Hay cosas en la vida que pasan por casualidad, o porque no podían pasar de otra manera. No sé en qué momento me propuse convencer a mi hermana y a mis amigos en hacer el curso de buceo, pero lo que sé es que es una de las mejores cosas que he hecho en mi vida. Estamos acostumbrados a vivir “con los pies en la tierra” y, en ocasiones, nos olvidamos del otro medio mundo que tenemos bajo los pies. ¿He dicho medio mundo? En realidad, el 70% de nuestro planeta es agua… y yo me propuse descubrirlo.
Además, bucear no es solo descubrir la flora y la fauna submarina. El buceo, en sí mismo, es una aventura. Cada compañero, cada protocolo, cada inmersión, cada divemaster que conoces, cada vez que te tiras del barco hacia atrás con el equipo preparado… hace que la experiencia sea diferente y todas merecen la pena.
En una de esas aventuras cotidianas que te regala el buceo conocí a alguien especial: Leo. La verdad que ni siquiera he buceado con ella (todavía), pero estaba claro que tenía algo especial con el agua. Aparte de la energía que transmitía en el club de buceo, su positividad y su carácter, sabía que había una historia. Y hoy nos la ha contado.
Os presento a Leonor Aymará Luna Portet, Técnico de imagen, Buzo profesional, Instructora de buceo PADI, y ahora... fundadora y directora de Ingravity Productions, una productora subacuática. En esta conversación cada palabra aporta, por lo que voy a mantener sus respuestas al pie de la letra, porque merecen la pena…
Cuando le pregunté cómo empezó en esto del buceo, ella me contó una historia: “Fue con mi padre –me dijo-, él se dedicó a trabajar como “espanta-tiburones” en una plataforma petrolífera cuando era joven, en Sudáfrica, antes de conocer a mi madre. Siempre nos contaba historias del mar, del buceo y prácticamente desde que tengo uso de razón nuestras vacaciones han sido costeras. Con él hice mis primeras inmersiones en apnea, en les Rotes (Denia). Recuerdo que la primera vez que metí la cabeza con la máscara puesta y miré hacia abajo… se me cortó la respiración. Salí llorando y sin entender cómo debajo de las olas podía existir otro mundo. A los dos minutos ya estaba en el agua otra vez, fascinada, enamorada y… a veces, obsesionada”.
Lo que más le atrae de bucear es, “precisamente eso, bucear. Adentrarse en lo desconocido, en un mundo donde rigen otras leyes, donde viven otros seres. Es un modo de desconectar momentáneamente del día a día… Olvidas el ruido del motor al arrancar el coche para ir al trabajo, la espera del semáforo en rojo, el peso de la carpeta llena de papeleo infinito, el bullicio de la capital… Cuando te pones el traje de neopreno, cuando estás preparando tu equipo, te vas deshaciendo de todas esas cosas y poco a poco te conviertes en un aventurero. Por unas horas, te conviertes en un pequeño explorador, manteniendo viva la ilusión que necesitas para volver a la rutina”.
No podía dejar de preguntarle cuándo su pasión por el buceo se convirtió en su profesión y no dudó un segundo en responder. “Cuando todas tus conversaciones versan sobre buceo, cuando tus sueños son descensos por el cabo, cuando realmente ya no te ves en otro contexto que no sea con un equipo a cuestas… Entonces, tienes un problema…”.
Aunque duda un segundo al preguntarle por sus sitios favoritos para bucear al final nos dice: “cualquier playa con fácil acceso, fondo rocoso y a primera hora de la mañana. Le tengo un especial cariño a la costa de Jávea. Por trabajo y por placer he recorrido al milímetro sus fondos, que me siguen enamorando. También en Lanzarote me dejé un trocito de pulmón, y si pensamos a lo grande, Maldivas, Filipinas…”.
