupo CoBra.
La muestra permite acercarse al universo discursivo del artista, cuyo imaginario de maquetas, collages fotográficos, manifiestos, películas y pinturas resultan de enorme actualidad al contraponer la búsqueda de un modelo alternativo de convivencia con el mapa de los conflictos e incertidumbres actuales.
Qué mejor lugar para la presentación que la pinacoteca en que se exhibe el Guernica de Pablo Picasso, uno de los grandes iconos de la pintura del siglo XX y símbolo inequívoco de la crueldad y el sufrimiento inherente a las guerras.
Para contextualizar históricamente el proyecto hay que remontarse a los comienzos del siglo XX, en que pensadores comprometidos con el futuro buscan fórmulas (Broadacre City -1934- de Frank Lloyd Wright,…) que den respuesta a los problemas de la humanidad cimentando una utopía basada en las inmensas posibilidades de la tecnología.
La visión futurista de Wright (colonias agrourbanas, programas sociales anarquizantes…) alimenta décadas después propuestas urbanísticas (invernaderos y jardines tecnológicos…) del cine de ciencia ficción como Atmósfera Cero de Peter Hyams (1981)” o Minority Report de Steven Spielberg (2002).
Poco después Tiempos Modernos (1936) se adelantaría a su tiempo y un soberbio Charles Chaplin ironiza sobre el conflicto entre el hombre y la máquina destrozando el idílico sueño de una nueva tecnópolis perfecta.
Paradójicamente Lewis Mumford -Técnica y Civilización (1934)-, con sus apocalípticas predicciones sobre la militarización de la ciencia, ilustra el contrapunto pesimista a los programas de justicia social y educación en valores auspiciados por el Movimiento Moderno.
Habría que esperar a los 60 para que el equipo Archigram (Plug-In-City, megaestructuras, cápsulas espaciales...) y Constant Nieuwenhuys (Ámsterdam 1920, Utrecht 2005) -Nueva Babilonia-, con sus propuestas futuristas enmarcadas en el antidiseño, anticipen tanto la sociedad del espectáculo (Guy Debord, Situacionistas, Letristas,…) como las iconografías contemporáneas del urbanismo consumista y del ocio.
El aislamiento internacional del franquismo aleja a España de aquellos movimientos intelectuales. Por contra, el ocaso del Régimen desata en los 80 una ola entusiasta de apertura y mudanza inaugurando una etapa de frenéticas reformas para la modernización y europeización del país.
El protagonismo del cambio cristaliza rápidamente en todas las grandes ciudades que, cuestionándose las políticas heredadas del fordismo y del keynesianismo espacial (Gilles Pinson), acometen ambiciosos planes de renovación urbana.
En la España de las autonomías la ausencia explícita de una ideología propicia el triunfo de un modelo socioliberal al abrigo de un seductor capitalismo consumista avanzado. Se asume así la ciudad del espectáculo, tematizada y banal, que favorece la desmesurada proliferación de ostentosos proyectos institucionales plagados de excesos: Terra Mítica, la Ciudad de la Cultura, la Caja Mágica, el Aeropuerto de Ciudad Real,…
La capital de la Comunidad Valenciana apostaría (1991) por la Ciudad de las Ciencias para reforzar el valor de su marca en el mapa mundial. Con unas dimensiones y una escala realmente grandiosas, la rebautizada como Ciudad de las Artes es hoy una colosal colección de artefactos antropomórficos: l’Hemisfèric (1998), el Museo Príncipe Felipe, l’Umbracle (2000), el Palau de les Arts (2005) y l’Àgora (2009),…
La floración de esas megalómanas construcciones emblemáticas requería la presencia de un arquitecto estrella, como Santiago Calatrava, cuya poética narcisista, monumentalidad e irreverente desmesura garantizaría el ansiado rédito icónico de unos cada vez más sofisticados y caros envoltorios.
Valencia se suma de ese modo al conocido como efecto Bilbao (Kenneth Frampton “Modern Architecture: A Critical History”). Auténtica referencia del marketing de los 90, la metrópolis vasca consigue un éxito mediático sin precedentes merced a la realización por el norteamericano Frank O. Gerhy del excepcional Museo Guggenheim.
La era de la globalización (de los mercados, los flujos de capitales, la comunicación,…) supone el triunfo definitivo de las imágenes espectaculares, de las formas caprichosas y de los alardes estructurales fruto del talento comercial e iconográfico de unos pocos arquitectos consagrados.
Hasta el estallido de la burbuja financiera (hipotecas subprime) buena parte de las ciudades se dedican a competir por el dudoso privilegio de tener los rascacielos más alto del mundo (Dubai, Pekín…), las últimas excentricidades tecnológicas, los edificios más audaces y novedosos... Y también por la organización y celebración de todo tipo de cumbres y acontecimientos feriales, lúdicos, culturales… de carácter preferentemente galáctico.
En ese contexto, la Generalitat Valenciana comienza (2003) una apuesta decidida por la promoción de grandes eventos deportivos como la Copa América o el Gran Premio de Europa de Fórmula I, lo que la lleva a asumir un endeudamiento sin precedentes.
Sin embargo, como en otros muchos lugares (Expo de Sevilla,…), el resultado no es el esperado ni económica, ni urbanísticamente (Marina Real). La crisis acaba sacando a relucir de la caja de Pandora las extravagancias, las disfunciones, los desaciertos y las facturas del despilfarro, tiñendo de ansiedad y escepticismo una realidad marcada por el desánimo colectivo.
Urge una reflexión autocrítica sobre los orígenes de los errores planificadores, las carencias, la orfandad teórica, la perturbadora evasión de responsabilidades en los sobrecostes, las reiteradas mascletás arquitectónicas, la desaparición y quiebra de las cajas regionales, la instalación de una democracia de abstención… De ello depende que ese frágil Homo ludens camine en busca de la utopía vanguardista de Constant o hacia la decadente Babilonia de la Babel bíblica.
Es necesaria una profunda renovación de la prospectiva y de las agendas urbanas. Tras décadas de obsesión por la apariencia, la imagen y los mass media, no puede eludirse por más tiempo el rediseño de las actuales formas de gobierno (obsoletas, sobredimensionadas, endogámicas,…). Hace falta un nuevo leadership político, una gobernanza pluralista, una mayor participación ciudadana, una eficaz atención a los más débiles,… Y, sobre todo, una democracia más deliberativa (Habermas “Theorie des kommunikativen Handelns”) y más respetuosa con las minorías.
Porque, sin reducir el tamaño y racionalizar la función de sus instituciones difícilmente la sociedad española podrá redefinir su identidad y su futuro enfrentándose a los enormes retos que la globalización le impone: deficiencias estructurales de su economía, competitividad, sostenibilidad ambiental, desempleo, recortes en educación, sanidad...