Nacido en Polonia (1937), Harry Abend llega a Venezuela a los once años, después de la guerra en 1945, y se encuentra con una imagen muy particular de la Latinoamérica de finales de los 40: con “helados caídos de la sucursal cielo”, aventados desde la costa por los heladeros de la zona en Puerto Cabello. Así comenzó una nueva vida en un país caracterizado por la calidez de su gente y el desapego de sus riquezas. Y, con la humildad y la cortesía que lo caracteriza, nos explica su trabajo.
Su acercamiento a las artes se dio gracias a la arquitectura. Reconoce que “de la arquitectura al arte hay solo un paso” y que en su momento fue Miguel Arroyo quien le dio el empujón inicial para continuar por su cuenta esos primeros experimentos escultóricos, para terminar desarrollando en paralelo ambas aficiones que desembocaron en el destacado artista que hoy conocemos.
Nos cuenta que el salto de la escultura al mural se dio en 1969 gracias a un encargo de dos murales para el Hotel Caracas Hilton, uno en concreto y otro en acero inoxidable. El espacio para el primer mural “era un pasadizo que conducía a la cafetería y se me ocurrió hacer relieves pequeños de no más de un metro a los que llamé relieves para la arquitectura y esto me abrió muchas posibilidades como la de las fachadas del conocido Teatro Teresa Carreño de Caracas, diseñado por Carlos Raúl Villanueva”. Una tarea difícil y monumental que significó dos años de trabajo para aliviar la pesadez de ese gran bloque de concreto a través de la luz y la sombra que dan estos volúmenes.
El asomo a la geometría es difícil de ignorar en el trabajo de Abend y, desde la abstracción y el constructivismo, reafirma los volúmenes de sus obras para explicarnos que “el relieve es histórico, desde tiempos inmemoriales se revisten fachadas que cuentan algo. Es una tridimensionalidad que puede equipararse a la escultura” en donde la utilización de formas básicas de la geometría en composiciones simples y con materiales genuinos nos deja ver la posibilidad de un “constructivismo orgánico, no ortodoxo, como dijo Roberto Guevara, anticipándose a lo que buscaba”.
De esta forma, la madera, el concreto, el metal y a veces la piedra se transforman en volúmenes o en sutiles insinuaciones que describen la trayectoria del diálogo entre la razón y el espíritu, en donde la conjunción, la armonía, la construcción y el entendimiento del espacio arquitectónico son la premisa de quien convive siempre, como en el caso de Harry Abend, comprometido con el arte.