También le pregunté por los mejores lugares para bucear en España, a lo que respondió de manera tajante: “Creo que la persona que ama el buceo lo haría hasta en un charco. No es que haya sitios mejores ni peores, más bien pienso que hay que sacar lo mejor de cada lugar. En el Mediterráneo… bueno, no es que tengamos una amplia variedad de animales, ni coloridos, pero tenemos sitios increíbles con contraluces, arcos o pasillos. En el Cantábrico… si te gusta la aventura, disfrutas hasta de esos días que la visibilidad y la corriente hacen que te ates al cabo del ancla… Hay Inmersiones espectaculares en todas las islas que te puedas imaginar. Desde las más frías, como las Cíes, hasta algo más templadito como las Medas, Tabarca, Columbretes. Sin lugar a dudas Cabo de Palos es lugar obligatorio, ¡aunque hay que estar preparado para buceos en corriente y algo fresquitos! Pero la cantidad de variedad y volumen que ves allí… Sin palabras. También recomendaría Canarias, buceos con mucha visibilidad, cerquita de la costa y un verdadero paraíso donde puedes ver lo que quieras, vida grande, vida mediana, vida pequeña…”.
Para Leo, su padre y el mar han estado juntos desde su infancia. Por eso no me sorprendió su respuesta cuando le pregunté cuál es la inmersión que no olvidará en su vida: “Una de las inmersiones que jamás olvidaré fue en memoria de mi padre. Dejamos sus cenizas en una cuevecita, en Jávea, en una cala donde él solía ir a pescar. Dos días antes le hice el bautismo en piscina a mi hermana para que nos acompañase, así que imagínate la emoción de bucear por primera vez en el mar, y por semejante motivo. Por suerte nos acompañó mi pareja, creo que sin él no habría sido posible, porqué llegado el momento a unos 4 metros, las dos nos derrumbamos. Fue un momento inolvidable y sé que él estaría orgulloso”.
Pero Leo tiene otra inmersión que no olvidará: “…por supuesto, la inmersión a la que me remito en mis momentos bajos. Tres días después de aterrizar en una pequeña isla de Tailandia, nerviosa por empezar un curso de filmación subacuática, novata con las carcasas, con los barcos, con las corrientes... Salto al agua a primerísima hora de la mañana (aproximadamente las 7), hay temporal, poca visibilidad (típico en Noviembre en aquella zona), el oleaje nada suave me aleja del barco mientras preparo la cámara, me arreglo el chaleco, limpio mi máscara y ahí, justo cuando tengo la máscara en la mano… Unos gritos hacen que mi corazón se hiele “¡¡Leo, Leo!! ¡¡Tiburón ballena. Debajo, debajoooo!!” Mi pareja está como loco, acaba de saltar del barco y lo primero que ve nada más meter la cabeza para ajustar la cámara… ¡¡¡es un tiburón ballena!!! Nuestro sueño perseguido estaba ahí mismo. Mi cerebro se desconectó, literalmente. De pronto ya no sabía aletear, ni descender; me costaba respirar, la cámara me temblaba entre las manos. ¿Dónde está el Rec? ¿Dónde están los botones? Por supuesto, no hice ningún balance de blancos, ni filtros, ni absolutamente nada. Solo me quedé ahí, flotando (de verdad que no atiné a descender más de medio metro) con el oleaje que nos alejaba más del barco. De pronto aquel autobús azul viró y nadó lentamente hacia mí. En mi mente fueron horas y horas de suave natación hacia una diminuta buceadora que estaba tan anonadada por el espectáculo que no se dio cuenta de que iba a ser arrollada por un tiburón ballena… Cuando la lente de la cámara estaba a 10 centímetros de su boca, volvió a virar ligeramente y pasó ante mí como quien ve el tren de su vida, y de repente, ¡¡guiñó un ojo!! Los más escépticos dirán que lo cerró. Pero, para mí, este ser precioso y gigantesco me guiñó un ojo a unos 10 centímetros de mi cara. ¡¡Está grabado!! Bueno, está mal grabado con el enfoque en las burbujas de la lente… y todas esas cosas que luego desmenuzas y te das cabezazos contra la pared. Pero nadie jamás me quitará ese momento, ni, instantes después, cuando su cola va surcando el agua, girarte y ver a tu pareja, amigo, compañero, y buzo estar en el mismo estado catatónico que tú. Por suerte, nuestro profesor también estaba y nos sacó unas preciosas fotos del momento”.
