Hace una década, España hacía el durísimo ejercicio de mirarse ante un espejo aterrador: el de la violencia de género. Las muertes provocadas por la violencia machista se convirtieron en algo insoportable para una sociedad que aún no terminaba de sacudirse algunos complejos. Las estadísticas asustaban, el debate se trasladaba al ámbito político y educacional y los españoles desayunaban casi cada día con una nueva crónica negra abriendo los informativos.
El debate se calmó después de la aprobación de leyes especiales, a las que siguieron unos años en los que parecía que el problema remitía. Pero solo lo parecía, ya que las estadísticas decían lo contrario. Ni el número de muertes descendía considerablemente ni la educación acababa de rematar la presunta mejoría. Es más, los últimos informes sobre las conductas de género nocivas en la juventud sacan los colores y escenifican escenarios que pueden derivar en violencia machista.
Algo está sucediendo en este año 2015, porque la crónica vuelve a ser negra, más negra que nunca. Los últimos casos han levantado ampollas, ya que la violencia machista se ha llevado por delante no solo la vida de 24 mujeres (datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, hasta el 14 de agosto), sino también la de ocho niños. Hijos, en su mayoría de los propios asesinos, víctimas hasta ahora poco nombradas de este tipo de violencia. En total, 32 muertes. Solo un 17% de las víctimas había presentado denuncia previa y únicamente un 4% tenía medidas de protección vigentes.
No es que las alarmas hayan saltado, es que han reventado por los aires. El último de los asesinatos ha conmocionado al país. Ella iba a recoger sus pertenencias a la casa que compartía con su ex pareja y su amiga le acompañó, parece que por miedo a dejarla sola. Murieron las dos. No había denuncia previa por malos tratos. El presunto asesino ya había estado en la cárcel por agredir a otra pareja.
Antes de este suceso, el verano ha dejado historias como la de un hombre, recién separado, que degolló a sus dos hijas de 4 y 9 años como venganza contra su ex mujer. Ante la alarma social, el Partido Socialista ha pedido “medidas urgentes” que ayuden a corregir las “disfunciones” en la aplicación de la Ley contra la Violencia de Género, impulsada por el propio gobierno del PSOE en 2004. Y la dirección general de Violencia de Género ya ha avisado de la peligrosidad de mantener las medidas de guardia y custodia y régimen de visitas en algunos casos de padres maltratadores.
Según los datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, desde 2003 son casi 800 las mujeres que han muerto a manos de sus parejas o ex parejas. Y desde la aprobación de la ley socialista, el problema no parece resolverse. En 2009 -cinco años después- fueron 56 las víctimas mortales por violencia de genero, aumentaron a 73 en 2010, descendieron a 61 en 2011, y desde 2012 la cifra se mantiene estable con 54 víctimas. Y la Estrategia Nacional para la Erradicación de la Violencia contra la Mujer 2013-2016, impulsada por el Partido Popular, tampoco parece que esté dando impulso a la erradicación de esta lacra.
Ni en las aulas, ni en el ámbito judicial y ni siquiera en el político parece vislumbrarse una solución a este desastre. Los expertos insisten en la importancia de la denuncia, de la prevención y de la ayuda. Y lo más preocupantes es que España no es, ni mucho menos, la excepción. La violencia de género es la principal causa de muerte entre las mujeres de entre 15 y 44 años en todo el mundo, según el último informe de la ONU. Por mucho que limpiemos el espejo, la imagen que este nos devuelve sigue siendo negra, muy negra.