Cuando en los años 50 y 60 muchas colonias africanas lograron por fin su independencia, la arquitectura se convirtió en el modelo de vanguardia y modernidad a través del cual cada país pretendía expresar no sólo su nueva identidad nacional, sino su libertad. La síntesis entre el estilo Internacional occidental y las tradiciones constructivas vernáculas, se le conoció a partir de entonces como modernismo tropical.

Sin embargo, aunque este movimiento quedó en el olvido a partir de los años setenta, una nueva recuperación y estudio urge ante los actuales desastres naturales producidos por el cambio climático. Obligándonos a readaptar las nuevas construcciones y mirar más allá de lo que fue esta apasionante aventura o “experimental Bauhaus” que emprendieron en las colonias a principio del siglo XX, grandes arquitectos como Le Corbusier, Arieh Sharon, Maxwell Fry o Jane Drew, entre otros.

La moderna universidad de Ile-Ife

La ciudad de Ile-Ife en Nigeria alberga una de las universidades con la belleza más singular del mundo, se trata de la Universidad Obafemi Awolowo, conocida como el “Campus más hermoso” de África. Inaugurada en 1962, su planificación fue dirigida durante más de dos décadas por el arquitecto israelí Arieh Sharon, antiguo alumno de Walter Gropius y Hannes Meyer en la Bauhaus de Dessau, el cual realizó un gran plan maestro en la por entonces conocida como Universidad de Ife, combinando la teoría de la escuela y los principios de diseño de la Bauhaus con la cultura africana y su especificidad climática.

La obra, realizada en colaboración con la oficina nigeriana A.A. Egbor y AMY Company, supuso un desafío a la hora de buscar soluciones sostenibles a los dos principales retos: el clima y la arquitectura del país. Nigeria había conseguido la independencia en 1960, tras unas elecciones truncadas y un gobierno corrupto bajo el auspicio de una administración británica colonial que no quería perder privilegios; hecho que desencadenaría un golpe militar en 1966, dirigido por la izquierda. El nuevo gobierno quería reconstruir la nación presentándola de una nueva manera, un país modernizado. Bajo este prisma el proyecto de Arieh Sharon encajaba a la perfección, al reinterpretar las características históricas de la nación con un diseño moderno al que integró elementos nigerianos tradicionales en los detalles del espacio.

Además, el arquitecto israelí ya había realizado importantes obras en Tel Aviv, adaptándolas al clima, destacando el uso de pilotes, que creaban a través de huecos un paisaje urbano sombreado, favoreciendo la ventilación natural durante los calurosos días de verano y conectando las aceras con las zonas verdes. Por consiguiente, una de las principales soluciones fue la orientación de los edificios para capturar la fluidez de los vientos del sudeste través de los espacios, el uso de patios interiores sin cerramientos y minimizar la infiltración del sol.

Aunque el proyecto de Sharon abordaba revolucionarías soluciones al clima en África utilizando estándares locales, serían los arquitectos británicos Maxwell Fry y Jane Drew los primeros en promover a través del Modernismo tropical esta problemática. Pioneros en el campo de la arquitectura tropical moderna, desempeñaron un papel definitivo, combinando los objetivos funcionales del modernismo con adaptaciones climáticas locales en climas cálidos y húmedos.

Sus diseños más conocidos se hallan en el África occidental, destacando obras públicas realizadas durante los años cuarenta y cincuenta entre las que se encuentran varias escuelas en Ghana y la Universidad de Ibadan, en Nigeria. Este matrimonio británico centró toda su obra en proporcionar un modelo de arquitectura y urbanismo dirigido a transformar las condiciones de vida de sus habitantes y mejorar el mundo. Ya que ambos consideraban la arquitectura no sólo como un medio artístico, sino principalmente como una herramienta de reforma y que permitía el acceso a la educación y la salud. Principios éticos que encajaban con la humanización del entorno pero que aun así los mantenía en una pelea constante con el gobierno que les había contratado y la financiación arquitectónica proveniente todavía de la Commonwealth.

Durante la descolonización ocurrida entre los años cuarenta a los sesenta, acudimos a un intento de modernización de los países por parte de sus nuevos gobernantes, que se encuentran ya con proyectos realizados o iniciados de educación e infraestructuras de obras públicas que pretendían frenar la descolonización, como el caso del gobierno británico. Sin embargo, estos proyectos muchas veces ignoraban las variaciones regionales en el clima, así como las culturas y tradiciones locales.

Jane Draw y Maxwell Fry, pioneros del modernismo tropical

Fry y Drew propusieron a través del ideal utópico de que una nueva arquitectura radical en hormigón, vidrio y acero donde construir un mundo mejor. Utilizaron los últimos avances en materia de medioambiente y construcción adaptados a el modernismo, incorporaron motivos de diseño nativos, estudiaron los fenómenos meteorológicos y desarrollaron principios de refrigeración pasiva, mediante la búsqueda de sombra y ventilación natural. Para ello, adoptaron elementos como brise soleils, lamas ajustables y aleros anchos para permitir la ventilación cruzada y proporcionar sombra.