Después de morirme de envidia y un poco de miedo -he de reconocerlo- por el tiburón ballena, pregunto a Leo qué recomendaría a alguien que está empezando a bucear. Su respuesta, tajante: “¡¡Sobre todo, que no lo deje!! A ver, lo primero la paciencia y la práctica. La paciencia para no ansiarse… es algo muy común ver a un buceador novel querer ir a más. Bajar más, estar más tiempo, coleccionar más titulaciones. Error, la práctica es la que hace a un buceador. No todos nacemos “acuáticos” y el proceso de aprendizaje no es inmediato, necesitamos horas y horas y más horas, necesitamos conocer el equipo, conocer los procedimientos, los protocolos de seguridad. Así que, en mi opinión, y por mi experiencia, recomiendo ir lo más despacio posible y así disfrutaremos mucho más de las inmersiones. Si te has sacado la primera titulación, párate ahí, bucea, bucea y después bucea, observa a tus instructores, divemasters, compañeros, habla con el patrón del barco, comparte inquietudes, pregunta hasta las dudas más obvias y disfruta. También recomendaría elegir un buen centro de buceo, o club, y dejar las aventuras de alquilar equipo y me voy con mi amigo a la cala de turno para más adelante. Estar rodeado de gente con más experiencia que tú no debe hacerte sentir mal, ni menos buceador ni cosas por el estilo. Todos hemos empezado de cero, todos nos hemos fijado en el de al lado y nos hemos dado cuenta de que estamos montando mal el equipo (ups) Todos y todas hemos hecho “cafradas” y no hay nada más bonito que aprender. Y para un instructor (hablo por mí y creo que para la mayoría) no hay nada más bonito que enseñar.
A pesar de haber buceado en muchos sitios, pregunto, ¿cuál es la inmersión que te apetece hacer que aún no has realizado? [Leo bufa]. "El primero en Punta del Este, Puerto Madryn, en Argentina, por motivos personales, y sobre todo la ilusión de mi vida, poder filmar las ballenas. Un lago en Noruega, donde en el fondo vive un avión alemán de la segunda guerra mundial. La Gran Barrera de Coral, también por las ballenas. Y, cómo no, en Sudáfrica, en busca de los tiburones tigre que tanta risa le daban a mi padre".
Aunque podría pasarme una vida entera hablando con ella, la entrevista llegaba a su fin. Una última pregunta, sobre su nuevo proyecto… Tienes una productora submarina, cuéntanos ¿cómo surgió ese proyecto? ¿Dónde habéis grabado? "Bueno, decir “tengo” es una palabra muy grande… Con esfuerzo, tiempo y apoyo estoy creando una productora, sí. Este proyecto surge de forma muy natural. Antes de empezar en el mundo del buceo profesionalmente, mi trabajo era técnico de imagen. Así que parece algo obvio intentar que mis dos grandes pasiones coexistan en una sola. De hecho, la razón principal de sacarme la titulación de buzo profesional fue para, en el futuro, poder trabajar en documentales o filmaciones subacuáticas. Luego los caminos fueron por el buceo recreativo, instructora y finalmente, la experiencia de vivir en Asia y el ansia de querer enseñar al resto del mundo lo que hay ahí abajo, me llevó a iniciar este gran proyecto. InGravity Productions está aún en pañales, pero ya podemos poner en nuestro currículo que algunas imágenes nuestras se emitieron en TVE, en referencia a un especial de buceo bajo el hielo en Panticosa durante el evento Ice Diver 2015. Hablo siempre en plural cuando hablo de InGravity, porque aunque estoy sola en este proyecto, tengo un gran apoyo, tanto emocional como profesional en amigos y colegas, y como siempre en mi pareja… que más de una vez le toca coger una cámara y arrimar el hombro".
"Lo que no “tengo” en absoluto, es prisa. Si algo me ha enseñado el buceo es que la felicidad de caminar no está en llegar, sino en disfrutar de ese breve momento en el que en una noche sin luna, a 3 metros bajo el agua, mueves la mano y miles de destellos azules dibujan una estela… Eso es felicidad, eso es buceo y eso es InGravity.
Y yo añado… y esa es Leo Aymará, en su conquista del gran azul. ¡Gracias, Leo! Nos vemos buceando…