Uno de los momentos claves y a la vez de mayor confusión en la vida es esa etapa donde se abandonan las preocupaciones de niño para empezar a pensar en el futuro. En ese momento fatídico donde tu vida pasa de momento alegres y divertidos a las preocupaciones y consternaciones sobre tu vida laboral, es cuando nos preguntamos ¿Qué quiero ser de mayor?
Personalmente, no tengo ninguna duda, yo de mayor quiero ser drone. Se acabaron las carreras sesudas y pesadas, las formaciones eternas y confusas. El futuro está en la tecnología y, dando un paso más allá, el futuro son los drones.
En los últimos años, los costos de fabricación de estos aviones no tripulados han descendido sustancialmente. Tal es así, que según la agencia Donweb, el precio de un drone sería unas 60 veces más barato que un helicóptero. Además la gran ventaja es que los costes operativos son mucho menores, puesto que solo necesitaríamos un Smartphone con la aplicación correspondiente y, en el mejor de los casos, un joystick.
La idea de que se extienda el uso de estos pequeños aviones y que comience a generalizarse la comercialización resulta un tanto aterradora. ¿Os imagináis el número de puestos de trabajos que estos juguetitos destruirán? Apuesto que se contarían por miles. Eso sí, los gurús tecnológicos asegurarían que el número de oportunidades laborales que generarían su incursión serían innumerables.
Ya hemos visto su uso extendido en eventos de gran calado, como el mundial de fútbol de Brasil, donde estos pequeños helicópteros tomaron fotografías y filmaron imágenes de lo más espectaculares. Pero sin duda, la mayor amenaza de los drones al empleo se da en las entregas. En Rusia e Israel ya hacen envíos de pizzas, en China ya forman parte de la plantilla de SF Express, una empresa de correos, y en EEUU tan solo la legislación ha impedido que Amazon pueda emplearlos.
No cabe duda que nos facilitarían la vida mucho más, que pese a estos inconvenientes también tienen mucho que aportar, ya sea en la búsqueda de personas, incendios forestales o en situaciones de emergencia, permitiendo llegar a sitios de difícil acceso y gran peligro a los que tan solo estos mini helicópteros podrían acceder. El mejor ejemplo de este uso lo vimos en Japón, con la tragedia de Fukushima, donde únicamente gracias al empleo de los drones pudieron llevar a cabo un plan de limpieza y prevención de fugas.
También podrán ejercer la función de los satélites, explorar zonas inhóspitas, incluso fuera de nuestro planeta. Se podrían emplear para investigaciones arqueológicas y geológicas, como para conocer el estado de volcanes y otros fenómenos naturales. Su versión más diabólica la podríamos ver en los conflictos armados, donde no se arriesgarían vidas militares para llevar a cabo acciones de riesgo. Este parece ser uno de los asuntos más escalofriantes.
Todas estas funciones las conocemos hoy en día, no son ideas futuristas, ni pesadillas personales. La duda que nos queda por resolver es la cantidad de oportunidades que estos aviones podrán generar. Yo de momento me atrevería a decir sin miedo a equivocarme: papá, yo de mayor quiero ser drone.