Cuando en 2005 se anunció que Daniel Craig sustituiría a Pierce Brosnan en el papel de James Bond, la saga del espía más cinematográfico no atravesaba su mejor momento. Muere otro día, estrenada en 2002, se había convertido en la cinta más taquillera de la serie hasta entonces, pero había recibido una respuesta bastante tibia por parte de la crítica y muchos seguidores habían desaprobado el exceso de efectos visuales y el aroma a ciencia ficción, incluidas las herramientas imposibles de última tecnología.
Además, la confirmación de Craig como protagonista provocó las protestas de los incondicionales de las películas, pues se trataba del primer Bond rubio y era más bajo que sus predecesores.
Sin embargo, cuando en 2006 llegó a las salas Casino Royale, crítica y público se rindieron ante las virtudes de la película y su protagonista, que componía un Bond más rudo, complejo y actual, con claras influencias de la saga Bourne. Tras este renacimiento, Quantum of Solace (2008) ofreció un espectáculo de acción rutinario y vacío, mientras que Skyfall (2012), con Sam Mendes en la silla del director, profundizó más en la psicología de un personaje herido y vulnerable, sin dejar de lado las persecuciones y explosiones. Spectre, con Mendes de nuevo tras las cámaras, está muy lejos de la cumbre que supuso la anterior entrega y tiene un claro aroma a despedida. A Craig le queda contrato para una cinta más, pero durante la promoción de la película él mismo ha expresado su deseo de dejar el personaje.
Después del fallecimiento de M (Judi Dench), Bond (Daniel Craig) se encuentra en México tras la pista de la familia Sciarra, que le conducirá hasta Roma, donde asistirá a la reunión de una organización secreta con la intención de dominar el mundo y sus gobiernos. Se trata de Spectre. Con la ayuda de Moneypenny (Naomie Harris) y Mallory (Ralph Fiennes), buscará a Madeleine Swann (Léa Seydoux), hija del Sr. White (Jesper Christensen), visto en Casino Royale y Quantum of Solace, para impedir alcanzar su objetivo a Spectre. Mientras tanto, el MI6 corre peligro con la llegada de un nuevo director.
Aunque leída la premisa, la historia podría ser tan entretenida y elaborada como en Casino Royale y Skyfall, el guion de John Logan, Neal Purvis, Robert Wade y Jezz Butterworth evidencia su debilidad desde los primeros minutos de metraje, lo cual no deja de ser sorprendente si tenemos en cuenta la cantidad de manos implicadas en su redacción. Pese a tratar una conspiración mundial, el desarrollo de la trama es sorprendentemente previsible y carente de suspense. Por tanto, la pequeña historia no es suficiente para un metraje de dos horas y media y, en especial, los dos primeros tercios de la cinta resultan lentos por sus escasos desarrollo y profundización en la narración y los personajes.
Asimismo, los engranajes del guion son demasiado endebles, de modo que las transiciones entre secciones parecen forzadas y, en algunos casos, hasta inverosímiles.
Tampoco termina de funcionar el villano al que da vida Christoph Waltz, un aspirante a dominar el mundo sin presencia ni carácter. Su capacidad de intimidación en sus escasas apariciones es muy limitada.
Más acertados son los trabajos de Daniel Craig y Léa Seydoux, si bien esta última debe conformarse con un papel bastante plano. Asimismo, merece ser destacado el trasfondo sociopolítico de la organización Spectre, que aspira a acceder a la información de instituciones, gobiernos y ciudadanos en un guiño a Google y las revelaciones de Edward Snowden en 2013. El propio antagonista reconoce la importancia de controlar la información. Igualmente, Mendes incluye alusiones leves a las políticas neoliberales con la introducción de un nuevo director del MI6 que pretende privatizar los servicios secretos. Por supuesto, los héroes de la cinta se oponen.
Otro aspecto positivo de la nueva entrega de 007 es la fotografía de Hoyte van Hoytema, caracterizada por los claroscuros. Aunque el trabajo de Roger Deakins resultaba más variado y completo en la anterior entrega, Van Hoytema muestra su audacia en el plano secuencia inicial, que se desarrolla en México durante el Día de los Muertos.
Y pese a que el guion no funciona en sus dos primeros tramos, el acto final del filme recupera la agilidad e intensidad de Skyfall y Casino Royale y entrelaza con maestría el ciclo de películas protagonizadas por Daniel Craig gracias a una equilibrada combinación de acción y reflexión. Como decíamos, el intérprete británico ha insinuado que no volverá a ponerse el traje de 007 y lo cierto es que retomar en otra película esta encarnación y trama de Bond resultaría forzado y artificial. Y es que cuando llegan los títulos de crédito, por fin vemos a un hombre liberado de sus demonios internos y moderadamente feliz. Su camino ha concluido.