Vivimos en una época marcada por el consumismo, la publicidad nos bombardea diariamente con exitosas campañas que nos muestran las bondades de los productos que promueven, nos crean necesidades, nos seducen y en cuanto podemos los adquirimos.

Ni los aparatos electrónicos ni los automóviles tienen la durabilidad que tenían hace algunas décadas, nuestros padres y abuelos suelen contarnos sobre la diferencia en cuanto a la calidad de los materiales con los que se fabricaban antes las cosas y cómo las hacen ahora. Antes era común llevar a reparar estos aparatos, ahora lo común es remplazarlos por los más nuevos, prácticamente son productos desechables que durarán solo unos meses o pocos años si bien nos va. Las grandes compañías que fabrican teléfonos móviles cada día sacan nuevas versiones y actualizaciones que dejan inservibles en poco tiempo a nuestros aparatos, así que se vuelve necesario comprar uno nuevo. Estos y otros productos en el mercado están diseñados para ser utilizados por poco tiempo, así las empresas fabricantes siempre tendrán un buen negocio en las manos. La ley de la oferta y la demanda es la que nos rige.

Mucha gente trata de adquirir los productos más novedosos, los más caros, ropa y calzado de marcas reconocidas con el único fin de mostrar estatus y poder. Y es que al parecer a los seres humanos siempre nos ha gustado mostrarles a los demás que somos mejores que ellos y una forma de hacerlo es por medio de los bienes materiales, aunque para obtenerlos se tengan que hacer bastantes sacrificios, hay gente que es capaz de adquirir grandes deudas con las tarjetas de crédito, trabajar horas extras y hasta hacer dobles jornadas con el fin de poder adquirir bienes que no son esenciales.

Y es que mucha gente basa su felicidad en base a sus bienes materiales. En el año 2007, la Fundación española FEDEA realizó un estudio sobre el tema donde se concluyó que el 88% de personas ricas se declaraba satisfecha con su vida a diferencia de las personas pobres donde el porcentaje fue del 66%. Quizá estos resultados tengan mucho que ver con el entorno donde se desarrollaron, la educación que hayan recibido y la importancia que se le haya dado a las posesiones materiales y al dinero. En general el materialismo y el consumismo son ideologías bastante arraigadas en el mundo occidental, muy poca gente se contenta con tener sus necesidades básicas cubiertas.

Y es que no podemos negar que ir de compras nos pone de buen humor, pero hemos llegado al punto donde algunas personas encuentran en las compras una forma de escape a su realidad y buscan cubrir con ello carencias emocionales y llegan al grado de convertirse en compradores compulsivos. Algunos especialistas afirman que este problema puede haber empezado desde la infancia, donde los padres pretendían cubrir su falta de atención con regalos materiales o al contrario el tener una vida llena de carencias y después poder costear algunos lujos lo hacen sin control.

Estamos finalizando el año, en plena época navideña donde los escaparates se llenan de llamativas ofertas. Antes de comprar y gastar demasiado, pregúntate si en verdad vale la pena hacer un gasto fuerte y empezar el próximo año con deudas. Si piensas hacer compras, adáptate a un presupuesto y no gastes de más. Aunque suene a cliché, tus hijos van a recordar más los momentos que pasaron contigo y con la familia que los regalos que les puedas dar. Además será una buena forma de enseñarles que la felicidad no viene de comprar cosas materiales.

Fuentes y más información

http://lagranlucha.com