Al diseñar sus edificios, Drew y Fry incorporaron elementos provenientes de símbolos u objetos locales, repitiendo sus patrones en las celosías o rejas. Ya que como destacaría Jane, el carácter arquitectónico de sus obras no provenía únicamente de los elementos estructurales, sino de estos dispositivos que permitían el paso de la brisa, el sol y la humedad dibujando elegantes y rítmicas formas como esculturas proyectadas en los letargos africanos.

Fue tal el éxito de Jane Drew en África que el gobierno de la India recurrió a ella en su proyecto de una nueva ciudad. La arquitecta trabajó durante tres años codo con codo junto a Le Corbusier para diseñar Chandigarh.

Chandigarh, la ciudad modelo diseñada por Le Corbusier

Ubicada a 250 kilómetros de New Delhi, en las llanuras del Punjab, se encuentra la ciudad de Chandigarh, uno de los mayores modelos de experimentación urbana y arquitectónica del siglo XX en la India. En 1952, el primer Ministro de la India, Jawaharlal Nehru, buscaba grandes proyectos que significaran a una recién independizada India como una nación del futuro. Entre estos proyectos se encontraba la construcción de una nueva ciudad, una ciudad que fuera símbolo de la libertad de la India, liberándolos de las tradiciones del pasado.

Chandigarh, concebida como una “ciudad jardín”, fue adjudicada al afamado arquitecto suizo Le Corbusier, que junto a Jane Drew diseñaron un sistema cuadriculado con edificios de escasa altura, teniendo en cuenta los hábitos y condiciones socioeconómicas de la gente.

El arquitecto suizo que por entonces contaba ya con 70 años, inicialmente se negó a realizar el proyecto, aceptándolo finalmente al comprender la posibilidad que le ofrecía como modelo de experimentación donde poder aplicar y justificar sus teorías, la mayoría puestas únicamente sobre papel. Le Corbusier se opuso a trasladarse a la India y trabajó desde su estudio de Paris, visitando sólo unas cuantas veces al año la India. Por tanto, tuvieron que buscar la colaboración de otros arquitectos, pero el nombre de Le Corbusier fue sin duda el que le dio fama al proyecto más grandioso de la India independiente.

Chandigarh, una ciudad nueva, símbolo de la libertad de la India, se configuró como metáfora de un ser humano: La cabeza contenía el complejo administrativo y político de la ciudad, el corazón el centro neurálgico y comercial, mientras los brazos perpendiculares al eje principal, albergaban las instalaciones académicas y de ocio. Una alegoría que rompía con la herencia del atraso económico y subyugación colonial.

Como sabemos, artistas europeos como Picasso, Derain, Matisse o Modiglianni se apropiaron de las máscaras, esculturas o artefactos provenientes de las colonias para incorporarlos a sus obras. Entre estos artistas, se encontraba también el escocés Eduardo Paolozzi, colaborador de Fry y Drew en el Departamento de Estudios Tropicales, que fusionó imágenes de arquitecturas con máscaras africanas ceremoniales, despojándolas de su significado cultural y ritual. Así como profesionales autóctonos y de las antiguas metrópolis, formados en el clasicismo, pero con ideas nuevas como Aditya Prakash, John Owuso Addo o Nikso Ciko que con su experiencia y conocimiento del clima ayudaron a edificar lo que hoy se conoce como Modernismo Tropical.

Finalmente, a pesar de su importancia, en la década de 1970, con la aparición del aire acondicionado, el modernismo tropical comenzó a desaparecer. Las fachadas fueron cubiertas por vidrio y los sistemas de ventilación natural desparecieron en las nuevas edificaciones. Aunque el arte africano desempeñó un papel muy importante en el desarrollo de una estética modernista a principios del siglo XX.

Sin embargo, se ha producido una nueva vuelta de tuerca, mientras nos enfrentamos a una era de crisis climáticas, hay un regreso a las lecciones de refrigeración pasiva que nos enseñó el modernismo tropical.

Los principios holísticos de cuidado del medioambiente demuestran que la armonía entre arquitectura y naturaleza no tiene límites geográficos. Pero, la necesidad de recuperación y protección del legado vernáculo africano ha llevado a la creación de una suerte de Bauhaus africana, el African Design Center en Kigali, Ruanda. Un proyecto de investigación en arquitectura innovador y que busca revertir la actual visión constructiva, por un mundo más equitativo, justo y sostenible a través de una recuperación y diseño arquitectónico que respeten no sólo el medioambiente sino las identidades de las comunidades africanas.

Erigiéndose como un faro, una guía hacia un futuro en el que nuestras vidas abracen el equilibrio, como sucedió a principios del siglo XX, a través de la búsqueda de la conexión entre el entorno construido y los derechos humanos.