Hay un dato que me confunde y que según mi opinión necesita una explicación que no será fácil. La cantidad de mujeres que buscan una relación de sumisión está aumentando y, al mismo tiempo, la liberación de la mujer ha logrados resultados que sorprenden, a pesar de que aún queda mucho camino por delante. Para entender la entidad de los logros, basta comparar la situación de la mujer en occidente, mejor dicho Europa, con el poco espacio que se les deja en otras culturas. Por ejemplo allí donde impera la ley de la sharia, donde los códigos comportamentales son rígidos y la libertad es limitadísima o inexistente y donde cada transgresión es castigada violentamente y puede llegar en extremo a la lapidación.
La literatura está llena de ejemplos sobre la búsqueda de la sumisión, como modelo y forma de relación, que se opone rotundamente a los «principios y valores» de la llamada «liberación de la mujer» y la pregunta es: ¿cuáles pueden ser las causas de este fenómeno?
Por el momento digo que cualquier intento de respuesta será parcial, arbitrario y prematuro. Pero el hecho en sí es innegable, como muestra la cantidad de objetos que son parte de estos rituales de subordinación que se venden y están presentes en una infinidad de lugares y formas: látigos, esposas, instrumentos de torturas, etc. Las mujeres firman contratos que estipulan las condiciones y la conducta durante la sumisión, como una especie de protocolo, que en muchos casos es también humillación y tiene aspectos autodestructivos. El masoquismo está visiblemente en aumento y existen causas biológicas y culturales que lo determinan.
Mi actitud es no juzgar, sino entender y, en este caso, como en muchos otros, tengo que reconocer que no entiendo perfectamente este comportamiento y me abstengo de presentar hipótesis plausibles. Dejo abierta la pregunta, como una invitación a pensar sobre este fenómeno y reconocerlo como tal.
Una vez, hace años atrás, leí un libro que explicaba la bioquímica del masoquismo. Una de las tesis era que la adrenalina reforzaba la sensación de placer y, para conseguir el efecto deseado, uno tenía que exponerse a situaciones donde se perdía el control y donde, además, el riesgo de dolor físico fuese alto.
No digo que esta sea una explicación, pero el mecanismo existe y se percibe una variedad de situaciones y comportamientos donde el riesgo es fundamental: en el juego de azar, en las aventuras y también en el caso de la sumisión. Muchos buscan situaciones donde el factor riesgo esté presente y esto incluye también el sexo. Los centros de placer en el cerebro son estimulados por la dopamina y la secreción de dopamina aumenta con el peligro si la adrenalina está presente, como si la evolución hubiera favorecido una actitud donde el riesgo es un componente importante. Por otro lado, nuestra capacidad de sobrevivir está fundada en el correr riesgos y adaptarnos a situaciones inicialmente inciertas
Algunos afirmarían que existe una propensión «biológica» hacia la sumisión en las mujeres y esto puede ser en algunos casos, pero la pregunta persiste: ¿cuáles son las causas detrás de la sumisión en las relaciones entre los sexos y en qué medida los mecanismos que la determinan son biológicos y/o culturales? A esto agregaría otra pregunta: ¿existe un límite preciso, donde el dolor ya no es placer y solamente dolor? O la plasticidad de nuestro comportamiento y preferencias sexuales es tan amplia que no existe limite imaginable en lo que pueda causar o ser considerado como fuente de placer. La naturaleza humana es un verdadero misterio que nunca llegaremos a descubrir totalmente. El enigma está en nosotros y nosotros somos una expresión del enigma de la vida.