Más de 10.000 perros, la mayoría cachorros, y algunos cientos de gatos han sido brutalmente asesinados durante dos días en China. Despellejados vivos, encerrados en jaulas diminutas, unos encima de otros sin poder moverse, sin comida ni bebida, y según varias imágenes que han llegado de manera furtiva a través de las redes sociales, algunos han aprovechado la circunstancia para torturar impunemente a estos animales.
Estas imágenes muestran a perros maniatados, colgados de palos, ensartados en estacas, hervidos vivos en ollas gigantes, arrastrados por el suelo y un sinfín de crueldades que no me detengo a exponer. Lo peor del asunto no es esto, sino que esto ha tenido lugar en el contexto de un festival popular que es totalmente legal: el Yulin Dog Meat Festival 2015.
El Dog Meat Festival se celebra todos los años para marcar el solsticio de verano en la región de Yulin, en la provincia de Guangxi, al suroeste de China. Este año el macabro festival ha tenido lugar el domingo 21 y el lunes 22 de junio. Solo dos días han bastado para asesinar a más de 10.000 perros que, posteriormente, han sido cocinados (siendo el perro frito la especialidad).
Como toda industria que arrastra consigo proveedores y clientes, es común en estas fechas que se den numerosos secuestros de animales callejeros o abandonados pero también de animales domésticos, mascotas que tienen unos dueños a los que estos les son arrebatados para venderlos luego en el Dog Meat Festival, el animal más lustroso, la carne más cara.
Tortura y tradición nuevamente unidas
A menudo estos dos conceptos se unen, como en el caso de los matrimonios de conveniencia en la India, donde niñas son obligadas a casarse con hombres adultos o la ablación femenina en países musulmanes. Un macabro festival que ya es toda una tradición en China y que muchos ciudadanos consideran no solo normal sino necesaria para garantizar la salud del pueblo, por lo que los gobiernos locales se niegan a intervenir.
Este festival lleva celebrándose varios años, sin embargo, la mayor implantación de internet en la sociedad china y el uso de los smartphones ha permitido darle este año una especial cobertura a un evento que, por su naturaleza, enseguida se ha vuelto viral. Cientos de imágenes de cachorros encerrados en pequeñas jaulas han empezado a circular por la red y con ello han llegado las peticiones online de diversas asociaciones defensoras de los animales exigiendo que se prohíba dicho espectáculo, algo que ya consiguieron en el año 2011 en una pequeña región donde se celebraba un evento similar.
Este año las asociaciones que luchan por la defensa de los animales han llevado a cabo una campaña brutal a través de la red para prohibir dicha práctica. Pero, a pesar de haber conseguido más de 3.8 millones de firmas, la mayoría procedentes de países occidentales, no han podido impedirlo. Un año más, el Dog Meat Festival ha tenido lugar en Yulin y, un año más, alrededor de 10.000 perros (y gatos) han perecido brutalmente.
Los activistas han mostrado su rechazo con pancartas y concentraciones en el festival. Además, varias personas, pertenecientes o no a asociaciones protectoras de los animales, se han lanzado a la compra de cuantos perros han sido capaces para evitarles un trágico final. Este ha sido el caso de una maestra de escuela, ya retirada, que ha pagado cerca de 800€ para salvar a 100 cachorros, algo que lleva haciendo varios años. Tanto los vendedores como los participantes en el evento son reticentes a dejar pasar a los activistas e incluso se niegan a venderle los animales (objetivo final del festival) subiendo los precios hasta cantidades imposibles, todo por evitar que esa gente “profane” su tradición.
Occidente, cuna de la hipocresía
Como ya hemos mencionado, de los 3.8 millones de firmas recogidas para prohibir esta festividad, la mayoría proceden de países occidentales. Esto es lógico si tenemos en cuenta que Occidente, por norma general, tiene una mayor consideración sobre los derechos de los animales y las personas así como una tolerancia cero contra la tortura y el maltrato. Y digo por lo general porque la realidad es que, en muchas ocasiones, esto no es así.
De los 3.8 millones de firmas, de las que cerca de unos dos millones proceden de países occidentales, habría que ver cuántas de estas firmas vienen de personas que son totalmente responsables y consecuentes con sus decisiones. No hay que olvidar que en China la carne de perro es una comida muy frecuente mientras no lo es tanto la del pavo, muy extendida en Occidente por considerarse no solo más sana que la del pollo sino de mejor calidad.
En esta línea, lo que podrían reprocharle al festival es, no ya que se coma carne de perro o de gato (que durante la Guerra Civil y primeros años de Postguerra en España era plato frecuente, siempre camuflado como pollo), sino la manera en la que estos animales son tratados y criados, las condiciones en las que se los tiene, la manera en que se los sacrifica… No solo a los perros y no solo en este festival, sino a todos los animales provenientes de la cría intensiva.
Y es aquí donde cabe destacar la hipocresía occidental, pues es muy fácil mirar a un país vecino, al que consideramos menos desarrollado y que además está muy lejos de casa, y lanzarle el dedo acusador mientras se le tacha de bárbaro y torturador para luego mirar para otro lado cuando se trata de la cría intensiva de ganado en nuestro propio país, donde gallinas, pollos, patos, cerdos, vacas, ovejas y otros animales sufren y padecen las mismas condiciones que los adorables cachorros en el Yulin Dog Meat Festival. Aunque, claro, sin ser tan adorables.
Este apunte no es para quitarle importancia a la barbaridad que nominan “tradición” en China en estas fechas, sino para que sirva como toque de atención a todos aquellos que consumen carne proveniente de la cría intensiva o vistes abrigos de piel obviando por completo la manera en que esos animales son tratados y sacrificados (por no decir asesinados) para luego mirar con fariseísmo y por encima del hombro al vecino asiático y acusarle de maltrato animal.