Todos sabemos que la vida en la Tierra, nuestro planeta azul, depende del astro rey, del Sol, para continuar su evolución en compañía de las demás estrellas y galaxias que conforman el Universo que conocemos. Pero elaboremos -aunque sea en principio difícil- un profundo ejercicio de imaginación: pensemos que desaparece el sol del horizonte y que nunca más volverá... Indudablemente, y según podemos valorar, todos llegamos a la conclusión de que la vida se acabará en un muy breve espacio de tiempo; de que, completamente a oscuras, el planeta morirá...
Pues nos hemos equivocado. La vida llena de color y de fuerza, gracias a la luz y al calor que procede de nuestra estrella madre, no se apagaría de manera instantánea: tardaría por lo menos 8 minutos en desvanecerse, el tiempo que transcurre -ni más ni menos- desde que la luz del sol abandona la superficie del cuerpo celeste hasta que llega a la Tierra. Así, si el sol desapareciera repentinamente, la humanidad al completo y el planeta que nos acoge se mantendrían al margen del desastre por lo menos durante 8 minutos.
Se trataría de un lapso de tiempo insignificante pero, con suerte, ¿quién sabe si en esos minutos nos daría tiempo a una evacuación masiva para instalarnos en otros planetas, como Marte o Júpiter? De hecho, los avances tecnológicos con los que a día de hoy contamos podrían resultarnos muy beneficiosos y, por supuesto, las investigaciones que la NASA y otros organismos están realizando para saber más sobre el infinito Universo que nos rodea.
Además, volviendo al hecho de que el sol se apagara, no nos quedaríamos completamente a oscuras. El firmamento seguiría reflejando la luz de otros astros aunque, sin duda alguna, no sería la procedente de la luna o de otros cuerpos que forman parte de nuestra galaxia, luz que en muy poco tiempo se extinguiría. Tampoco hay que olvidar que, libres ya de la tiranía gravitatoria que ejerce el sol, los planetas y el resto de astros que forman el cosmos, bailarían sin ton ni son por sus eternas inmensidades.
No obstante, las primeras consecuencias originaras de esa falta de luz y energía solar las sufrirían las plantas, que se verían imposibilitadas para realizar la fotosíntesis, el proceso que experimentan para generar su alimentación. Como resultado, las plantas más pequeñas se morirían en cuestión de días; por tanto, todo lo que suene a cosecha y plantación se quedaría en una completa y total ruina: se acabaría esa fuente de alimentación para el género humano.
Pero la nota más escalofriante -y nunca mejor dicho- sería la radical bajada de temperaturas que tendríamos que soportar: en una sola semana descendería a los 0 grados Celsius y, en el transcurso de un año, el termómetro se desplomaría hasta 101 grados Celsius bajo 0. Es más que cierto que nada ni nadie podría superarlo, solo unos cuantos seres que a continuación veremos.
Bajo esta perspectiva, el agua de mares y océanos comenzaría a congelarse. Es más, todo el planeta se convertiría en una bonita bola de hielo, dado que esta masa líquida aumentaría su volumen considerablemente, ocupando todo el espacio del que dispondría. Sin embargo, estos mares y océanos congelados serían la única oportunidad de subsistencia que podrían tener los humanos una vez llegados a este punto extremo. Solo la proximidad del agua permitiría nuestra supervivencia, imaginando, obviamente, que pudiéramos alcanzar alguna fuente de calor alternativa.
Es decir, solo los habitantes que viven en dichos mares y océanos podrían continuar su progreso evolutivo ya que este no depende en absoluto de la permanencia de la luz del sol, al estar sometidos a las profundidades oceánicas en las que subsisten.
Aparentemente, cualquier extraterrestre que visitara la Tierra en semejantes condiciones naturales y biológicas podría pensar que el planeta está muerto y que flota a la deriva... Pero los crustáceos, gusanos, y demás cuerpos pluricelulares serían los nuevos representantes de la nueva vida planteada en el planeta azul... ¡que seguiría estando muy vivo en sus más inhóspitas profundidades!
Es conveniente recordar que, como los expertos en el tema indican, “la vida en la Tierra, durante dos tercios de su historia, adoptó únicamente formas microscópicas”. En este sentido, solo tenemos que nombrar a las bacterias, esos seres vivos que, sin ninguna duda, ganarían la batalla en tan asolado paraje.
Y con el propio devenir de la evolución, quién sabe si el progreso del cangrejo le permite dentro de miles y miles de años, ser el nuevo rey de la creación... algo que muy posiblemente no veremos tal y como hoy está constituido el orden natural. Muy posiblemente.