Cada vez es más fácil encontrar una noticia al encender la radio, la televisión o al momento de leer el periódico en la que se resalte un barrio (sobre todo uno humilde y alejado del centro) donde un hombre ha golpeado a una mujer, donde alguien ha robado, secuestrado, apuñalado a otra persona. Si nos enfocamos en el machismo, podemos decir que este no está monopolizado por los latinoamericanos (incluso el ejemplo se percibe desde las esferas políticas de España, así tampoco es propio de una clase social, ni de un zona).
La convivencia con otras culturas es el pan de cada día en este el país y no es nada nuevo. Y aún así la broma se sigue compartiendo y pasando de generación a generación. La xenofobia transgrede épocas, también se da en los diccionarios, con mayor razón en la calle.
Hechos como estos, donde el odio se vuelve parte del centro de todo, son cada vez más frecuentes en el día a día. Se puede decir que ya no hay límites, ni de edad, ni clase social, ni color ni nada cuando se trata de la sexualidad. Incluso para contribuir a ese rechazo social algunas instituciones como el gobierno o la iglesia incentivan a la gente a pensar de una forma arcaica, como el caso reciente de Susan Anne White (candidata municipal de Irlanda del Norte) quien pretende criminalizar la homosexualidad entre otros disparates más; en otro momento lo fueron Ana Botella y Miguel Celarán con sus respectivos comentarios.
Echar a dos jóvenes de un restaurante por besarse, golpear a un pequeño grupo de amigos por su aspecto femenino en un parque, observar como miran a una pareja cogida de la mano son puros gestos del día a día que tampoco se han superado cuando se trata de parejas del mismo sexo, como cualquier broma sobre palomos cojos o manzanas y peras por parte del gobierno.
Es alarmante y apena mirar la vieja Europa y su estado en declive. Su retroceso en la sociedad y la escasa educación, el rechazo a lo que sigue siendo "lo otro" y ahora debería ser considerado como parte del todo, la ceguera con la que se están destruyendo los cimientos de las próximas generaciones y es una vergüenza que la gente esté pronunciándose a favor del odio y la discriminación hacia sí misma.
Espero que no haya sido en vano todo lo que se ha formado desde las Normas de la Asociación Uranista (1865) de Karl Heinrich Ulrichs hasta la actualidad. Toda las creaciones plásticas, literarias, cinematográficas (entre otras) que se pueden rastrear desde la última parte del siglo XIX hasta nuestros días por diferentes productores culturales que han tenido la necesidad de registrar y archivar bienes de lo que una vez fue una subcultura la cual ha estado —y parece que continúa— dentro de lo marginal y lo heteronormativamente incorrecto (según algunos).
¿De qué sirvieron aquellas barricadas que se originaron el día de la muerte de Judy Garland en Nueva York? No debería de pasar en vano el legado de tantos artistas, autores, directores, compositores, etcétera que se dedicaron a producir material a partir y desde un grupo marginado, el cual durante muchos años fue víctima de la misma sociedad, la cultura, la política y la economía de su propio país y no me refiero solo a grupos LGTB y Queer, también de mujeres así como de gente de color (no estamos en los años 60).
Deberíamos de producir, consumir o al menos aplaudir a todo lo que heteronormativamente se considera obsceno, marginal e irreverente para que deje de serlo: esto ya no sería una frivolidad, sino un acto meramente político. Tal vez tendríamos que mirar atrás y volver a empoderarnos como sucedió en algunas décadas pasadas.