Por fin es 15 de mayo, luce el sol en Madrid y la capital de España se llena de castizos que, a ritmo de chotis, nos recuerdan un año más que del suelo madrileño se sube directamente al cielo, como reza un dicho popular.
En la romería de San Isidro se dan cita algunos de los elementos más definitorios de lo que se ha denominado el «casticismo madrileño». La celebración de esta festividad tiene lugar, fundamentalmente, en la Pradera de San Isidro y alrededores. Existen cuadros de Francisco de Goya representando la popularidad de esta fiesta a finales del siglo XVIII.
San Isidro Labrador fue un labrador mozárabe que nació en la capital de España allá por el 1082 y que trabajó como jornalero en la tierras de la adinerada familia Vargas, muy conocida en el Madrid de aquella época.
Al Santo le fueron atribuídos hasta cinco milagros y su figura fue seguida con gran devoción por los madrileños, hasta que fue canonizado en el siglo XVI.
La celebración de San Isidro Labrador gira en torno a la asociación que hay entre el agua y el patrón de Madrid. Es costumbre ir en romería el 15 de mayo a beber el "agua del santo" que brota en un manantial anexo a la Ermita de San Isidro. Esta celebración se mezcla con la costumbre de merendar en las praderas cercanas, siempre que no llueva. Para ello, los madrileños siempre nos encomendamos a nuestro santo patrón.
En los múltiples puestos de la verbena se venden las famosas rosquillas del Santo. Entre las más famosas se encuentran las “tontas” (sin azúcar por encima), las “listas” (con baño de azúcar glass) y las de Santa Clara, dulces y más blandas que las anteriores.
Aunque Madrid es cada vez una ciudad más cosmopolita, cada 15 de mayo resucita ese espíritu chulapo tan plasmado en algunas de las populares zarzuelas. Es muy habitual ver en la pradera de San Isidro señoras muy mayores ataviadas con traje y mantón de Manila que bailan con su “Felipe”, vestido con chaleco y gorra de cuadros, al ritmo del organillo.
Si visitas Madrid en esta época, te recomiendo consultar la programación de las fiestas de San Isidro. Seguro que hay alguna actividad que te interese y, si no, simplemente con dar un paseo por la verbena, ya te impregnas de salero castizo para todo el año.